Cuando los líderes comunistas de China delinearon un nuevo plan de desarrollo para los próximos cinco años, difícilmente hayan pensado en contar con el apoyo del Departamento (ministerio) del Tesoro estadounidense para alcanzar metas tan ambiciosas como reducir la pobreza rural y alentar el consumo interno.
Pero el entusiasmo que manifestó el secretario del Tesoro, John Snow, de visita esta semana en zonas rurales chinas, a la apuesta de Beijing por un crecimiento más lento pero con "justicia social" sirve para ilustrar que cada simple vibración de esta gigantesca economía se siente en todo el mundo, especialmente en Washington.
"Vemos que el crecimiento del consumo va directamente a lo que más presente está en nuestra mente: el desequilibrio global del comercio", señaló Snow en un mercado rural en la mediterránea provincia china de Sichuan, en el centro-sur del país.
Snow, que partió el martes tras una semana de gira por el país asiático, dijo a sus líderes que debían aumentar el poder adquisitivo de sus 800 millones de campesinos para que puedan adquirir más mercancías importadas, y reducir así el enorme superávit comercial chino con Estados Unidos.
Impulsar la demanda interna y estimular el crecimiento en las vastas áreas rurales de es exactamente lo que Beijing tiene en mente.
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El nuevo plan, divulgado luego de una reunión a puertas cerradas de los máximos líderes la semana pasada, abandona una política de larga data destinada a promover un rápido crecimiento, a favor de un desarrollo sustentable y balanceado. También redirige la intervención estatal hacia la economía de las zonas rurales, donde vive la mayoría de la población, de 1.300 millones de personas.
Bajo el lema de crear una "sociedad armoniosa", el presidente y jefe del todopoderoso Partido Comunista, Hu Jintao, prometió aumentar el gasto en educación y salud en zonas rurales, reducir los impuestos que afectan a ese sector, intensificar las medidas para sostener los precios de los productos agrícolas y atender los problemas ambientales.
Durante décadas, los planes económicos de China, repletos de jerga comunista y cupos para todo, desde la producción de trigo hasta la de acero, tuvieron poco impacto en los mercados globales.
Pero esto cambió drásticamente luego de la crisis financiera asiática de 1997, cuando Beijing decidió relanzar la economía con una campaña de creación de infraestructura a gran escala para modernizar las ciudades, acelerar la urbanización de unos 200 millones de campesinos y la construcción de autopistas y aeropuertos en todo el país.
Ese gasto sin precedentes dio origen a una creciente demanda de materias primas, y ayudó a elevar los precios mundiales de la energía, el acero, el metal y el cemento. Simultáneamente, estimuló una inversión febril en plantas de energía, fábricas de acero y otras.
En los tres años transcurridos desde que el presidente Hu y el primer ministro Wen Jiabao llegaron al poder, el gobierno central ha intentado controlar las inversiones de capital, que sus predecesores veían como una estrategia para generar empleos y apaciguar el descontento popular.
El nuevo plan afirma la intención de Hu y Wen de ponerle tope al crecimiento del producto interno bruto (PIB) para estimular los ingresos de los habitantes de las áreas rurales. El grado de éxito de estas políticas tendrá implicaciones en la economía mundial, como efecto secundario del enlentecimiento o del auge continuado.
Los detalles de esta iniciativa no se conocerán hasta inicios de 2006, cuando será sometido a votación en el parlamento. Pero los analistas afirman que está concebida para reducir el ritmo del crecimiento del PIB del promedio anual de nueve por ciento en la última década a siete por ciento, y para combatir los desequilibrios que causan inquietud social, particularmente en el campo.
Durante años, los campesinos y la agropecuaria china sostuvieron el crecimiento de las ciudades y el aumento de la riqueza urbana. "En los próximos cinco años, esperamos que las ciudades devuelvan (este respaldo) a las aldeas, y la industria a la agricultura", señaló el investigador en políticas partidarias Xin Ming.
Pero el Estado está listo para aumentar el gasto y recuperar el control de los servicios de salud, educación y seguridad social, áreas de las que comenzó a retirarse luego del lanzamiento de las reformas económicas en los años 80.
Los habitantes del campo y los trabajadores despedidos en las ciudades ahora tienen que pagar las cuotas escolares y médicas con dinero de sus propios bolsillos, y ayudarlos a hacerlo sería una forma de reforzar el erosionado apoyo al régimen y al partido.
Pero Beijing también espera que, aumentando el ingreso de la población rural, se pueda estimular un mayor consumo de mercaderías importadas y servicios, y afrontar los desequilibrios comerciales internacionales. Se prevé que el superávit comercial chino con el resto del mundo alcanzará un récord de 100.000 millones de dólares este año, el triple que en 2004, cuando fue de 32.000 millones de dólares.
"Una demanda interna débil aumentará más el superávit comercial, y esto es algo que no queremos", dijo el presidente del Banco Central de China, Zhou Xiaochuan, en una entrevista concedida a la revista empresarial Caijing.
El Ministerio de Comercio también advirtió que, si bien el superávit comercial ayudó a expandir las reservas de divisas y alimentó el crecimiento económico, también puede tener efectos negativos, como nuevas disputas con los socios comerciales y más presión para que el país revalúe su moneda.
Estados Unidos cree que China mantiene su moneda, el yuan, devaluada artificialmente, lo que vuelve injustamente baratos sus productos en los mercados extranjeros.
El 21 de julio, Beijing revaluó el yuan dos por ciento frente al dólar y decidió establecer un régimen cambiario de flotación parcial contra una canasta de monedas, en vez fijar el valor directamente a la divisa estadounidense, que experimenta una continuada caída. Pero las exportaciones siguieron aumentando.
En los últimos 20 años, las ventas al exterior se convirtieron en un motor principal del crecimiento del PIB, lo cual lleva a los economistas a advertir que la actividad económica es demasiado dependiente de la demanda externa.
El reconocimiento de esos hechos fue evidente en los comentarios formulados por Zhou a la revista Caijing. "En las economías globales más importantes, la influencia del consumo interno sobre el equilibrio de la balanza comercial es mucho mayor que la de los ajustes cambiarios", dijo.
Su compromiso a fomentar la demanda interna y el consumo de bienes importados puede salvar a Beijing de la acusación de manipular la moneda en un informe que se apresta a publicar el gobierno de Estados Unidos.
Si el Departamento del Tesoro acusa a China de manipulación de la moneda, cimentará el camino para futuras sanciones comerciales contra Beijing.