El acceso de los desposeídos del mundo a las tecnologías de la información y las telecomunicaciones no reducirá la pobreza de manera automática.
Unas 17.000 personas asisten en Túnez a la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información con el fin de achicar la brecha digital, es decir la diferencia en el acceso a Internet y otros instrumentos tecnológicos entre países ricos y pobres, e incluso dentro de las propias naciones.
¿Pero Internet y la telefonía celular ayudarán a más gente a salir de la pobreza que aqueja a miles de millones de personas en tantos países? Y si eso fuera cierto, ¿cuál es el mejor modo de afrontar el desafío? ¿Deben asignarse los recursos a las personas o a las empresas?
Reducir la pobreza mundial a la mitad para 2015 es la meta central de los Objetivos de Desarrollo de las Naciones Unidas para el Milenio.
El secretario general de la ONU, Kofi Annan, dijo en la Cumbre el miércoles que las tecnologías de la información y la telecomunicación podrían ubicarse en la vanguardia de esa campaña.
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Estas tecnologías podrían "traer nuevos beneficios para todas las clases sociales", declaró. La Cumbre, agregó Annan, "debe generar un nuevo impulso hacia el desarrollo de las economías y las sociedades de los países pobres, y transformar la vida de los desposeídos".
Pero el investigador canadiense Laurent Elder sugirió, en un taller realizado en el marco de la Cumbre este jueves, que se requiere más investigación antes de concluir que el aliento de la informática y las comunicaciones inevitablemente reduce la pobreza.
"La gente usa esta tecnología, primero que nada, para comunicarse unos con otros. ¿Eso tiene un efecto sobre la pobreza? Sí, probablemente sí, pero es muy difícil de medir", dijo Elder, jefe de equipo del programa Pan Asia Networking del canadiense Centro de Investigaciones para el Desarrollo Internacional (IDRC).
Un proyecto por el cual agricultores de Senegal reciben actualizaciones diarias del precio de sus productos implicó un aumento de ingresos mensuales de 100 dólares para 150 campesinos. Éste es un caso exitoso, pero otras investigaciones muestran resultados inquietantes.
Algunas comunidades pobres de Sri Lanka están gastando hasta 15 por ciento de sus ingresos en telecomunicaciones. "Eso es una enormidad", dijo Elder. "¿Es bueno? ¿O estamos empobreciendo a la gente?"
India apuesta que no.
Cien organizaciones de voluntarios, 22 departamentos gubernamentales, 34 empresas y 18 centros académicos anunciaron en Túnez el miércoles que conectarán a Internet a 1,2 millones de indios —un hombre y una mujer en cada poblado— para introducir a sus localidades en la era de la información.
Otro proyecto indio, Mission 2007, del Instituto de Investigaciones Internacionales de Cosechas para Trópicos Semiáridos, aún está dedicado a entrenar a jóvenes de áreas rurales para que presenten las nuevas tecnologías en sus comunidades.
Y en Madagascar, agricultores y artesanos viajan horas enteras para llegar a centros de información donde acceder a Internet, en los que tratan de hallar métodos para mejorar su producción y nuevos mercados para sus productos.
Pero la directora del Centro Técnico de Información de Madagascar, Andramihaja Helene Marie, fue inequívoca al contestar si estos servicios fortalecen a individuos o a empresas. "A empresas", respondió.
Además de ofrecer acceso a Internet a microempresas, el Centro apoya a otras 800 pequeñas y medianas empresas de esta nación isleña africana.
"El objetivo es que cada empresa gane experiencia, se amplíe, aumente sus ingresos y, de ese modo, reduzca la pobreza", dijo Andramihaja, entrevistada en Túnez luego de participar en un taller sobre pequeñas y medianas empresas y tecnologías de la información.
El taller fue parte del proyecto Compartiendo el Futuro, desarrollado luego de la primera fase de la Cumbre, realizada en 2003 en Ginebra.
"Los gobiernos holandés y tunecino se acercaron a nosotros para decirnos que, si el sector privado es el motor del crecimiento en el mundo en desarrollo, deberíamos hacer algo para respaldarlo con tecnología", dijo Hans Pruim, de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (Onudi).
Esta agencia y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) invitaron a representantes de 60 organizaciones no gubernamentales y pequeñas y medianas empresas a participar en el taller.
La Onudi centra sus actividades en ayudar a los gobiernos para que desarrollen políticas e instituciones de aliento de las tecnologías de la información y las telecomunicaciones a las micro, pequeñas y medianas empresas.
Muchas actividades se desarrollan en el sector agrícola de África subsahariana, dijo Pruim a IPS. "Si podemos ayudar con programas de tecnología que creen empleos concretos, crearemos riqueza y reduciremos la pobreza", agregó.
Pero el investigador Richard Duncombe, de la británica Universidad de Manchester, dijo que la atención debería concentrarse en menos empresas del mundo en desarrollo, pero con mayores posibilidades de expansión.
Duncombe reconoció, de todos modos, que la mayor demanda no se ubicaba en esas empresas, sino en la mayoría de los pobres que se desempeñan en "empresas de subsistencia".
La inversión podría gotear hacia las empresas más chicas, explicó.
"Las tecnologías de la información y las telecomunicaciones son esencialmente instrumentos que pueden utilizarse para aumentar la competitividad de una economía y la productividad de las empresas", sostuvo.
"El problema con la brecha digital es que existe cierta obsesión por crear un campo de juego nivelado, por la inclusividad y por atacar un problema que es demasiado grande como para que las tecnologías lo resuelvan", consideró.
"Los problemas de la pobreza y de la indigencia rural no tiene nada que ver con las tecnologías de la información y las telecomunicaciones, sino con una gran gama de otros asuntos, como el agua, el saneamiento y la salud", concluyó Duncombe.