Los planes de prevención de desastres en América Latina no consideran la cultura y cosmovisión indígenas. Si eso cambiara, el impacto de fenómenos como la tormenta tropical Stan sería mucho menor, sostienen activistas.
Cerca de las zonas devastadas por Stan en Guatemala, donde murieron más de 655 personas, niños indígenas jugaban el año pasado al Kumatzin, un juego de salón en lengua e ilustraciones mayas que enseña cómo prevenir y soportar desastres naturales.
Si ese juego y otras iniciativas se hubieran popularizado, quizá hoy la situación sería otra, sostienen sus impulsores.
En los primeros días de octubre, la tormenta tropical Stan afectó sobre todo a los empobrecidos indígenas de Guatemala y del sur de México, un sector de la población incluido en planes oficiales de prevención de desastres, evacuación y ayuda, sin considerar sus referencias culturales.
El aullido de los coyotes, el tipo de vuelo de ciertas aves, el "sonido" de la tierra y la posición y brillo de la luna son algunas de las manifestaciones de la naturaleza que anticipan desastres naturales, según los sabios y los ancianos indígenas. Pero nada de esto tiene cabida en los planes oficiales, que a menudo también ignoran las lenguas y las formas organizativas de los nativos ante problemas comunes.
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"La tragedia no hubiera sido tan grave si existieran planes que consideraran las particularidades de las comunidades indígenas y su cultura", dijo a Tierramérica Ramiro Batzin, portavoz de Sotz'il, una organización indígena de Guatemala, que junto a la Cruz Roja trata de impulsar la creación de una Red Maya sobre Prevención de Desastres.
Los gobiernos reconocen que las recientes lluvias agravaron la condición de marginalidad de los descendientes de los antiguos mayas, pueblo que desarrolló una de las más importantes culturas de América Latina. En Guatemala y en México la gran mayoría de los nativos son pobres.
"No fuimos atendidos. Los gobiernos deben pensar que vivimos en zonas más vulnerables y que tenemos una relación distinta con la tierra, eso debe considerarse", señaló a Tierramérica el nicaragüense Jorge Fredrick, quien hasta julio fue consejero mayor del Consejo Indígena de Centro América.
El Kumatzin, que el año pasado tuvo una etapa de ajuste tras una evaluación con niños de la comunidad de San Juan Juan Comalapa, en el departamento guatemalteco de Chimaltenango, no ha podido ser difundido por falta de dinero.
Mientras, permanece en el papel la idea de crear una red de comunidades indígenas que evalúe y defina riesgos naturales y actúe en consecuencia. Similares dificultades soporta el proyecto de integrar y concertar con habitantes nativos las acciones de prevención, un tema planteado en el marco del Plan Puebla Panamá (PPP).
"Lo que pasó (con Stan) tiene niveles de catástrofe" y es una lección para el PPP, que ahora "debe trascender el mundo del discurso y los acuerdos" e ir "hacia las acciones", dijo desde Guatemala el director del Centro de Prevención de Desastres Naturales de América Central, David Smith.
El PPP es un programa intergubernamental de desarrollo para Mesoamérica, zona de un millón de kilómetros cuadrados que comprende nueve estados del sudeste mexicano y Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá.
El Kumatzin es apenas un paso hacia un programa de prevención de desastres entre los indígenas de la región, pero "ojalá pueda llegar a todas las comunidades", dijo Batzin.
"Kojetza'n tqetamaj nqato'qi chuwäch k'ayewal" (aprendamos a cuidarnos de los desastres) es el lema de Kumatzin, "la serpiente emplumada", inspirado en Riesgolandia, juego infantil creado por la Estrategia Internacional de Reducción de Desastres de la Organización de las Naciones Unidas.
Traducido a idioma kaqchikel (una de las lenguas mayas) y adaptado al contexto indígena a través de imágenes que resaltan su cultura y motivan la lectura y la escritura tradicionales, el juego pretende que los niños aprendan a prevenir desastres naturales y transmitan ese conocimiento a los adultos.
En el tablero, los jugadores avanzan sobre un sinuoso camino que atraviesa ríos, zonas pobladas, puentes y lugares deforestados. En el trayecto se observa un volcán humeante, gente cortando árboles, casas indígenas y niños sonrientes.
A pocos kilómetros de donde fue jugado por primera vez, las lluvias asociadas a Stan mataron a decenas de personas y provocaron grandes daños materiales.
Algo similar sucedió en las inmediaciones de San Pedro Yepocapa, una comunidad donde la organización Sotz'il realizó en 2004 una recopilación de antiguas creencias indígenas sobre las señales de alerta que dan los animales, los astros y hasta los sueños antes de que se presente un desastre.
Stan demostró "la situación precaria en que viven los indígenas y la desatención del Estado", dijo a Tierramérica el dirigente de la Coordinadora Nacional de Organizaciones Campesinas de Guatemala, Gilberto Atz.
Según Batzin, "es claro que en casos como el último desastre, las autoridades atienden siempre primero a las comunidades donde no hay indígenas", como parte de la "discriminación institucionalizada que existe".
El alcalde de la localidad guatemalteca de Santiago Atitlán, Diego Esquina, protestó ante el gobierno de su país por concentrar los primeros apoyos a los damnificados de la zona sur, donde está la producción de caña de azúcar, y no atender el área occidental, habitada mayoritariamente por nativos.
En México, muchos indígenas fueron los últimos en recibir ayuda tras el paso de Stan, pues viven en las zonas más inaccesibles.
En el sur del país, fronterizo con Guatemala, habitan tres cuartas partes de todos los mayores de cinco años que hablan alguna lengua indígena.
"Estos desastres sacan a flote las injusticias y la marginación estructural en la que viven los indígenas", dijo a Tierramérica Blanca Martínez, directora del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas, con sede en el estado mexicano de Chiapas.
"Aquí no existe un programa institucionalizado de protección y defensa civil para los indígenas, sólo uno general, y ha demostrado ser insuficiente", sostuvo.
* El autor es corresponsal de IPS. Con aporte de Jorge A. Grochembake (Guatemala). Publicado originalmente el 15 de octubre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.