Tres meses después de que el huracán Katrina devastó la costa estadounidense del golfo de México, el alcalde de Nueva Orleans, Ray Nagin, aportó pocas respuestas a las preguntas de cientos de confundidos, desesperados, enojados y frustrados damnificados.
Los evacuados congregados en la alcaldía para formular sus reclamos habían sido urgidos por Nagin a volver a Nueva Orleans, la ciudad más importante del sudoriental estado de Louisiana.
Setenta y cinco por ciento de los participantes en la reunión eran negros, así como la inmensa mayoría de las víctimas del huracán.
El alcalde les prometió remolques, electricidad, agua corriente y ayuda para encontrar trabajo mientras se encontraban temporalmente en lugares distantes, intentando recomponer sus vidas luego del desastre desatado el 29 de agosto.
Pero los damnificados le narraron a Nagin y a sus colaboradores los problemas que sufrían de regreso en la ciudad, y que revelaban una abigarrada burocracia caracterizada por la desinformación y aparente falta de interés de sus funcionarios.
[related_articles]
La desaprobación de lo actuado por todos los niveles del gobierno se manifestó en esa reunión con furia.
Muchos relataron cómo pasaban días tratando de contactar a agencias locales, estaduales y federales de ayuda, sólo para encontrar, a menudo, que sus teléfonos estaban fuera de servicio.
A otros se les dijo que concurrieran a centros establecidos por la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) y que entonces estaban cerrados.
Una mujer, que había viajado 800 kilómetros desde Atlanta, dijo que la Administración de Pequeñas Empresas le había concedido un préstamo para la reconstrucción de su vivienda, aunque todavía no recibió el dinero.
Al día siguiente de firmado el crédito, la FEMA le notificó que había perdido el derecho a recibir vales de alimentos o los gastos de su vivienda temporaria.
Otra mujer le informó al alcalde Nagin que había cumplido regularmente con el pago de su hipoteca, a pesar de que los daños causados por el huracán a su vivienda le impedían habitarla. El alcalde le respondió que los prestamistas locales le aseguraron que serían flexibles con los buenos pagadores.
Una anciana que reclama el cuerpo de su esposo, fallecido durante la inundación, vio su solicitud rechazada porque no comenzaron aún las pruebas de ADN en la morgue central, a falta de un contrato con el laboratorio a cargo de los análisis.
El propietario de una empresa de cuidado de árboles lamentó que contratistas ajenos al estado de Louisiana se encargaran del trabajo que él realizó en Nueva Orleans durante los últimos 20 años.
Y aseguró que nunca fue contactado por la FEMA, a pesar del compromiso de la agencia de favorecer a firmas locales.
Varios participantes en la reunión fueron urgidos por las autoridades a buscar otros refugios por el cierre de los que estaban ocupando, según le dijeron ellos mismos al alcalde. Muchos debían pernoctar en camiones, automóviles o, directamente, en la calle.
Y otros se quejaron de falta de escuelas, a pesar de que se les había alentado a regresar a la ciudad.
Todos esperan la ayuda que les habían prometido pero que aún no llegó.
"Uno viene a estos centros de la FEMA, se sienta todo el día y no obtiene respuestas, sino evasivas. Nos dicen que debemos estar 'pendientes'. ¿Qué quieren que hagamos? ¿Estar 'pendientes' de por vida? Yo perdí todo", dijo una mujer cuya vivienda y comercio fueron destrozados por la tormenta.
El alcalde Nagin escuchó atentamente cada planteo. Respondió a algunos con vagas generalidades y remitió otros a su equipo, prometiendo que actuaría rápida y apropiadamente.
Actualmente, Nagin dirige otras reuniones de este tipo en ciudades donde residen temporariamente miles de desplazados de Nueva Orleans, y continúa pidiéndoles que vuelvan.
Muchos de los ciudadanos que asistieron a esta reunión en la devastada ciudad vivían en el Noveno Distrito, el área más pobre de la ciudad, la más golpeada por el huracán y por la inundación que originó, dado que se encuentra por debajo del nivel del mar.
Mientras, Katrina desapareció, gradual pero constantemente, de las prioridades de los medios de comunicación. Como el presidente George W. Bush ya no visita las áreas afectadas, al parecer los medios tampoco.
"Con toda la cobertura que recibió este desastre y habiendo dañado tan severamente la credibilidad del gobierno de Bush, es sorprendente que estas personas hayan sido olvidadas tan rápidamente por nuestro gobierno", dijo a IPS el reverendo Tim Simpson, de la Alianza Cristiana.
Según Simpson, el presidente "despreocupadamente desplazó" su atención a otros asuntos "como la reforma de la inmigración, como si la costa del golfo de México estuviera estable o reparada".
"Lo que este problema necesita es atención sostenida del presidente. Si las personas pensaran que él estuvo haciendo algo para mejorar la vida de los estadounidenses, probablemente no necesitaría un cambio de cara extremo", agregó.
También hay señales de que una propuesta de investigación legislativa sobre la respuesta del gobierno al desastre podría estancarse en pantanos jurisdiccionales y luchas internas de los partidos.
Desde el comienzo del desastre, la senadora Mary Landreau, representante del opositor Partido Demócrata por el estado de Louisiana, urgió al Congreso legislativo a asignar grandes sumas de dinero al alivio y la reconstrucción, en un estilo que enojó a algunas de sus colegas.
En contraste, senadores del meridional estado de Mississippi —partes del cual también resultaron devastadas por el huracán— actuaron con más "tranquilidad".
Pero algunos funcionarios de Louisiana sugieren que la política partidaria juega un papel importante en la provisión de recursos. El estado tiene un gobernadora demócrata, Kathleen Babineaux Blanco, y Nueva Orleans es un baluarte de ese partido.
En cambio, Mississippi es fuertemente republicano. Su gobernador, Haley Barbour, fue presidente del Comité Nacional Republicano y tiene vínculos cercanos con el gobierno de Bush.
Documentación difundida el lunes por la gobernadora Blanco revela el caos total que existió entre las autoridades locales, estaduales y federales en los días previos, durante y después del azote del huracán.
Estos datos sugieren que las autoridades federales estaban intentando desviar la responsabilidad hacia la gobernadora mientras, de hecho, nadie estaba a cargo.
James McIntyre, portavoz de la FEMA, dijo la semana pasada que la agencia trabajaba tan rápidamente como podía para ayudar a los miles de personas que quedaron sin nada por culpa de la tormenta.
"Casi 1,5 millón de personas se registraron para recibir asistencia, y trabajamos para ayudarlos a todos", dijo McIntyre.
El administrador de un centro de asistencia de FEMA en el distrito de Lower Garden, en Nueva Orleans, dijo que la angustia de muchos de los usuarios de sus servicios era palpable.
"A medida que las personas ingresan, se vuelven desesperadas", dijo el empleado. "Están regresando, pensando que pueden vivir en sus antiguos hogares. Y entonces, de repente, no hay nada".
Los huracanes Katrina y Rita dejaron a más de 281.000 habitantes de Louisiana —14 por ciento de los trabajadores de ese estado— sin empleo.
En las primeras siete semanas posteriores a Katrina, los residentes de Louisiana presentaron 281.745 demandas relacionadas con el huracán para obtener subsidios por desempleo, superando a las 193.000 demandas presentadas de todo 2004, según el Departamento de Trabajo del estado.
La cantidad de reclamos es 13 veces superior a la normal para un periodo de siete semanas.