El nuevo primer ministro de Costa de Marfil, Charles Konan Banny, debe superar su primer gran desafío: pacificar el país enfrascado en una ola de violencia y atentados que ponen en jaque las elecciones de este año.
Konan Banny fue designado en los primeros días de este mes para colaborar con el presidente Laurent Gbagbo en la formación de un gobierno de transición que intentará desarmar a varias facciones armadas y preparar los comicios, previstos para octubre.
Pero un atentado contra la base militar de Akouedo, en el este de Abidjan, terminó de desatar una crisis que podría descarrilar el proceso electoral.
En las primeras horas del lunes 2, un grupo armado atacó la base de Akouedo. Tres soldados y siete atacantes habrían muerto en enfrentamientos, aunque algunas fuentes hablan de una docena de víctimas.
Más tarde, cinco efectivos fueron detenidos por conspirar con los atacantes.
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Las autoridades niegan las versiones de que los enfrentamientos fueron en realidad el resultado de un motín de soldados que protestaban por diferencias salariales.
"Si el ataque a Akouedo fue en realidad un intento de abortar un motín, no deberíamos sorprendernos. La caja de Pandora se abrió el 24 de diciembre de 1999 y posiblemente no se cierre pronto", sostuvo Antoine Koffi, funcionario público en Abidjan, aludiendo al golpe contra el presidente Henri Konan Bedié, liderado por el general Robert Guei.
El derrocamiento de Bedié, el primer golpe de Estado en Costa de Marfil, marcó el comienzo de un ciclo de violencia que también incluyó un frustrado intento de derrocar a Gbagbo en septiembre de 2002.
Desde entonces, este país de África occidental ha estado dividido en dos: el norte, dominado por las insurgentes Nuevas Fuerzas, y el sur, controlado por el gobierno. Las dos áreas están separadas por una zona bajo supervisión de la Organización de las Naciones Unidas y de Francia.
La tensión en Akouedo continuó el martes 3, cuando el comandante Ange Kessy Kouame, que investigaba el ataque del día anterior, fue agredido a balazos por desconocidos, que no lograron matarlo.
Los atentados en Akouedo se sumaron a una larga lista de acciones contra instalaciones militares y policiales en los últimos meses. En diciembre, la base policial más grande del país, en Abidjan, fue atacada por un grupo armado.
Algunos miembros del gobierno responsabilizan del último atentado a las Nuevas Fuerzas, mientras los rebeldes acusan a Gbagbo y los altos mandos militares.
Otro atentado que conmovió al país fue la profanación de la tumba de la madre del líder opositor Alassane Ouattara. Su cadáver fue desenterrado por desconocidos el 19 de diciembre, un día después de que fuera inhumado.
Ouattara ha estado en el centro de un acalorado debate por la reforma constitucional de 2000 impulsada por Bedié, que establece que los candidatos a la Presidencia deben tener padres marfileños. La enmienda fue vista como una movida para impedir que Ouattara, de padres extranjeros, se presentara en los comicios de ese año, en los que triunfó Gbagbo.
El líder opositor y ex primer ministro es un musulmán del norte, donde predomina la fe islámica, y ha luchado durante años en contra de la discriminación de parte de los habitantes del sur.
La campaña de Bedié a favor de los "marfileños étnicos" fue de la mano con un aumento de la xenofobia.
Inmigrantes de países como Burkina Faso y Malí constituyen una parte importante de la población de Costa de Marfil, y con frecuencia ocupan los empleos que los marfileños desprecian.
Los sentimientos xenófobos se fortalecieron a fines del siglo XX, en medio de una crisis económica ocasionada por la caída de los precios de las materias primas.
"Es una lástima que cada año el país tenga que vivir acontecimientos como éste. Vivimos en la incertidumbre y no sabemos qué será de mañana", sostuvo el empresario Tarek Faouzi.
Costa de Marfil es el mayor productor de cocoa y un importante exportador de café. Sin embargo, ambos sectores se han visto afectados por la persistente inestabilidad política.
Diplomáticos y analistas entrevistados por IPS coincidieron en que el atentado del día 2 fue una muestra de rechazo al nuevo gobierno, que incluye a insurgentes, como el líder de las Nuevas Fuerzas, Guillaume Soro.
"Hay que recordar que este gobierno fue formado con dificultad, y que grupos de jóvenes erigieron barricadas en ciertas partes de Abidjan para protestar" contra él, dijo el analista político y sociólogo Paul N'da.
"Imagine si los nuevos reclutas del ejército, más de 4.000, se unen a las protestas de estos jóvenes. Cualquier cosa podría afectar al proceso electoral en marcha", añadió.
Por su parte, Thierry Legre, de la Alianza de Jóvenes Patriotas que apoya a Gbagbo, aclaró que su organización no estaba vinculada con los últimos atentados.
"Admitimos haber protestado cuando se anunció la composición del nuevo gobierno. Pero en nombre del bien nacional, nos detuvimos. No tenemos ninguna intención de organizar ataques contra nosotros mismos", subrayó.