Funcionarios y expertos en política exterior de Estados Unidos muestran pesimismo ante el referéndum constitucional del sábado en Iraq, pues, al margen del resultado, ese país se acerca a una guerra civil que desestabilizaría a todo Medio Oriente.
La aprobación del proyecto de constitución alejaría aun más a la población sunita del proceso político, alimentando una insurgencia que no ha podido ser sometida ni por los 150.000 soldados estadounidenses ni por los 200.000 iraquíes que, según Washington, se sumaron a las fuerzas armadas nacionales.
Si, en cambio, la población sunita y otras comunidades descontentas son capaces de derrotar la iniciativa, el proceso constitucional debería volver a fojas cero.
El proyecto podría ser rechazado por una mayoría de dos tercios en al menos tres provincias, un escenario más que improbable, de acuerdo con todas las estimaciones. Tal posibilidad bien podría hacer que chiitas y kurdos se inclinen a recrudecer su ofensiva contra los sunitas.
"Un rechazo de la constitución podría intensificar el conflicto sunita-chiita-kurdo", con "probabilidad de una represalia chiita", dijo al diario The New York Times Noah Feldman, profesor de derecho de la Universidad de Nueva York y asesor de la Autoridad Provisional de la Coalición, máxima autoridad civil de la ocupación disuelta el año pasado.
"El hecho que los chiitas todavía no hayan orquestado una campaña sistemática de represalia en respuesta a los ataques sunitas es lo único que de momento se interpone en el curso de una inminente guerra civil en Iraq", advirtió.
Algunos expertos creen que, de alguna manera, la guerra civil ya ha comenzado, aunque todavía no se haya desplegado abiertamente y en toda su dimensión.
"Ya estamos ante una guerra civil horripilante, que no tiene necesariamente un día de comienzo ni un motivo en particular", expresó la semana pasada Nathan Brown, experto en constituciones árabes del Fondo Carnegie para la Paz Internacional.
"Si creemos lo que nos cuenta la gente que está ahí, podemos decir que ya hay episodios de limpieza étnica en algunos barrios y zonas del país", sostuvo Brown. "No creo que el referéndum sea un disparador que vaya a empeorar la situación, aunque tampoco pienso que la vaya a mejorar."
"Nosotros buscábamos que la constitución fuera el resultado de un pacto nacional, pero la percepción es que no lo es", manifestó, por su parte, el general George Casey, comandante de las fuerzas de Estados Unidos en Iraq, ante un grupo de legisladores en Washington.
En efecto, lo medular del proyecto —al menos, los pasajes a los que más se oponen los sunitas— fue redactado entre kurdos y chiitas religiosos, pese a los esfuerzos por parte de Estados Unidos para que el acuerdo contemplara las preocupaciones de sunitas y chiitas laicos.
Tres cuartas partes de los 24 millones de iraquíes son árabes, 20 por ciento kurdos y el resto de pequeñas minorías. El Islam es la religión mayoritaria.
Sesenta y dos por ciento de los habitantes, concentrados en el sur del territorio, profesan el Islam chiita, y 35 por ciento el sunita, predominante en el mundo árabe y en el régimen de Saddam Hussein, depuesto en 2003.
Otras comunidades, como los turcomanos y los cristianos, constituyen un porcentaje muy pequeño de la población.
Entre las principales preocupaciones de los sunitas figuran, por ejemplo, una serie de cláusulas que podrían ser utilizadas para discriminar y perseguir a ex integrantes del partido socialista Baath, que gobernó el país hasta la caída de Saddam Hussein.
Además, cuestionan el lenguaje ambiguo con que se delinea el reparto de la riqueza petrolera del país entre el gobierno nacional y las autoridades locales.
La objeción principal de los sunitas, sin embargo, se refiere a lo que consideran una autonomía excesiva para la región del sur, predominantemente chiita. También cuestionan, aunque en menor medida, la autonomía de las tres provincias de Kurdistán, en el norte.
Los sunitas se oponen a una estructura confederativa porque sostienen que debilitaría el gobierno central, que estuvo en poder de los sunitas desde tiempos del Imperio Otomano.
También temen que las provincias occidentales —predominantemente sunitas— se vean privadas de parte de la riqueza petrolera, la cual se explota solo en el sur chiita y en el norte kurdo.
Los sunitas también manifiestan su preocupación de la eventual intromisión del vecino Irán en la autonomía chiita meridional.
Incluso algunos de los iraquíes que apoyaron la invasión encabezada por Estados Unidos se han quejado del proyecto de constitución, entre ellos Kanan Makiya, profesor de la Universidad Brandeis que pasó en la Casa Blanca el 19 de marzo de 2003, cuando comenzó la operación militar.
En una reunión del centro académico neoconservador American Entreprise Institute, Makiya afirmó que la carta es "un documento fundamentalmente desestabilizador".
"El acuerdo al que hemos llegado es un acuerdo obviamente inviable", expresó. "En la medida que se lo quiera hacer funcionar, va a desembocar en un fratricidio".
Los dirigentes sunitas están divididos entre los que recomiendan votar el "no" a esta constitución y los que proponen boicotear la consulta, de la misma forma que lo hicieron en ocasión de las elecciones legislativas de enero.
A pesar de la inminencia del referéndum, el embajador de Estados Unidos en Iraq, Zalmay Khalilzad ha procurado febrilmente persuadir a kurdos y chiitas de enmendar el borrador de modo que satisfaga las aspiraciones sunitas, pero por el momento no ha conseguido más que gestos y concesiones superfluas.
Washington también ha invitado a los países vecinos, en especial a los de predominio sunita, a presionar a sus correligionarios iraquíes para que se presten a negociar un acuerdo que satisfaga a las tres partes.
Mientras, Arabia Saudita y Jordania han alertado que la aprobación de la constitución podría desatar una guerra civil.
Pero a esta altura, cuando las posibilidades de éxito en las negociaciones son tan remotas, los funcionarios estadounidenses se han dedicado a subrayar los aspectos positivos del referéndum.
"La buena noticia es que hay un gran debate y un gran interés en todo este proceso", manifestó el lunes, de gira por Asia Central, la secretaria de Estado (canciller) de Estados Unidos, Condoleezza Rice.
Un escenario optimista, según el jurista Feldman, sería una significativa asistencia sunita a las urnas que no logre derrotar el proyecto de constitución. Eso le demostraría a esa comunidad que "la participación en la política electoral es una opción viable a pesar de su estatus minoritario", explicó.
"En lugar de boicotear las elecciones legislativas, como hicieron antes, deberían volver a las urnas en diciembre, cuando se prevén nuevos comicios, y elegir representantes que sean su voz legítima para sus aspiraciones colectivas", agregó.
La creciente tensión entre kurdos y partidos chiitas, que se elevó en las últimas semanas, también persuadiría a los sunitas de que el vago sistema deliberadamente diseñado en la iniciativa constitucional podría servirles para proteger sus derechos.
Pero Makiya consideró que la combinación de violencia y referéndum amenaza "la mera idea y la mera posibilidad de un Iraq" unido. (