ISRAEL: Panorama político con signos de interrogación

Los políticos israelíes dicen ante cámaras que, con el primer ministro Ariel Sharon hospitalizado, no es momento de hablar de política. Pero cuando los micrófonos se apagan, los temas políticos dominan el debate.

Durante una semana entera, los siempre agresivos políticos israelíes declararon que las conjeturas políticas debían dejarse de lado mientras Sharon luchaba por su vida en el hospital Hadassah de Jerusalén, tras sufrir un infarto cerebral masivo.

Sin embargo, fuera del aire, no hablan de otra cosa. Más allá del drama humano en el hospital, donde Sharon no vuelve en sí tras el coma farmacológico en el que se encontraba, espera, en toda su dimensión, una complicada cuestión política.

Hasta la noche del día 4, las encuestas de opinión pronosticaban una apabullante victoria para Sharon en las elecciones nacionales del 28 de marzo.

El primer ministro parecía invencible. Ni el pequeño derrame que sufrió el 18 de diciembre sembró dudas entre sus seguidores. El líder del centroizquierdista Partido Laborista, Amir Peretz, y el del derechista Likud, Benjamin Netanyahu, parecían meras fichas en un juego dirigido por Sharon.
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Pero su salida del escenario político abrió el juego. La campaña electoral, que Sharon parecía haberse metido en el bolsillo prematuramente, comenzó de nuevo.

La pregunta ahora es si el partido Kadima ("Adelante", en hebreo) que Sharon creó con la intención de captar un electorado de "centro" tras abandonar el Likud en noviembre, tiene vida propia sin él.

Kadima es un partido de un solo hombre: sus adherentes afluyeron en masa hacia él a causa de la popularidad de Sharon, que muy alta tras la retirada de la franja de Gaza en agosto, que él planificó.

Ningún otro líder se acerca al ex general de 77 años en los sondeos de popularidad. Si durante años Sharon fue considerado por muchos un dirigente político peligroso que había llevado al país a una guerra inútil en el Líbano en 1982 y dirigido el programa de asentamientos israelíes en territorios palestinos en los años 90, la retirada de Gaza alteró radicalmente esa imagen.

Muchos tradicionales votantes del Partido Laborista y muchos de su ex partido Likud planeaban votarlo.

Con el colapso de las conversaciones de paz de Camp David entre Israel y los palestinos, a mediados de 2000, y la posterior erupción de la segunda Intifada (levantamiento palestino), los israelíes concluyeron que no era posible, al menos a corto plazo, alcanzar un acuerdo de paz con los palestinos. Pero también concluyeron que ya no era viable para Israel continuar gobernando a 3,5 millones de palestinos.

Fue este sentimiento el que Sharon supo explotar, y que explica la gran popularidad de su enfoque unilateral. Se retiró de Gaza sin negociar ese paso con los palestinos.

El hombre que reemplazó a Sharon como primer ministro y como líder de Kadima no tiene el mismo atractivo. Ni el público considera que encarne la mezcla de escepticismo, pragmatismo y obstinación que los israelíes llegaron a admirar en Sharon.

Hasta ahora, las encuestas de opinión fueron benévolas con Ehud Olmert, quien pasó la mayor parte de su vida política en el Likud, antes de abandonarlo junto con Sharon para crear el Kadima. Los sondeos muestran que el nuevo partido se mantiene firme y obtendría más de 40 escaños en el parlamento unicameral de 120, pese al colapso del primer ministro.

Pero los israelíes están demasiado absortos en la salud del primer ministro, y por tanto es prematuro evaluar el impacto del factor compasión y el grado en que el magnetismo de Sharon era la clave del respaldo electoral a su nuevo partido.

Benjamin Netanyahu, el conservador ex primer ministro (1996-1999) que renunció al Ministerio de Economía en protesta por la retirada de Gaza, intentó retratarse a sí mismo como el heredero natural de Sharon. Antes había arremetido contra él por el plan de Gaza, y llegó a llamarlo "tirano".

Los esfuerzos de Netanyahu despertaron desdén. En un programa humorístico de televisión, uno de los personajes declaró que se trataba "del primer caso registrado en la historia de la medicina de un hombre que pierde la memoria a causa de un quebranto de salud sufrido por otro hombre".

Olmert puede reclamar con más credibilidad el título de heredero, por lo menos teniendo en cuenta al Sharon de años recientes. En cuanto al enfoque unilateralista del conflicto con los palestinos, un analista ha dicho que Olmert es "más Sharon que Sharon".

Aún antes de que Sharon anunciara sus planes de retirada unilateral de Gaza, a principios de 2004, Olmert ya había delineado el contorno de ese plan en entrevistas publicadas en la prensa. "En ausencia de un acuerdo negociado —y no creo en la perspectiva realista de un acuerdo— necesitamos una alternativa unilateral", dijo en una entrevista a fines de 2003 que prefiguró el plan para Gaza.

Tanto Netanyahu como el líder laborista Amir Peretz, habrían pensado que, con Sharon fuera del timón, el Kadima comenzaría a deshacerse y ellos serían capaces de recuperar a algunos de los renombrados legisladores que los abandonaron para unirse al nuevo partido. Pero eso no ocurrió. Olmert se las arregló para mantener al partido unido, en parte prometiendo el puesto número dos al veterano Shimon Peres, que abandonó su laborismo histórico para respaldar a Sharon.

Mientras Kadima lleva una clara delantera en los sondeos de opinión realizados desde que Sharon sufrió el ataque, el Partido Laborista y el Likud siguen luchando por mantenerse a flote, con unas perspectivas de contar con entre 18 y 14 escaños respectivamente.

Pero todavía faltan más de dos meses para los comicios. Y, como Peres advierte a menudo a consecuencia de sus muchas derrotas electorales con pronósticos optimistas, las encuestas son como el perfume: agradables de oler pero peligrosas de beber.

Si Olmert logra convencer a la opinión pública israelí de que Sharon no es el único líder capaz de desvincularse unilateralmente de los palestinos, esas encuestas continuarán emitiendo una fragancia muy placentera para Kadima.

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