De la mano de la ley del menor esfuerzo y desde el infinito mundo de Internet, aumentan en América Latina los plagios estudiantiles, mientras las autoridades del área endurecen los castigos en vano intento de erradicar esta práctica.
"En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde en que, al despertar de un sueño agitado, Gregorio Samsa se encontró en su cama transformado en un horrible insecto".
Esa humorada de intertextualidad, que los argentinos Jorge Maronna (del grupo Les Luthiers) y Luis María Pescetti hicieron en 2000 en su novela "Copyright" con las primeras palabras de las más famosas obras de Miguel de Cervantes, Gabriel García Márquez y Franz Kafka, es un buen ejemplo del "copypasteo", un neologismo que resume la metodología de los plagios.
Esta técnica, derivada de las funciones de seleccionar y copiar (copy) documentos de los programas de navegación y de procesamiento de textos, para pegarlos (paste) en un nuevo archivo, sustituye a la tijera y al adhesivo, como antiguas herramientas de suma de recortes y párrafos para armar un trabajo que se pretendía hacer pasar como propio.
Gabriela Carrasco, alumna del último año de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile, fue ayudante en un curso de formación general, con 67 alumnos de distintas facultades de esa casa de estudios. En cada una de las cuatro series de trabajos que revisó descubrió como promedio cuatro plagios.
"Más común que la copia íntegra de documentos es el copypasteo. Los estudiantes sacan fragmentos de distintos documentos para estructurar un nuevo texto, pero generalmente sin cambiar una coma del original. Hay quienes tienen más experiencia y son capaces además de cambiar toda la redacción, lo que hace muy difícil su detección", dijo Carrasco a IPS.
En esta Escuela de Periodismo se emitió una normativa que castiga con la reprobación automática de la asignatura a estudiantes que incurran en plagios de textos o de imágenes, así como en inventos de entrevistas. Las sanciones pueden llegar hasta la expulsión de la carrera de quienes reincidan en esas prácticas.
José López Tarrés, director general de pregrado de la Universidad Católica, de Chile, señaló a IPS que en ese establecimiento se aplican las sanciones habituales a todo plagio, con origen o sin origen informático, de acuerdo a la gravedad de la falta.
Así, puede comenzarse con una amonestación verbal a la alumna o alumno si lo copiado en el texto es sólo un pasaje menor. En un caso mayor, "siempre se puede recurrir al uno (nota mínima en la escala de uno a siete), que tiene un valor pedagógico enorme", para culminar con la expulsión si el plagio es de gran envergadura, por ejemplo, de una tesis.
En Venezuela y Brasil también las autoridades educativas recurren a sanciones duras para combatir los plagios.
El director de la Escuela de Comunicación Social de la venezolana Universidad Católica Andrés Bello, Max Romer, explicó a IPS que una de las sanciones es la expulsión temporal del estudiante.
En un plagio colectivo, a los cinco implicados se les puso una amonestación en sus expedientes, lo cual implica que no podrán ser representantes estudiantiles ni seguir la carrera académica, informó Romer.
Julia Blumenschein, una brasileña de 24 años y graduada en comunicación en la Universidad Católica de Sao Paulo, dijo a IPS que allí "el castigo es una nota cero y, en algunos casos, el profesor amenaza con puniciones colectivas, como anular pruebas y trabajos de todo el grupo, generando así presiones dentro de los propios estudiantes para evitar esta falta".
Mientras Romer prefiere la expresión "metodológicamente mal citado" en lugar de plagio, Tarrés asimila la práctica a la estafa. "El medio por el cual se realizan ahora los plagios, que no son libros, sino la web, no cambia su figura en el sentido de su calificación ética", subrayó.
Para Carrasco, las situaciones en que por ignorancia no se cita adecuadamente la fuente, corresponden generalmente a apuntes de clases o textos recomendados por el profesor, "pero generalmente se copia a sabiendas, sobre todo si hablamos de un plagio desde Internet, y la verdad es que algunos son verdaderos expertos en esta materia", apuntó.
El plagio es apoderarse de algo ajeno y, por tanto, es un robo, donde se viola la ética en busca una buena calificación. Las primeras víctimas de la estafa son los académicos y el sistema educacional, pero a la postre el plagiador se engaña a sí mismo, ya que se atribuye conocimientos que no tiene, lo cual le puede pasar la cuenta en su vida profesional.
Sin embargo, el fenómeno se extiende desde la enseñanza secundaria a la universitaria e incluso a los postgrados, con el apoyo de páginas de Internet ya célebres entre el estudiantado, como "El rincón del vago", "Monografías", "Tabula" e "Historianet" (en portugués), al igual que a través del tráfico de trabajos.
Entrevistado por la revista brasileña Época en 2000, Waldo Luis Viana dijo que cobraba el equivalente a 450 dólares por una monografía de 50 páginas y el doble por una tesis de maestría. También en Brasil, los sitios facilitadores del plagio reciben más visitas que la Biblioteca Nacional, cuyo acervo de publicaciones es de 8,5 millones de libros.
Las páginas para plagiadores se construyen "solidariamente" por autores que envían sus trabajos para ayudar a los cibernautas. "Pero quienes sacan y copypastean información desde esos sitios son bastante irresponsables o ilusos, pues nadie asegura que los contenidos sean confiables", advirtió Carrasco.
En la Universidad Nacional de Luján, en Argentina, un grupo de expertos en informática, con base en investigaciones en América Latina, publicó un trabajo denominado "Primeras experiencias de detección de plagio en el ambiente educativo", sobre la magnitud del problema y las dificultades para ponerle coto.
A partir de ahí, los expertos iniciaron un camino en busca de crear un programa informático específico de detección de estas prácticas. Sin embargo, "el proyecto está congelado, por otras prioridades y falta de fondos, desde el año pasado", indicó a IPS Fernando Bordignon, uno de sus impulsores.
Los "cazadores de plagios", sin embargo, cuentan con el auxilio de la informática, a través de buscadores de Internet, especialmente Google, que permiten ingresar frases y párrafos sospechosos para remitir al documento de origen.
El sistema "es tedioso, pero no complicado", comentó Carrasco. Según su experiencia, hay que cotejar no sólo el inicio del trabajo, sino varios párrafos. "Pero hay quienes hacen un trabajo mucho más prolijo, cambiando absolutamente la redacción pero manteniendo las ideas, y eso es imposible de detectar porque además está hecho con distintos fragmentos".
Pero, más allá de la informática, está la formación y percepción de los docentes. "Mi madre, profesora de lingüística en la Universidad Católica de Sao Paulo, dice reconocer cuando hay plagio por la simple lectura", apuntó Julia Blumenschein.
"A veces con sólo ver aspectos gráficos de los trabajos se intuye el plagio", comentó a IPS Lorena Pino, profesora de televisión en la Escuela de Comunicación Social de la estatal Universidad de Caracas, aunque admitió también que cuando los textos bajados de Internet tienen un lenguaje más llano y directo, pueden pasar más fácilmente como obra del alumno.
Consultada por IPS, Lucía Guerra, profesora de metodología de la enseñanza en el Departamento de Historia de la Universidad de Santiago de Chile, sostuvo que el plagio se asocia a la forma en que los profesores piden los trabajos, ya que no se trata sólo de recoger información, sino de la forma en que ésta se procesa y se interpreta.
Maurizio Liberatoscioli, profesor de cine en la Escuela de Artes de la Universidad Central de Venezuela, hizo una observación similar: "Que copien y peguen de una página web comentarios de una película no sólo es deshonesto, sino que no es el trabajo, porque yo mando hacer análisis de películas según herramientas que doy en clases", contó a IPS.
Sanciones académicas, vigilancia y rastreo informático, reforzamiento de la ética, enseñanza de técnicas para citar adecuadamente y creatividad en la docencia aparecen por ahora como las armas para, al menos, disminuir el plagio, ya que su erradicación definitiva parece una misión imposible.
* Con aportes de Marcela Valente (Argentina), Mario Osava (Brasil) y Humberto Márquez (Venezuela)