La tensión entre comunidades étnicas y religiosas de Iraq volvió a despertarse en las vísperas de las elecciones de este jueves, las terceras en menos de un año.
Tras los comicios parlamentarios del 30 de enero y el referéndum constitucional del 15 de octubre, las autoridades iraquies creen que la convocatoria a las urnas de este jueves constituirá el último paso de la actual transición política hacia la democracia.
A diferencia de las elecciones de enero, se espera que la minoritaria comunidad árabe sunita, que predominó en el régimen del depuesto presidente Saddam Hussein (1979-2003), concurra en masa a las urnas en esta oportunidad.
La Comisión Electoral de Iraq, informó que unos 7.000 candidatos repartidos en 228 listas competirán por los 275 escaños del parlamento, el cual elegirá gobierno para un periodo de cuatro años.
Las cuatro listas principales son las de la Alianza Iraquíes Unidos, coalición de los principales partidos representativos de la mayoritaria comundiad chiita, la Alianza de Kurdistán, de los dos principales partidos de la comunidad étnica kurda, la Lista Iraquí Patriótica del ex primer ministro Ayad Allawi, y el Frente Acuerdo Iraquí, que reúne a los tres principales partidos árabes sunitas.
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La mayoría de los 26 millones de iraquíes son chiitas (62 por ciento), la población hegemónica en el sur, mientras en el centro predominan los sunitas (35 por ciento), corriente islámico dominante en el mundo árabe y también en el régimen del hoy prisionero ex presidente Saddam Hussein.
En cuanto a la composición étnica de la población iraquí, los árabes constituyen las tres cuartas partes, mientras los kurdos, la mayoría de los cuales profesan el Islam sunita, suman 20 por ciento.
La comunidad kurda es mayoritaria en el norte, pese a la campaña de limpieza étnica implementada en el área por el gobierno de Saddam Hussein.
La decisión de participar en las elecciones provocó algunas divisiones entre los líderes sunitas.
Influyentes organizaciones religiosas, como la Asociación de Eruditos Musulmanes (MSA), dijeron que no participarán en ningún acto electoral "realizado bajo la ocupación" estadounidense. Pero la propia Asociación dejó de exhortar a boicotear las elecciones.
En otra señal de la ansiedad sunita por ocupar la mayor cantidad posible de escaños en el nuevo parlamento, la organización insurgente Jaish al-Islami (Ejército Islámico) dijo que los votantes no serán atacados.
Los sunitas también postularon a algunos candidatos estrella, como el ex futbolista Ahmad al-Razi.
En los últimos meses, dirigentes sunitas acusaron a la policía y las fuerzas armadas —controladas por los chiitas— de arrestos arbitrarios en los vecindarios sunitas de Bagdad y otras ciudades del centro del país.
Hace pocas semanas, se conoció la existencia de una cárcel clandestina en los sótanos del Ministerio del Interior, en el vecindario bagdadí de Jadiriya, donde unos 170 sunitas fueron torturados por milicias chiitas vinculadas con el partido del ministro, Jaber Bayan Solagh.
El resultado de la investigación oficial al respecto no se difundirán hasta el fin de las elecciones.
Los partidos chiitas son suspicaces acerca de la participación en estos comicios de los partidos sunitas, que, afirman, pretenden reformar la Constitución aprobada en referéndum en octubre.
"Algunas personas que trabajan para que se desconozca a la Constitución e intentan cambiarla. Debemos enfrentarlos y no permitirles ninguna invasión de los logros del pueblo iraquí", expresó Abdul-Aziz al-Hakim, líder del Consejo Supremo para la Revolución Islámica de Iraq, el mayor partido chiita del país.
Los chiitas también discrepan con los sunitas sobre asuntos como la erradicación del partido laico Baath, del ex presidente Saddam Hussein, y la resistencia armada contra el gobierno iraquí y las fuerzas estadounidenses aún apostadas en Iraq.
En un sorprendente desenlace, la máxima autoridad religiosa chiita, el Marjaia, se negó a apoyar una lista y exigió a los partidos políticos que se abstuvieran de utilizar símbolos religiosos en sus afiches electorales.
El pronunciamiento del Marjaia es considerado una señal de la insatisfacción del máximo líder religioso chiita, el gran ayatolá Alí al-Sistani, con el gobierno interino liderado por políticos de su propia comunidad.
Sistani había hecho campaña por la Alianza Iraquíes Unidos en las elecciones del 30 de enero.
Los líderes kurdos dijeron que preferirían no ingresar a una coalición con chiitas como la que ejerció el gobierno interino.
"Estamos preocupados por esa alianza, porque no ha honrado el protocolo firmado entre nosotros", manifestó Massoud Barzani, presidente de la región autónoma iraquí del Kurdistán.
El Partido Democrático de Kurdistán, que lidera Barzani, es uno de los principales componentes de la Lista Alianza de Kurdistán, junto con la Unión Patriótica de Kurdistán liderada por el presidente iraquí Jalal Talabani.
"Los kurdos ingresarán a una alianza con una lista que esté comprometida con un Iraq democrático y federal y con la actual autonomía kurda", dijo a IPS Hemin Miran, del Instituto de Kurdistán para Asuntos Políticos, organización de expertos de la septentrional ciudad de Arbil.
Una alternativa a los chiitas podría ser la lista de Allawi, dijo.