La secretaria de Estado (canciller) de Estados Unidos, Condoleezza Rice, y el líder de la Revolución Islámica de Irán, ayatolá Alí Jamenei, parecen haber forjado una peculiar alianza para aplacar la influencia nacionalista en sus respectivos países.
Rice, por ejemplo, se ha dedicado a contener a los nacionalistas más agresivos, que condicionan su apoyo al gobierno de George W. Bush a una política agresiva contra Irán y Siria.
Pero en los últimos 10 días, el Departamento de Estado (cancillería) puso en funcionamiento el primer plan para abrir un tenue vínculo con Irán desde 2003, y se opuso a propuestas de ataque militar contra Siria para debilitar y tal vez deponer al ya acorralado presidente Bashar al-Assad.
La estrategia de acercamiento con Irán incluye la instalación de una pequeña "sección de intereses" en Teherán, similar a la única representación de Estados Unidos en Cuba.
La medida coincide con la sugerencia por parte del primer ministro de Gran Bretaña, Tony Blair, de que Irán estuvo detrás de una serie de atentados de milicias chiitas en el sur de Iraq en que murieron media docena de soldados británicos este año.
El propio Bush acusó a Irán y a Siria de "aliados de conveniencia" de la red terrorista Al Qaeda y del "islamismo radical".
En ambos casos, el papel desempeñado por Rice molestó a los halcones de derecha, en particular en los neoconservadores de línea dura, que ya habían rechazado sus declaraciones sobre la necesidad de nuevos compromisos del gobierno israelí tras el repliegue de Gaza.
Sus últimas actitudes dejan en evidencia que el "idealismo práctico" reivindicado por la secretaria de Estado no es muy diferente del "realismo" esgrimido por su antecesor, Colin Powell.
También emergen ciertas similitudes entre el realismo de Rice y el del líder religioso supremo de Irán, el ayatolá Alí Jamenei, quien la semana pasada reforzó la autoridad del Consejo de Conveniencia y de su presidente, el ex mandatario Alí Akbar Hashemi Rafsanjani, para supervisar al gobierno, en particular en cuestiones de política exterior.
La derivación el mes pasado del estudio del programa nuclear iraní de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) al Consejo de Seguridad por supuestas violaciones a acuerdos internacionales en la materia fue vista, tanto por los mullás como por el mercado de valores de Teherán, como un retroceso internacional.
"Los gerentes del sector nuclear deberían saber que necesitamos diplomacia, no eslóganes", dijo Rafsanjani, derrotado en junio por Ahmedinejad en las elecciones presidenciales. "Debemos usar toda nuestra capacidad con paciencia y sabiduría, sin provocaciones y eslóganes que den pretextos a los enemigos."
Estas declaraciones resultan muy similares al mantra de Rice al frente del Departamento de Estado: "Ahora es tiempo de diplomacia."
Y Rice, en contraste con Powell, parece haber tenido éxito en convencer a Bush de que pusiera en práctica una diplomacia seria —sin dejar de lado la retórica y las amenazas militares— respecto de los dos miembros del "eje del mal", Irán y Corea del Norte.
En primer lugar, persuadió a su jefe de apoyar la posición negociadora de Gran Bretaña, Francia y Alemania hacia un acuerdo que ofreciera a Irán incentivos económicos y políticos para que renunciara a enriquecer uranio, lo que le permitiría fabricar armas nucleares.
En segundo término, el negociador estadounidense en las negociaciones por la desnuclearización de la península coreana, el subsecretario de Estado para Asuntos Asiáticos Christopher Hill, fue facultado con gran flexibilidad para sus contactos directos con Corea del Norte, algo que Powell nunca logró.
Estos avances tienden a confirmar que Rice y su equipo —que incluye a pesos pesados como Robert Zoellick, Nicholas Burns y Philip Zelikow— están en una posición mucho más fuerte que los halcones del gobierno de Bush.
La académica neoconservadora Danielle Pletka, del American Enterprise Institute, se quejó la semana pasada de que "la revolución de Bush perdió energía", y que si bien se mantiene su "retórica", ésta "no resuena hasta el Departamento de Estado".
Pero tales posiciones se debilitan por la permanencia de 150.000 soldados estadounidenses en Iraq a un costo de 6.000 millones de dólares mensuales, la mengua de la coalición internacional que apoyó la invasión al país del Golfo y del apoyo popular a esa operación en virtual, estado de colapso.
Por otra parte, tampoco ayuda el éxodo de los ideólogos clave del Departamento (ministerio) de Defensa —como el hoy presidente del Banco Mundial y ex subsecretario (viceministro) Paul Wolfowitz y el cesado subsecretario de Políticas Douglas Feith—, ni el deterioro del vínculo entre William Kristol, editor del semanario Weekly Standard, y el secretario Donald Rumsfeld.
Y no menos importante es el vínculo personal entre Rice y Bush, con el que Powell no podía ni siquiera soñar.
Pero esto no significa que los belicistas hayan sido derrotados. Tanto en lo que refiere a Siria como a Irán, como lo demostró el amenazante tono del discurso de Bush la semana pasada, los halcones, en particular los neoconservadores, presionan por tomar acciones más fuertes.
Durante varios meses, Kristol, entre otras personalidades del campo neoconservador, han propuesto incursiones a través de la frontera, por aire o por tierra, rumbo a blancos en Siria, sobre todo lugares donde supuestamente se refugian o entrenan combatientes que pretenden dirigirse a Iraq.
La cúpula del gobierno discutió esa posibilidad a fines del mes pasado, según aseguró la agencia de noticias de la cadena de periódicos Knight-Ridder. Pero fue Rice, quien en público critica con dureza a Siria, la que presentó argumentos contra la idea.
La secretaria de Estado propuso esperar los resultados, previstos para el 25 de este mes, de una investigación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre el asesinato del ex primer ministro libanés Rafik Hariri.
Si el régimen sirio resultara inculpado, según Rice, caería por su propio peso.
La retórica del gobierno de Bush en torno de Irán también se ha endurecido, con las acusaciones de que el régimen islámico ha brindado en Iraq a sus aliados chiitas y a los insurgentes sunitas armamento especial.
Los neoconservadores, que mantienen su poder en el Pentágono y en general en la burocracia de la seguridad nacional —incluidas oficinas del Departamento de Estado y la misión estadounidense en la ONU— fueron los más extravertidos en sus diatribas contra Teherán.
Pero Rice está, al parecer, comprometida en una estrategia de palo y zanahoria para Irán, que incluiría "un tranquilo acercamiento a representantes de Jamenei", según el diario The Wall Street Journal. (