El índice de inflación que orienta la economía de Brasil bajó a 5,69 por ciento en 2005, manteniendo la tendencia declinante de los tres últimos años, pero a costa de una fuerte desaceleración del producto interno bruto (PIB).
El Índice Nacional de Precios Ampliado (IPCA), divulgado este jueves por el estatal Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), es usado en el sistema de metas inflacionarias en que se basa la actual política económica, concentrando en el Banco Central el poder de fijar el ritmo a través de la tasa básica de interés.
La buena oferta de productos agrícolas y el cambio sobrevaluado, que abarata productos importados, fueron los principales factores que hicieron bajar la inflación en los tres últimos años, según el IBGE.
Aún así, no se cumplió la meta fijada, de 5,1 por ciento, debido especialmente al alza de los precios internacionales del petróleo, el aumento los sueldos de trabajadoras domésticas y de los servicios públicos como telefonía y electricidad.
De todas formas, la política adoptada permite un margen de dos puntos porcentuales por encima o por debajo de la meta. Esa flexibilidad no fue usada como se debería por el Banco Central, "sacrificando innecesariamente" la economía, dijo a IPS el economista Carlos Thadeu de Freitas.
Los pronósticos indican en su mayoría un crecimiento de poco más de dos por ciento del PIB en 2005 (el resultado final aún no se conoce), contra 4,9 por ciento alcanzado en 2004. Ese resultado frustrante se debe sobre todo a las altas tasas de interés impuestas por la autoridad monetaria.
Brasil tiene una economía aún sujeta a muchas presiones inflacionarias coyunturales, con oscilaciones de precios que dependen de la política monetaria adoptada.
En el año pasado, por ejemplo, los alimentos en su conjunto tuvieron precios estables, subiendo solo 1,99 por ciento. Pero mientras el tomate registró un alza de 50 por ciento, el precio del arroz cayó 21,45 por ciento.
El cambio favorable a las importaciones, con la cotización del real, la moneda nacional, subiendo 12,4 por ciento frente al dólar, hizo bajar en 8,49 puntos porcentuales los precios de televisores y aparatos de informática y en 6,91 el del trigo.
Pero el petróleo caro elevó en 20,44 por ciento el costo del transporte en autobús, el medio más usado por los brasileños.
En Estados Unidos, la inflación varía poco porque los servicios tienen un gran peso en el costo de la vida y sus precios no oscilan tanto. En Brasil pesan más los alimentos y algunos bienes cuyos precios son inestables, por ello se necesita "mayor flexibilidad" al aplicar la meta inflacionaria, arguyó Freitas, un ex director del Banco Central.
El economista defiende esa política de metas, pero critica la rigidez de la actual dirección del Banco Central y los objetivos demasiado ambiciosos de reducción de la inflación en Brasil. "Chile se tomó 10 años para bajar su inflación a tres por ciento", recordó.
En Brasil, la inflación "oficial", es decir el IPCA, alcanzó 12,53 por ciento en 2002, a causa de una fuga de capitales que devaluó fuertemente el real, en vísperas de la elección del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, temido por el mercado financiero como candidato del izquierdista Partido de los Trabajadores.
El mantenimiento de la política económica conservadora del gobierno anterior permitió al actual recuperar la confianza del sistema financiero y bajar la inflación a menos de la mitad en tres años, es decir al 5,69 por ciento del año pasado, después de registrar 9,3 por ciento en 2003 y 7,6 por ciento en 2004.
En ese período, la cotización de la moneda, que había caído a casi cuatro reales por dólar a mediados de 2002, subió a los actuales 2,26 reales, afectando gravemente a algunos sectores exportadores, como la industria de calzados y textiles.
Para este año, Freitas espera que el Banco Central reduzca más rápidamente su tasa básica de interés, que aún está en 18 por ciento, ya que no hay fuertes presiones inflacionarias para mantenerla tan elevada. "La desaceleración económica permite menos rigor en la política monetaria", afirmó.
El ministro de Hacienda, Antonio Palocci, dijo esperar un crecimiento de cinco por ciento en el PIB de este año. Este es también el deseo del presidente Lula para mejorar sus posibilidades de reelección en los comicios de octubre.
La meta inflacionaria para 2006 es de 4,30 por ciento, con la misma tolerancia de dos puntos porcentuales. Para cumplirla se cuenta con otro factor favorable.
El Índice General de Precios (IGP) de la privada Fundación Getulio Vargas fue de sólo 1,22 por ciento en 2005, el más bajo desde su creación en 1945. Este indicador es usado en la corrección de varios precios, como alquileres, servicios de telecomunicaciones y electricidad.
Por tanto, en 2006 tales precios, que pesan mucho en el costo de vida de los brasileños, tendrán aumentos mínimos, contribuyendo a reducir la inflación.
En Brasil proliferaron los índices de precios en las décadas anteriores, producto de una persistente y elevada inflación, que alcanzó más de 40 por ciento mensual en 1994, cuando un exitoso plan de estabilización creó una nueva moneda, el real, y logró contener su devaluación.
El IGP es el más antiguo y presenta las mayores variaciones, porque le da más importancia a los precios del mercado mayorista, que tienen un peso de 60 por ciento en su conformación.
El IBGE creó sus propios índices para medir la inflación a partir de 1979. El IPCA es amplio porque mide la evolución del costo de la vida de las familias con ingresos mensuales de uno a 40 salarios mínimos (133 a 5.310 dólares). El Índice Nacional de Precios al Consumidor, INPC, comprende a las familias con uno a ocho salarios mínimos.
El INPC del año pasado fue de 5,05 por ciento, indicando que la inflación fue un poco menor para las capas más pobres de la población brasileña, para las cuales los alimentos tienen mayor peso.
