Cuando los ataúdes de cinco estudiantes tamiles, al parecer asesinados por fuerzas del gobierno de Sri Lanka, fueron llevados en procesión por las calles de la nororiental ciudad portuaria de Trincomalee, desde la muchedumbre partieron varias promesas de venganza.
Algunos incluso incendiaron los puestos de vigilancia militares, que habían sido abandonados por los uniformados antes de la procesión, y advirtieron a visitantes y periodistas que se alejaran de la ciudad cuanto antes: la violencia estaba a punto de estallar.
Y no tardó mucho. El sábado por la mañana, tres días después de la muerte de los jóvenes, un pequeño bote de pesca cargado de explosivos fue estrellado contra un barco de la marina de Sri Lanka anclado en la bahía de Trincomalee. El atentado mató a 13 de los 15 marinos que iban a bordo.
El Ministerio de Defensa responsabilizó de lo ocurrido a atacantes suicidas de los rebeldes Tigres para la Liberación de la Patria Tamil (LTTE).
El atentado, el más importante desde el cese del fuego acordado en 2002 entre Colombo y el LTTE gracias a la mediación de Noruega, fue una nueva señal de que la guerra civil en este pequeño país insular de Asia meridional está a punto de reiniciarse.
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Más de 65.000 personas han muerto y unas 800.000 han sido desplazadas por la guerra civil que libran los Tigres desde 1983 para lograr la autonomía del norte y el este del país, donde predomina la etnia tamil.
Más de 70 por ciento de los 18 millones de habitantes de Sri Lanka son de la etnia cingalesa —la mayoría budistas— y 18 por ciento son tamiles, cuyos ancestros proceden del sur de India y practican el hinduismo.
En 2002, los rebeldes y el gobierno acordaron un cese del fuego. No obstante, desde entonces más de 200 personas han sido asesinadas, en su mayoría tamiles, y al parecer por motivos políticos.
En un principio, los militares dijeron que los cinco jóvenes tamiles muertos el jueves habían sufrido un accidente cuando manipulaban una granada. Pero los exámenes forenses determinaron que todos habían recibido disparos en la cabeza.
Los Tigres acusaron a la Fuerza Operativa Especial (FOE), una unidad comando de la policía, de haber secuestrado y asesinado a los estudiantes disparándoles en las orejas.
"Éste es un ataque planificado contra el pueblo tamil", dijo a IPS el jefe político del LTTE en Trincomalee, S. Ellilan.
Algunos periódicos, en especial The Sunday Times, publicaron una serie de informes en los que se señalaba a un oficial de policía retirado, ahora miembro del gobierno, como la persona que ordenó los asesinatos.
Mientras, el inspector general de la FOE, Nimal Leuke, negó que sus efectivos estuvieran involucrados.
El experto singapurense en asuntos de seguridad Rohan Gunaratna dijo a IPS que, frente al último ciclo de violencia, se debía esperar un regreso de los Tigres al combate, y alertó que, a menos que el gobierno de Sri Lanka "monte un sistema de inteligencia profesional y una efectiva fuerza de combate, se verá muy afectado".
"Ésta es una gran preocupación para nosotros", dijo el jefe de la Misión de Supervisión del Alto el Fuego en Sri Lanka, Haugrup Hakland. Esta fuerza, que está integrada en su mayoría por efectivos noruegos, tiene un papel supervisor y no incluye tareas de mantenimiento de paz.
El enviado especial noruego a Sri Lanka, Erik Solheim, tiene previsto llegar a la isla el 23 de enero. Su visita es considerada vital para salvar la actual crisis.
Mientras, civiles de la conflictiva localidad septentrional de Jaffna huyen en masa a lugares más seguros.
Ante los últimos ataques, el presidente Mahinda Rajapakse, quien asumió el cargo en noviembre pasado, recibe una creciente presión de sus aliados electorales pro-cingaleses de línea dura para que adopte una postura firme contra los Tigres.
El atentado en Trincomalee "no debe ser considerado simplemente otra violación al acuerdo de cese del fuego. Con este ataque, los Tigres dejaron en claro que están listos para una guerra terrorista", señaló en un comunicado el Frente Popular de Liberación, aliado de Rajapakse.
"La administración del presidente Rajapakse debe informar a los países involucrados en el proceso de paz de Sri Lanka y tomar medidas definitorias para derrotar al terrorismo de los Tigres", añadió.
No obstante, el presidente hasta ahora no ha cambiado su disposición a reanudar las negociaciones. Los Tigres y Colombo primero deben acordar un lugar para dialogar. Mientras Rajapakse prefiere un país asiático, el LTTE se inclina por Oslo.
Ni siquiera los países donantes para la reconstrucción de Sri Lanka y auspiciantes del proceso de paz han tenido éxito en detener la violencia de los últimos días. Representantes de Estados Unidos, la Unión Europea, Noruega y Japón se reunieron el mes pasado con líderes políticos del LTTE, pero se retiraron con las manos vacías.
Luego del atentado del sábado, el Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos expresó preocupación por la deteriorada situación en este país asiático.
En realidad, la violencia comenzó a agravarse desde el 4 de diciembre, cuando una patrulla del ejército fue secuestrada en la septentrional localidad de Kondavil y siete soldados que la integraban fueron asesinados.
Una semana antes, el líder del LTTE, Velupillai Prabhakaran, había advertido que si el gobierno de Rajapakse no presentaba respuestas viables a sus demandas, los Tigres retomarían la lucha armada.
Desde el 4 de diciembre, las fuerzas de seguridad del gobierno han sido objeto de ataques en mar y tierra.
El portavoz del Ministerio de Defensa, Prasad Samarasingha, indicó que el atentado del sábado elevó el número de uniformados asesinados el último mes a 65, y subrayó que los atentados fueron bien planificados y coordinados.
"Los Tigres siempre intentaron atacar a las fuerzas (del gobierno), y ahora usan a los civiles como protección", afirmó.
El LTTE, por su parte, negó cualquier vínculo con los ataques. "Estamos investigando lo que ocurrió, pero no somos responsables", aseguró Ellilan.