El atentado contra una mezquita chiita en Iraq y la consecuente ola de asesinatos y ataques contra lugares sagrados sunitas terminaron por derrumbar los sueños de reconciliación nacional bajo un gobierno que represente a todos los sectores.
Más de 130 personas murieron este jueves en ataques y enfrentamientos en todo el territorio, a pesar de los desesperados llamados a la calma de las autoridades, que limitaron la acción de la policía y del ejército nacional para impedir desmanes y evitar que el país caiga irreversiblemente en una guerra civil.
La ola de violencia, desatada tras un atentado con bomba el miércoles contra una mezquita chiita en la central ciudad de Samarra, terminó de socavar las negociaciones entre los diferentes sectores para la formación de un gobierno de coalición, estancadas desde hace tres meses.
En las elecciones celebradas el 15 de diciembre pasado, la chiita Alianza Iraquí Unida (AIU) obtuvo 129 bancas, los partidos kurdos se quedaron con 53, el Frente para el Acuerdo Iraquí (FAI), conformado por los principales partidos sunitas, con 44, y la lista secular del ex primer ministro Ayad Allawi con 25.
Los resultados hacían imposible que cualquier partido por sí sola formara un gobierno, por lo que se hizo imperiosa la búsqueda de acuerdos para obtener una mayoría de dos tercios en el parlamento.
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La mayoría de los 26 millones de iraquíes son chiitas (62 por ciento), la población hegemónica en el sur, mientras en el centro predominan los sunitas (35 por ciento), rama islámica dominante en el mundo árabe, y que constituyó la elite del régimen de Saddam Hussein (1979-2003).
En cuanto a la composición étnica de la población, los árabes constituyen las tres cuartas partes, mientras los kurdos, la mayoría de los cuales profesan el Islam sunita, suman 20 por ciento.
La comunidad kurda es mayoritaria en el norte, pese a la campaña de limpieza étnica implementada allí por Saddam Hussein
La semana pasada, la AIU oficialmente postuló al primer ministro Ibrahim Al Jafari para un segundo período, una noticia que impactó en todo el espectro político.
Al Jafari ha sido acusado de ineficiencia en más de una ocasión por otros partidos y por observadores internacionales.
"En el último año, Al Jafari no respetó mucho la constitución interina y no tuvo un buen desempeño. Por eso, los chiitas debieron haber elegido a alguien más popular", sostuvo el analista Sarhang Hamid Barzinji, profesor en el Colegio de Derecho y Ciencia Política de la septentrional ciudad de Arbil.
A comienzos de este mes, el embajador de Estados Unidos en Iraq, Zalmay Khalilzad, advirtió al bloque chiita que si elegía a un líder demasiado cercano a Irán, Washington podía suspender su ayuda. Al Jafari es conocido por sus estrechos vínculos con clérigos de Teherán.
La nominación de Al Jafari fue sorpresiva, ya que muchos tenían esperanzas de que fuera postulado su rival en la coalición chiita, el moderado Adel Abdul Mahdi. Incluso circularon rumores de una posible alianza entre kurdos, árabes sunitas y la lista de Allawi para oponerse a Mahdi.
Pero Azad Jundiyani, jefe de la oficina de prensa de la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK), partido del saliente presidente iraquí Jalal Talabani, rechazó estas versiones.
"No hay tal plan para crear una coalición contra la AIU. Estamos tratando de unir a todas las listas en un programa político unificado y adoptar mecanismos para crear el nuevo gobierno", dijo Jundiyani a IPS.
Pero aún hay grandes obstáculos en el camino. Los chiitas quieren que el futuro parlamento introduzca un artículo en la constitución que les permita crear regiones con mayor autonomía en el sur.
Por su parte, los sunitas acusan al Ministerio del Interior, dominado por chiitas, de realizar redadas contra la población por motivos religiosos y políticos y de haber matado a cientos de los suyos. Por eso piden que los ministerios de Defensa e Interior sean administrados por políticos que no integren la AIU.
Mientras, los líderes kurdos exigen como principal condición para participar del gobierno la devolución de la ciudad de Kirkuk, rica en petróleo, a la región autónoma kurda en el norte del país.
Pocos días después del anuncio de los resultados electorales, los partidos sunitas unieron fuerzas con Allawi para crear el segundo bloque parlamentario más grande, con 80 escaños. Pero observadores señalan que esto no afectará la posición kurda en el nuevo gobierno.
"De hecho, kurdos y chiitas han mantenido contactos antes, y parecen querer saltar sobre las demás listas para crear el nuevo gobierno", dijo Barzinji.
Los políticos de línea dura en la AIU, leales al clérigo radical chiita Muqtada al Sadr, expresaron su rechazo a participar de cualquier gobierno con Allawi en el futuro.
La actual tensión, agravada por la violencia, podría hacer que las negociaciones se extiendan por meses. Muchos temen graves consecuencias políticas y sociales si el nuevo gobierno no representa a todos los sectores del país.
"Si el futuro gobierno no es inclusivo y de base amplia, que cumpla con la constitución, entonces estallará una guerra civil", alertó Barzinji.