Con un sorprendente aumento del superávit comercial, Brasil pudo reducir su deuda externa a la menor suma de los últimos 10 años, alimentando proyecciones optimistas de los expertos, que consideran superado el problema que atascó a la economía de este país desde 1980.
La deuda terminó el año pasado en cerca de 165.000 millones de dólares. El último dato divulgado por el Banco Central era de 181.402 millones de dólares a fines de octubre, pero en diciembre Brasilia pagó 15.440 millones al Fondo Monetario Internacional (FMI), extinguiendo un préstamo que vencería en 2007.
Como las reservas cambiarias ascendieron a 53.799 millones de dólares en diciembre, la deuda externa neta es hoy ligeramente inferior a lo que el país exporta en un año, una situación bastante cómoda en comparación con 2002, cuando equivalía a más de tres años de ventas al exterior.
México anunció que acabó con su deuda externa en la práctica, ya que su total actualmente es inferior a las reservas cambiarias, de cerca de 69.000 millones de dólares..
Brasil podría alcanzar igual situación en 2010 si mantiene la tendencia actual de su economía, sostuvo Luiz Carlos Mendonça de Barros, ex ministro de las Comunicaciones y designado asesor económico del gobernador del meridional estado de Sao Paulo, Geraldo Alckmin, un fuerte postulante a la presidencia en las futuras elecciones.
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Pero es falsa la impresión de que se superó por completo la vulnerabilidad externa brasileña. Cualquier crisis financiera internacional podría causar una fuga de capitales, como ocurrió varias veces en el pasado, y forzaría al país a endeudarse más, dijeron a IPS activistas de Jubileu Sur, red de movimientos y organizaciones sociales que rechazan el pago de la deuda, el libre comercio y la militarización mundial.
Por otra parte, los activistas advierten efectivos nocivos en el campo social.
El pago de intereses y amortizaciones de la deuda sumaron el equivalente a más de 9.000 millones de dólares el año pasado y al total de las inversiones del gobierno en educación y reforma agraria, señaló Rodrigo Ávila, miembro de Jubileu y economista del Sindicato de Auditores Fiscales (Unafisco) de la Receita Federal (administración de impuestos y de aduanas).
La reducción de la deuda externa se logra aumentando los costos económicos y el sacrificio de la población, dijo por su parte Sandra Quintela, integrante de la coordinación nacional y continental de Jubileu y economista del independiente Instituto de Políticas Alternativas para el Cono Sur.
El pago anticipado al FMI, por ejemplo, se hizo con emisiones de títulos de la deuda pública en reales (moneda local) que remuneran los inversionistas con altas tasas de interés, actualmente en 17,25 por ciento al año, pero cuyo promedio en 2005 fue de 19,05 por ciento.
El préstamo del FMI era muchísimo más barato. El gobierno hizo un pésimo negocio cambiándolo por deuda más cara antes de su vencimiento, sostuvo el economista Affonso Celso Pastore, ex presidente del Banco Central.
El costo financiero de la deuda con el organismo multilateral era de sólo cuatro por ciento al año, tres veces más bajo que el de la deuda interna, en términos reales, según la presidenta de Unafisco, Maria Lucia Fatorelli.
Jubileu Sur reclama una auditoria de la deuda externa de los países en desarrollo. En los últimos 20 años, América Latina pagó nueve veces el valor de su deuda, pero ésta no sólo no se extinguió, sino que su total se duplicó en ese período, indicó Quintela.
Argentina también adelantó el año pasado el pago de 9.810 millones de dólares al FMI.
Tanto el presidente argentino Néstor Kirchner como su par brasileño Luiz Inácio Lula da Silva destacaron que sus países así habían recuperado la independencia en materia económica.
En realidad, el pago anticipado de Argentina fue el resultado de la fuerte presión del FMI ante la necesidad de Estados Unidos de financiar sus gastos militares en el marco de la "guerra mundial contra el terrorismo", que consumen unos 2.000 millones de dólares por día, sostuvo Quintela.
De todas formas, la decisión del gobierno de Kirchner contribuyó a forjar la idea de que la deuda externa podría ser un problema del pasado en América Latina.
Pero no todos están de acuerdo.
"La posición cambiaria brasileña mejoró mucho, pero la deuda no acabó y sigue siendo un problema", dijo a IPS el economista Carlos Tadheu de Freitas, ex director del Banco Central. Las reservas brasileñas todavía son insuficientes para ofrecer seguridad y pueden "desaparecer en minutos", alertó.
La reducción de la deuda externa, lograda gracias a un elevado superávit comercial en varios años, es una tendencia "entre los países exportadores de productos básicos", cuyos precios subieron últimamente, observó Freitas.
En Brasil, los productos agrícolas y el hierro responden por la casi totalidad del saldo a favor en la balanza comercial, que, junto a los altos intereses, mantiene al real cada día más sobrevaluado.
El temor entre los economistas ahora es la "enfermedad holandesa", en referencia al problema de la sobrevaluación cambiaria sufrida por Holanda hace cuatro décadas debido al gran superávit impulsado por las exportaciones de gas. Esa situación conduce a la pérdida de competitividad de la industria y consecuente desindustrialización del país.