SRI LANKA: Ansias de vivir en paz

Antes de 1995, el pescador Mohamed Nazeer ganaba 5.000 rupias (50 dólares) en un buen día. Hoy no llega a 500 rupias (cinco dólares) por jornada. Para él, esa es la diferencia entre la guerra y la paz en su país, Sri Lanka.

Por eso este musulmán de complexión menuda recuerda con nostalgia aquellos días. La captura era abundante y los compradores se disputaban una variedad de pescados y de camarones gordos, de 15 centímetros de largo, típicos de la oriental bahía de Trincomalee. Nazeer no podía pedir más.

Hasta que, el 19 de abril de 1995, dos barcos de la armada de Sri Lanka anclados en la bahía fueron hundidos por los rebeldes separatistas de los Tigres para la Liberación de la Patria Tamil (LTTE).

De este modo llegaba a su fin un cese del fuego entre los insurgentes y el gobierno, sumiendo a este país insular de Asia meridional en otra ola de derramamiento de sangre, esta vez durante más de seis años.

"Las cosas realmente comenzaron a desmoronarse luego de eso", dijo Nazeer a IPS en la playa de Kinnyia, al sur de la bahía de Trincomalee y a unos 250 kilómetros de la capital, Colombo.
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Mientras él hablaba, delegados del gobierno de Sri Lanka y de los Tigres concluían dos días de negociaciones en Ginebra, comprometiéndose a cesar las matanzas y acordando reunirse de nuevo en abril.

Una declaración conjunta emitida en Ginebra y difundida el 24 de este mes expresó: "El gobierno de Sri Lanka y el LTTE están comprometidos a tomar todas las medidas necesarias para asegurarse de que no haya intimidación, actos de violencia, secuestros o matanzas".

El cese del fuego al que ingresaron las dos partes en febrero de 2002 dura más o menos cuatro años. Sin embargo, las negociaciones para una paz permanente, que se preveía fueran negociadas en base al cese del fuego, colapsaron en abril de 2003 y, desde entonces, surgieron serias diferencias entre ambos lados.

Los Tigres acusan al gobierno de asistir a una facción escindida liderada por su ex comandante oriental y miembro de su equipo de negociación de 2002, Vinayagamoorthi Muralitharan, alias Karuna. Pero, según la declaración conjunta de Ginebra, el gobierno de Sri Lanka ahora tomará medidas enérgicas contra las "organizaciones armadas", en referencia al ejército paramilitar de Karuna.

Mientras el gobierno acusó a los Tigres de reclutar a niños, asesinar a dirigentes políticos (incluyendo al ex canciller Lakshman Kadirgamar, en agosto de 2005) y de violar repetidamente el cese del fuego, el énfasis en Ginebra fue puesto en evitar la guerra.

Mientras la tregua de 2002 puso un fin temporal a las hostilidades entre las fuerzas armadas de Sri Lanka y los Tigres, que demandan una patria separada para la minoría tamil en el norte y este de la isla, no creo condiciones adecuadas para una vida normal en esa zona.

Los problemas de los pescadores empeoraron luego del cese del fuego, el más largo desde que el conflicto escaló hasta convertirse en una guerra civil, hace dos décadas, y resultó en la muerte de más de 65.000 personas.

La armada de Sri Lanka restringió la pesca a una distancia de aproximadamente dos kilómetros de la costa, luego que una de sus naves de patrulla fue atacada y hundida cerca de la boca de la bahía de Trincomalee, el 7 de enero. El ataque ocurrió en un periodo en que la violencia llegó a un grado sin precedentes desde 2002 y llevó el cese del fuego a un punto límite.

Desde comienzos de diciembre, la violencia causó la muerte de 120 personas, incluyendo a 80 miembros de las fuerzas armadas y la policía de Sri Lanka, y se detuvo sólo después de que el enviado de paz de Noruega, Erik Solheim, intervino, a fines de enero, y aseguró garantías para reanudar el diálogo.

Los pescadores de estas zonas están bajo restricciones impuestas no solamente por la armada. Los Tigres no permiten pescar a embarcaciones de fuera de las áreas que controlan, y son conocidos por cobrar "dinero de protección".

El trabajo de Nazeer y otros pescadores fue limitado a un área de dos kilómetros cuadrados en la amplia bahía, conocida como una de las mejores de aguas profundas del mundo. Los pescadores que pasan cinco horas en alta mar regresan a la costa con una captura que apenas alcanza las 250 rupias (2,50 dólares) diarias, dado que la armada prohibió pescar antes del amanecer y después del atardecer.

Mientras el ingreso de Nazeer depende directamente de la situación en el área, la tensión influye en cada aspecto de la vida, especialmente en el norte y este de este país de 19,5 millones de habitantes.

Organizaciones no gubernamentales comprometidas con las tareas de reconstrucción posteriores al tsunami del 26 de diciembre de 2004 en el área redujeron sus operaciones desde diciembre pasado debido a la violencia.

"Ahora no hay trabajo aquí, todos están esperando a ver qué ocurre", dijo Sunil Rajapakse, de la mayoría cingalesa, que vino a Kinniya desde el sur buscando trabajo en labores de reconstrucción.

Las restricciones impuestas sobre la pesca no se limitan a Trincomalee. Se aplican a lo largo de las costas septentrional y oriental, donde la armada de Sri Lanka y los Tigres del Mar, el brazo naval de los rebeldes, compiten por el control. En las áreas dominadas por los Tigres, los pescadores son conscientes de que no pueden aventurarse demasiado lejos por miedo a que la armada los confunda con insurgentes.

"Hemos estado enfrentando una cantidad de problemas por parte de la armada y queremos que esto termine. Dos de nuestros hombres desaparecieron el mes pasado y sólo pudimos recuperar su bote. Nunca fui atacado directamente por ellos (la armada), pero este incidente causó pánico", dijo Lewis Jeganathan, de la localidad de Mullaithivu, controlada por los Tigres.

A mediados de mes, Jeganathan y otros pescadores tomaban lecciones con los Tigres en técnicas de autodefensa. Jeganathan dijo que estas clases eran para aprontarse para enfrentar incidentes en el mar, aunque conllevaran el riesgo de una represalia por parte de la armada.

Ya sea en las áreas controladas por el gobierno o en aquellas dominadas por los Tigres, los civiles ven una sola cura para su difícil situación: una paz duradera. "Queremos que las conversaciones sean un éxito, para que nosotros también podamos hacer nuestro trabajo sin ninguna amenaza", dijo Jeganathan.

Nazeer coincidió. "Hay una sola manera de detener todo esto: si la paz es permanente y no hay una amenaza de guerra, como lo que sucedió en diciembre", señaló.

"Las conversaciones de paz son la última oportunidad. No podemos vivir entre bombardeos y disparos otra vez, y queremos un futuro mejor para nuestros hijos", dijo Cruse Mariadas, un reparador de bicicletas en la ciudad sede política de los Tigres, la septentrional Kilinochchi.

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