El incidente que sufrió en su vehículo oficial el primer ministro de Israel, Ariel Sharon, en la noche del 18 de diciembre, puede resultar un elemento clave a la hora de descifrar lo que ciudadanos de este país y palestinos pueden esperar este año.
Apenas salió de Jerusalén ese día, Sharon se sintió repentinamente enfermo, por eso su chofer giró en u en la autopista y regresó a la ciudad. Todavía no está claro si perdió el conocimiento camino al hospital. Pero lo que no está en duda es que sufrió un ataque menor. Sus médicos insisten en que no se produjo un daño duradero y que sus capacidades no fueron afectadas.
Sharón será sometido a un cateterismo el 5 de este mes para tratar una lesión de insuficiencia cardiaca, por lo cual deberá estar internado 24 horas en el hospital Universitario Hadasa Ein Karem, de Jerusalén.
El gobernante sufrió un leve infarto cerebral, aparentemente originado por una perforación del corazón de escasos milímetros que formó un coágulo que luego llegó al cerebro y que taponó brevemente una de las venas, hasta desintegrarse de forma natural.
Pero para Sharon, de 77 años y que es muy probable que sólo cumpla un periodo más como primer ministro si sale victorioso en las elecciones del 28 de marzo, ese encontronazo con la mortalidad puede haber sido un catalizador al momento de implementar cualquier política respecto del conflicto con los palestinos.
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La mayoría cree que el ex general y arquitecto de los asentamientos israelíes en territorios palestinos planea continuar con sus planes de deshacer su propia obra y evacuar ahora Cisjordania, como en agosto pasado lo hizo en Gaza.
Esa parece ser la respuesta más convincente de por qué abandonó al gobernante partido Likud —con una mayoría de legisladores de línea dura que se oponen a la retirada de los territorios ocupados— para establecer uno nuevo: Kadima ("Adelante" en hebreo).
En 2006, esta lógica será puesta a prueba. ¿Delineará Sharon un anteproyecto para desmantelar las colonias israelíes en Cisjordania o se demostrará que eran verdaderas las sospechas palestinas de que la salida de Gaza fue para reforzar el poder israelí en el resto de la ocupación?
Si la retirada israelí de Gaza despertó un renovado brío en cuanto a las posibilidades de paz, los hechos de violencia de las vísperas de año nuevo hicieron todo lo posible para extinguir estas esperanzas.
Insurgentes palestinos volvieron a disparar misiles contra Israel, a la par de que se reanudaron los ataques suicidas, mientras que Israel retomó su práctica de asesinatos selectivos de líderes rebeldes.
Además, en los últimos días de 2005, armas de artillería israelíes comenzaron a bombardear una franja del territorio de Gaza septentrional, en un esfuerzo por crear una zona de exclusión. El plan era forzar a quienes disparan los misiles a quedar fuera del alcance de las localidades israelíes.
Para la primera parte de 2006, israelíes y palestinos centrarán su atención menos en el otro y más en sí mismos, dado que ambos pueblos celebrarán elecciones.
Los palestinos serán los primeros al concurrir a las urnas el 25 de este mes para renovar el parlamento.
La elección hace un año de Mahmoud Abbas como presidente palestino, sobre la base de terminar con el caos y la violencia en Cisjordania y Gaza, momentáneamente levantó los ánimos de sus ciudadanos.
Pero el líder palestino llega a estos comicios parlamentarios significativamente debilitado —a los ojos de su propio pueblo y del mundo— y a la cabeza de un gobernante partido Fatah que aparece desorientado.
Para determinar la lista electoral de Fatah, los jóvenes activistas que crecieron en los territorios ocupados por Israel y que dirigieron la Intifada (insurrección popular) han desafiado a los veteranos dirigentes teñidos por la corrupción, que acapararon la mayor parte de las posiciones de poder cuando regresaron a su tierra a mediados de los años 90 con Yasser Arafat, su hoy fallecido líder histórico.
El caos se profundizó en los territorios. En los últimos meses, grupos armados comenzaron a secuestrar a extranjeros en Gaza, algunos reclamando trabajo y otros la liberación de prisioneros de cárceles israelíes o palestinas. Hasta ahora, los secuestrados fueron liberados sin evidenciar daños.
Combatientes de las Brigadas Mártires de Al Aqsa, una organización insurgente asociada a Fatah, también ocuparon oficinas electorales para protestar por la ausencia de sus representantes en la lista del partido.
Los rebeldes intercambiaron fuego con la policía palestina en las últimas semanas, cuando intentaron tomar la principal oficina electoral de la ciudad de Gaza, en un incidente que duró varias horas.
La crisis de la ley y el orden y la división dentro de Fatah le abrió el camino a Hamas. En marcado contraste con Fatah, ese grupo islámico, que compite en las elecciones parlamentarias por primera vez, ha sido un modelo de disciplina, presentando su lista sin ninguna disputa interna visible.
Tan grave es la posición de Abbas y de Fatah, que incluso se especuló con una victoria de Hamas, especialmente debido a los recientes triunfos del movimiento islámico en los comicios locales de las principales ciudades de Cisjordania.
Una victoria de Hamas podría dar una nueva forma, de modo drástico, a la realidad diplomática de la región en 2006.
El Congreso legislativo de Estados Unidos ya amenazó con cortar la asistencia a la Autoridad Nacional Palestina si Hamas participa en el gobierno.
El representante de Política Exterior de la Unión Europea, Javier Solana, dijo que, para ese bloque, será difícil apoyar un gobierno palestino que incluyera un partido que aprueba la violencia y que se opone al derecho de Israel a existir.
Muchos israelíes verían una victoria de Hamas como una reivindicación de su punto de vista de que del lado palestino no hay un socio para la paz.
Una minoría cree, sin embargo, que la inclusión de Hamas en el proceso político moderará a este movimiento radical islámico y, en última instancia, lo transformará en un potencial socio negociador.
En agudo contraste con Abbas, el primer ministro israelí está en la cresta de la ola de popularidad. Tras haber implementado con éxito su plan de retirada de Gaza, pese a la vociferante oposición de los colonos judíos y de legisladores del Likud, está en carrera para un tercer periodo de gobierno.
Al comenzar 2006, las encuestas proyectan que Kadima, su nuevo partido, puede ganar unos 40 escaños de los 120 del parlamento (la Knesset). Su rival más cercano, el Partido Laborista, languidece con 20 escaños en las encuestas, mientras que su ex partido Likud ronda los 15. Ni siquiera su pequeño quebranto de salud pudo afectar los resultados de las encuestas.
Si las consultas de opinión de voto se mantienen estables, y en última instancia resultan ser precisas, Sharon estará en posición de establecer un gobierno de centro aliado con el Partido Laborista, abriendo el camino para una posible retirada de Cisjordania.
Por ahora, sin embargo, el primer ministro insiste en que la hoja de ruta para la paz, respaldada internacionalmente y que estuvo moribunda casi desde que se lanzó, hace tres años, está en camino de concretarse.
La mayoría de los israelíes, especialmente aquellos que intentan votarlo, no creen en Sharon. Ellos saben que el primer ministro nunca fue entusiasta respecto de la hoja de ruta y esperan que realice otra retirada unilateral, esta vez de Cisjordania.
Pero Sharon puede no tener intenciones de ceder más territorio.
No hay que esperar ninguna respuesta al enigma de Sharon en la primera mitad de 2006. Si gana las elecciones, estará ocupado estableciendo un gobierno y luego intentando que el parlamento apruebe el presupuesto.
Quienes esperan saber si Sharon cree que ya forjó su lugar en la historia retirándose de Gaza o si todavía alberga más planes para Cisjordania, probablemente tendrán que esperar hasta la segunda mitad del año.