A Ehud Olmert, primer ministro interino de Israel, le llevó más de 12 horas reaccionar ante la abrumadora victoria del partido islámico Hamas en las elecciones parlamentarias palestinas.
Es posible que que, como le ocurrió a la mayoría de los israelíes, Olmert haya sido sorprendido con la guardia baja por el inesperado triunfo de Hamas (Movimiento de Resistencia Islámica) en los comicios del miércoles.
O que, apenas tres semanas después de haber asumido como primer ministro luego del infarto cerebral masivo que sufrió su antecesor y mentor Ariel Sharon, no quisiera apresurar su reacción.
Cuando finalmente respondió, la suya fue la reacción clara de un hombre atrapado entre la necesidad de equilibrar las consideraciones electorales inmediatas con las diplomáticas, más amplias.
Un gobierno encabezado por Hamas, dijo Olmert, no podrá ser un "socio" para la paz, e Israel actuará para asegurarse de que sea marginado.
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"Si se establece un gobierno liderado por Hamas o en el que Hamas sea socio de una coalición, la Autoridad Nacional Palestina (ANP) se convertirá en una autoridad que apoya al terror. Israel y el mundo la ignorarán y lo harán irrelevante", declaró.
La retórica fue fuerte, como para evitar críticas por exceso conciliatorio por parte de la derecha israelí, en especial del partido Likud, liderado por el ex primer ministro Benjamin Netanyahu (1996-1999).
Pero el gobierno no anunció tampoco medidas punitivas inmediatas contra la ANP, para no invitar a la presión de una comunidad internacional que quedó tan conmocionada y decepcionada como Israel por los resultados de las elecciones palestinas, pero que finalmente obtuvo lo que quería: comicios democráticos en el mundo árabe.
El triunfo de Hamas plantea a los israelíes dos preguntas: si eso congelará aun más el moribundo proceso diplomático de paz y qué impacto tendrá en el resultado de sus elecciones, previstas para el 28 de marzo.
Es probable que Olmert adopte un enfoque de "esperar y ver". Sabe que castigar a un gobierno liderado por Hamas, tal vez retrasando la entrega de fondos vitales, hará levantar las cejas a Estados Unidos y la Unión Europea (UE).
Aunque Washington y el bloque europeo califican a Hamas de organización terrorista, el objetivo casi santificado —especialmente por el presidente George W. Bush— de propagar la democracia en todo Medio Oriente les hará imposible desconocer el resultados electoral.
Al menos hasta que quede claro el comportamiento que asumirá Hamas una vez que esté en el gobierno.
Estados Unidos tiene lo que querían: elecciones democráticas en un estado —o casi estado, en este caso— árabe. Pero la democracia, como quedó en evidencia esta semana, tiene un precio: Washington no puede elegir el ganador.
Las posiciones adoptadas por Hamas en el gobierno serán críticas. Si la organización mantiene su negativa a reconocer el derecho de Israel a existir y apoya los atentados de su brazo armado, el nuevo gobierno palestino se aislará.
Pero si se abstiene de realizar ataques, entonces la presión internacional crecerá en Israel para que haga concesiones al movimiento islámico.
El año pasado, Hamas respetó la tregua acordado por Israel con autoridades palestinas, e inmediatamente después de las elecciones algunas de sus principales figuras manifestaron su disposición a mantenerla.
Tras la victoria electoral de Hamas, los políticos israelíes se mostraron unidos en su convicción de que Israel no debería hacer concesiones a la organización islámica, que realizó la mayoría de los atentados suicidas durante la segunda intifada (levantamiento palestino) iniciada en 2000.
Amir Peretz, nuevo líder del centroizquierdista Partido Laborista, había expuesto la necesidad de que los palestinos retornaran a la mesa de negociaciones.
Pero ahora, advirtió, Israel deberá adoptar nuevas medidas unilaterales para establecer sus fronteras, dada la inviabilidad de las conversaciones con Hamas.
"No negociaremos con un partido que no reconoce el derecho de Israel a existir", dijo. "Si tenemos que hacerlo, tomaremos medidas unilaterales. No nos volveremos rehenes de los cambios en la ANP."
El líder de Likud, Benjamin Netanyahu, que renunció el año pasado a la cartera de Economía en protesta por el repliegue de Gaza —fuertemente apoyada por Olmert—, declaró que esa medida unilateral había fortalecido a organizaciones palestinas de línea dura, como Hamas, y contribuido a su victoria electoral.
"El estado de Hamastán fue creado frente a nuestros propios ojos, un satélite de Irán a imagen de Talibán", dijo. "La política de retiradas no correspondidas fue una recompensa para el terror de Hamas."
El triunfo de Hamas podría beneficiar más a Netanyahu y al Likud, que pierde votos sin cesar desde que Sharon lo abandonó en noviembre, para establecer el centrista partido Kadima (Adelante, en hebreo).
Las perspectivas de Likud mejorarán si la violencia vuelve a encenderse en el periodo previo a las elecciones.
Si atacantes suicidas se inmolan de nuevo en ciudades israelíes, es probable que el bloque de derecha, con un muy pobre desempeño en las encuestas, experimente un resurgimiento.
Pero si la violencia sigue enmudecida, podría ser Kadima, el partido que ahora lidera Olmert, el principal beneficiario de la victoria de Hamas.
Aún más que Sharon, Olmert ha sido un firme convencido de la mecánica unilateral como vía de resolución del conflicto palestino-israelí.
Este enfoque se basa sobre la creencia, compartida por muchos, de que Israel no puede continuar controlando a 3,5 millones de palestinos y de que no hay del otro lado un "socio" con el que hacer la paz.
La única opción que queda, según los que así piensan, es que Israel determine unilateralmente sus fronteras con los palestinos.
Este punto de vista, que hizo tan popular entre los israelíes la retirada de Gaza, habrá sido fortalecido por el ascenso al poder de un partido que no reconoce el derecho de Israel a existir.
Ehud Olmert, por cierto, espera que los israelíes interpreten los resultados de los comicios de esta manera.