La creciente pobreza en África, azotada también por el hambre, las enfermedades y la guerra, se debe sobre todo a la gran carencia de empleos, advirtió la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
El producto interno bruto (PIB) africano registró un significativo aumento, pero "la pobreza ha sido indiferente al crecimiento económico".
"Lo que impulsa esta tendencia es que la mayoría de los habitantes no tienen empleo o fuentes de ingresos seguras", señala el "Informe económico sobre África 2005: enfrentando los desafíos del desempleo y la pobreza".
El estudio de 297 páginas es el sexto de una serie de trabajos elaborados cada año por la Comisión Económica para África (Cepa), agencia de la ONU con sede en Addis Abbeba.
El informe 2005 sostiene que el desempleo es uno "de los más grandes desafíos" en el camino para el desarrollo del continente.
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Max Lawson, de la organización humanitaria Oxfam, destacó que la Cepa siempre ha tenido una visión poco ortodoxa de los problemas en África, lejos de las recetas promovidas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y por el Banco Mundial.
El activista indicó que la mayoría de los gobiernos africanos están obligados a cumplir las exigencias de los organismos multilaterales de crédito y, por tanto, tienen muy poco margen para decidir qué políticas adoptar.
El Banco Mundial y el FMI "deben dejar de presionar a los gobiernos africanos para que adopten modelos que no funcionan. A estos gobiernos se les debería permitir controlar sus propias políticas económicas", afirmó.
El desempleo promedio en África septentrional es de 10 por ciento, y en África subsahariana, de 11 por ciento, señaló la Cepa.
"Se trata del segundo y del tercer índice más altos del mundo, detrás del registrado en la región de Medio Oriente", según el estudio.
Pero el panorama es todavía más sombrío porque las cifras no incluyen al alto número de trabajadores pobres ni a aquellos que ya han renunciado a la idea de buscar un empleo decente, y por tanto no son contados.
Según las tendencias demográficas en curso, se estima que África debe crear unos ocho millones de nuevos empleos cada año para absorber el creciente número de personas que buscan trabajo.
"La creación de más empleos decentes y accesibles a los pobres constituye el canal más efectivo para enfrentar la pobreza en África", afirmó el saliente secretario ejecutivo de la Cepa, Kingsley Amoako.
El vínculo entre pobreza y el desempleo ha sido reconocido al más alto nivel político en las últimas tres décadas, indicó.
En su cumbre de Burkina Faso el año pasado, los jefes de Estado y de gobierno de la Unión Africana (UA) adoptaron la "Declaración sobre el empleo y el alivio de la pobreza", en la que se comprometieron a luchar contra la miseria a través de la creación de fuentes de trabajo.
El estudio de la Cepa reconoce cuatro desafíos: lograr una transformación estructural para acabar con la subutilización (desempleo más subempleo) en el ámbito rural, reducir el creciente desempleo juvenil, aprovechar el proceso de globalización para crear puestos de trabajo decentes, y promover un ambiente ideal para la expansión del sector privado y de las inversiones, con miras a dar lugar a nuevos empleos.
El estudio subraya que el desempeño macroeconómico del continente mejoró desde los años 90, pero con muy poco impacto en el panorama laboral.
El PIB anual promedio de África creció de forma sostenida, pasando de menos de tres por ciento en 1998 a 4,6 por ciento en 2004. "Sin embargo, el desempleo se mantiene en torno de 10 por ciento desde 1995", señala la Cepa.
El estudio indica que, para crear empleos, las economías africanas deben dejar de estar basadas sobre la agricultura tradicional, de baja productividad, para concentrarse en la agricultura intensiva y promover el crecimiento de los sectores industrial y de servicios, aprovechando las ventajas de la globalización.
Para esto se necesitan líderes políticos que sepan administrar la economía y le den a la creación de empleos la máxima prioridad en los programas nacionales de desarrollo y de lucha contra la pobreza, subrayó la Cepa.
La reducción de la pobreza extrema y el hambre a la mitad son parte de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, adoptados por todos los países miembros de la ONU en 2000, así como la educación primaria universal, la reducción de la mortalidad materna en tres cuartos, de la mortalidad infantil en dos tercios, y el combate al sida, la malaria y otras enfermedades.
Las metas específicas deben cumplirse antes de 2015 y tienen como referencia los niveles de 1990.
El director del independiente Instituto para el Desarrollo Africano, con sede en Nueva York, Kwame Akonor, duda que el sector político africano pueda asumir esos desafíos
"La responsabilidad de los fracasos de África en la búsqueda del desarrollo, a pesar de casi medio siglo de independencia de los imperios europeos, reside sobre todo en sus líderes políticos", sostuvo.
Los políticos africanos, sostuvo Akonor, lejos de buscar alternativas, siguen defendiendo las políticas que más debilitan a las sociedades.
"Las reformas neoliberales por sí solas, con su énfasis en el crecimiento económico por encima de la igualdad social, no pueden transformar las actuales economías africanas dependientes para que sean sustentables por sí solas", dijo a IPS.