PLÁSTICA-VENEZUELA: Entre la bonanza y la polémica

Las artes plásticas, que por décadas hicieron del «Hecho en Venezuela» un sello de calidad, gozan de buena salud en el mercado pese a los avatares políticos y de los cambios institucionales de los últimos años.

La política es señalada por algunos subastadores y galeristas como causa de que pintores identificados con el proceso de cambios en el país que lidera el presidente Hugo Chávez hayan descendido en las preferencias de los compradores.

El soporte para el mercado del arte está en la cuantía y el tipo de bonanza económica de Venezuela: dos años de crecimiento sostenido —17 por ciento en 2004 y nueve por ciento en 2005— con la expansión del consumo y la liquidez en las arcas de la nación por los cuantiosos ingresos provenientes del petróleo..

En paralelo, se dictó una draconiana ley cambiaria, que limita las posibilidades de repatriar divisas, y varios sectores de la economía privada se confiesan alarmados por las reformas agraria y urbana que anima el gobierno. También se limitan el pago de intereses sobre préstamos e, indirectamente, la remuneración de los ahorros.

"Eso ha influido en el mercado del arte venezolano. Los tenedores de dinero, sean o no coleccionistas, ven en la adquisición de obras una forma más segura de guardar su capital", dijo a IPS Odalys Sánchez de Saravo, directora de la casa de subastas Odalys.

El mercado de arte se beneficia entonces de la bonanza de sectores de la economía con cifras récord de negocios, como la banca, la industria automotriz y las petroleras. Por lo mismo, según Sánchez de Saravo, el mercado se contrajo entre 2001 y 2003, cuando algunos oferentes de obras prefirieron guardarlas mientras se persistía la crisis política.

"Existe una generación emergente compuesta por jóvenes inversionistas de la Bolsa de Valores, empresarios y profesionales de alto nivel, interesados en su mayoría por las obras cinéticas de Gego (Gertrudis Goldstein), y cinetistas como Carlos Cruz Diez, Jesús Soto y Alejandro Otero", dijo Melania Monteverde, de la sala Mendoza.

Sánchez de Saravo opinó que el interés de los coleccionistas está dirigido más a los movimientos que hacia un artista en particular, siendo el arte abstracto, la geometría y el conceptualismo las corrientes con más auge en los últimos años.

La pasión política tiene espacio, pues, según la crítico e investigadora Beatriz Sogbe, las obras de artistas identificados con el chavismo, como Ender Cepeda, Mateo Manaure, Régulo Pérez y Manuel Quintana Castillo, no se cotizan bien "porque existe una condena silenciosa a sus posiciones, de parte de los coleccionistas".

"Cinco años atrás, una obra de Quintana Castillo no bajaba de 25.000 dólares. Ahora sus trabajos se cotizan, en promedio, en 8.000 dólares", aseveró.

Pero es apenas una de las influencias sobre el mercado, pues "la crisis económica, la sobrevaluación de la moneda (el bolívar), y la falta de políticas que apunten hacia la internacionalización del arte venezolano, han contribuido a crear un mercado en el cual los artistas venden mejor aquí que afuera".

Ello porque "el valor de algunos creadores en el mercado local es tan alto y especulativo, que es imposible vender sus obras en el exterior", según Sogbe.

En las galerías venezolanas, sin embargo, se cotizan cuadros de autores contemporáneos y noveles desde 1.000 dólares, y de afamados que desarrollaron su obra en la segunda mitad del siglo XIX desde 20.000.

Los críticos y subastadores sostienen que Venezuela, en parte gracias a la fama ganada con sus maestros de la segunda mitad del siglo XX, como Alejandro Otero, Jesús Soto, Carlos Cruz Diez y Jacobo Borges, puede colocar mejor a sus pintores en el mercado internacional, pero con políticas de promoción cuya ausencia se resiente.

Según Nicomedes Febres, director de la galería D'Museo, "en este momento hay artistas jóvenes que están haciendo cosas maravillosas afuera, como José Antonio Hernández Diez, Daniel Medina y Cipriano Martínez, entre otros, pero su posición ha sido ganada con esfuerzo propio, sin respaldo del Estado".

Las críticas calzan con decisiones de instituciones públicas cuyo beneficio para el arte y los artistas es objeto de debate, también político. La última semana de enero fue alterado el nombre del estatal Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, al quitarle el de su creadora, Sofía Imber. Ya no podrá tener las siglas MACCSI.

Imber fundó el Museo en 1973 para dotar al país de un patrimonio del arte de la segunda mitad del siglo XX, principalmente, y se hizo con obras de Matisse y Picasso y obtuvo incluso donaciones de más contemporáneos, como el colombiano Fernando Botero. Por sus méritos, se agregó su nombre al del Museo a partir de 1989.

La posición oficial del Ministerio de Cultura es que el cambio obedece sólo a la intención de que "los museos principales de Caracas retornen al perfil y a la nombradía para la cual fueron originalmente creados como instituciones del Estado".

Por ser Imber opositora, comentaristas del área cultural consideraron el cambio de nombre una represalia, y la propia promotora se quejó amargamente de que "me excluyen por judía", en el marco de una polémica entre venezolanos de esa confesión y presentadores de radio y TV oficialistas acerca de la comunidad hebrea en el mundo.

"Nadie puede negar que en Venezuela tenemos el mejor Museo de Arte Contemporáneo de Latinoamérica y no creo que al quitarle el nombre se logre borrar de la memoria de los todos la labor de Sofía Imber", opinó Sánchez. (

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