Más de 150 años después de que sus ancestros llegaran a Malasia para trabajar en plantaciones de caucho de hacendados británicos, la minoría india está a la deriva y con poco que llamar suyo en su propia tierra.
Otra vez, la apremiante situación de esta comunidad es objeto de intensos debates.
Las empresas turísticas que promueven Malasia como destino afirman que este país es la "verdadera Asia" y proyectan una imagen de sociedad próspera y plural. Pero, en realidad, existe un resentimiento subyacente, en particular entre los indios de origen tamil.
Luego de trabajar en las plantaciones de caucho y palma de aceite y en obras públicas, los malasios de origen indio representan ocho por ciento de la población pero poseen menos de dos por ciento de la riqueza, indicaron este mes economistas en un foro de expertos sobre esta minoría.
Se trata del tercer grupo étnico de Malasia, detrás de los malayos nativos y la comunidad china.
Los indios aún no han descubierto cómo desarrollar sus talentos como comunidad, ni encontraron una expresión adecuada para su cultura o herramientas para afirmar su identidad.
En 2004, la minoría india concentraba 15 por ciento de delincuentes juveniles, 40 por ciento de los autores de delitos violentos y casi la mitad de la población carcelaria, el perfil típico de un grupo social desamparado.
Los malayos constituyen casi 60 por ciento de los 25 millones de habitantes, mientras que los chinos, económicamente dominantes, representan 25 por ciento. El resto se compone en su mayoría de pequeños grupos indígenas.
"Llegamos aquí con unas pocas ollas y sartenes. Tres o cuatro generaciones más tarde, la mayoría de nosotros no estamos más acomodados que nuestros ancestros", dijo a IPS el ex sindicalista A.V. Kathiah. "Algunos indios ni siquiera tienen eso: se han convertido en mendigos".
"Somos marginados y olvidados, no sólo por el Estado, sino también por nuestros propios líderes indios", agregó. Tampoco pueden participar en la elaboración de las políticas. "Nuestro futuro es realmente sombrío", opinó.
Estos argumentos son familiares. Han sido repetidos durante décadas.
A pesar de las quejas, a algunos indios les ha ido bien. Han escalado posiciones en materia de educación y logran salir de la pobreza. Muchos se desempeñan hoy, con éxito, como médicos, ingenieros, contadores y empresarios.
Pero los expertos consideran que la mayoría de los indios malasios están atrapados en una silenciosa desesperación.
Mustapha Mohamad, director de la Unidad de Planeamiento Económico del gobierno, explicó este mes a 500 intelectuales indios las políticas diseñadas por la administración para esa comunidad.
En determinado momento, Mohamad pidió a quienes estuvieran satisfechos con las medidas del gobierno que levantara la mano, pero nadie lo hizo, según un profesor universitario que asistió a la conferencia.
Entonces, el funcionario, máximo planificador económico del gobierno, preguntó quién cuestionaba las medidas. "Todos levantamos la mano", dijo a IPS el informante. "Le dijimos claramente que el gobierno había hecho poco o nada".
El problema, sin embargo, no se reduce a la negligencia gubernamental, dijeron los expertos.
El gobierno dominado por malayos favorece abiertamente a la comunidad mayoritaria y les brinda las máximas ventajas, como becas, préstamos empresariales, empleo, entrenamiento industrial. Mientras, le niega a la minoría india las demandas de acción afirmativa.
"No estamos pidiendo limosnas", dijo Denison Jayasooria, director ejecutivo de la Fundación Estratégica Social, grupo privado de expertos dedicado al estudio de los problemas de la comunidad india.
"Hay políticas del gobierno para ayudar a los indios, pero la implementación ha sido débil", expresó Jayasooria. "Si no nos enfrentamos con eso, habrá un gran descontento".
Las autoridades deberían contratar a más indios como empleados del Estado, asegurarles más plazas de estudio y docencia en las universidades públicas y facilitar los préstamos para que los miembros de esa comunidad instalen sus empresas, opinó.
El gobierno estableció un sistema de cuotas por el cual a los indios les corresponde entre cinco y 10 por ciento de los cupos y becas universitarias, y una cantidad mínima de empleos estatales.
Un pequeño grupo dentro de la comunidad utilizó esas herramientas para salir de la pobreza, pero la mayoría no pudo aprovechar esa puerta de escape.
Algunos expertos atribuyen la persistencia de la pobreza a la profunda división por castas, clases y etnias existente dentro de la propia comunidad.
Eso se debe a factores históricos que se remontan al colonialismo británico, que creó artificialmente una comunidad india estructurada con malayalees, los más ricos y de casta superior, y tamiles de castas alta y baja, que constituyen alrededor de 80 por ciento de la comunidad.
Los malayalees y los tamiles de casta alta se beneficiaron de la proximidad a los británicos y lograron acumular riquezas y progresar. Mientras, las masas obreras de los tamiles quedaron atrapadas en las plantaciones de caucho, en medio de la miseria, encerradas por una jungla impermeable a cualquier influencia moderna.
Al igual que los chinos, los malayalees y los tamiles de casta alta forjaron redes a las que recurrir en sus tierras de origen y tuvieron la opción de regresar a ellas o mudarse a otros lugares.
En cambio, los obreros tamiles dieron la espalda a las aldeas de las que procedían. La ignorancia y la apatía nacidas de la pobreza en las plantaciones le impidieron a muchos de ellos obtener la ciudadanía malasia, lo que les impidió obtener empleo o beneficios sociales.
Los tamiles sufrieron un considerable golpe cuando las plantaciones de caucho y de palma de aceite se convirtieron en campos de golf, viviendas y nuevos poblados, mientras el país experimentaba el auge económico de los años 90.
Muchos tamiles fueron desarraigados y terminaron como trabajadores no calificados, en tugurios urbanos, caldo de cultivo ideal para el delito, las drogas y el gangsterismo.
"Aquellos que se mudan a las ciudades a veces se encuentran en asentamientos miserables, inmersos en el delito, trabajando como obreros mal pagados porque carecieron de educación suficiente", dijo el activista social S. Arulchelvam.
La llegada de varios millones de trabajadores de otros países cercanos volvió a los obreros tamiles en irrelevantes para la economía, marginando aun más a la comunidad y empujando a algunos jóvenes al delito.
A diferencia de otros grupos étnicos de India, los tamiles no pudieron explotar plenamente la educación como herramienta de escape. Las escuelas tamiles fueron descuidadas no sólo por el estado, sino también por la propia comunidad.
Hasta ahora la educación no figura como una de las prioridades de los obreros tamiles.
El Congreso Malasio Indio (MIC), dominado por los tamiles, probó varios esquemas para dar a su gente participación en la economía, a través de la creación de cooperativas o del establecimiento de una corporación de propiedad únicamente india.
Estos proyectos fracasaron, no sólo por mala administración sino también debido al desvío de fondos cometido por las propias personas a las que se había confiado el dinero ganado.
El liderazgo político del MIC y su visión también están estancados. Aunque aliado del gobierno, el MIC, liderado por Samy Vellu desde 1979, no fue capaz de presionar a las autoridades para mejorar la suerte de los tamiles.
"Samy Vellu dirige el partido como un señor feudal y toma todas las decisiones, se aferra al poder y probablemente muera en la oficina", dijo un académico.
Siendo una minoría, los indios carecen de fuerza numérica para ejercer influencia política o para hacer una contribución significativa a la economía nacional.
La situación apremiante de las masas tamiles se origina en su propia apatía, en los efectos de la explotación sistemática y, ahora, en el descuido por parte de la Malasia independiente.
Pese a docenas de seminarios y estudios realizados al respecto, ni los líderes comunitarios ni el MIC lograron elaborar un plan sistémico que el gobierno pueda usar para ayudar a los tamiles, que están sin timón y a la deriva.
La negligencia suscita una fuerte insatisfacción y enojo en la comunidad, lo que exige una atención urgente. (