Los delfines sufren en los mares de Japón una cruel matanza en nombre de la gastronomía tradicional y la investigación científica, según defensores de los derechos animales y conservacionistas. Pero el gobierno se niega a ceder a estas presiones.
"Japón apoya el uso sustentable de cetáceos y nuestra captura de delfines se basa sobre evidencias científicas. No cederemos a la presión de activistas", dijo Hideki Morikuni, director de caza de ballenas del Ministerio de Agricultura, Bosques y Pesca.
Japón cuenta con una cuota anual de captura de 21.120 delfines de ocho especies con fines "científicos", regulada por normas aprobadas hace 13 años.
La captura varía cada año y se destina en su mayoría al consumo en áreas donde la carne de delfín es parte de platillos tradicionales. Los animales capturados vivos son vendidos a acuarios.
Pero la principal institución conservacionista de Japón, Elsa Conservancy, acusó al gobierno de permitir la matanza indiscriminada de delfines con fines comerciales y de implementar un control adecuado de la captura.
"Con frecuencia, las cifras divulgadas por el gobierno son aportadas por los propios pescadores. El sistema es desordenado y no tiene respeto por la protección de animales", dijo el director de Elsa Conservancy, Sake Henmi.
Los conservacionistas también procuran poner fin a lo que consideran métodos crueles de faena mediante el uso de cuchillos y arpones.
"A los delfines matados por pescadores se los deja sufrir una muerte lenta y cruel, con métodos que no son permitidos en la mayoría de los países. Y los delfines enviados a los acuarios sufren mucho estrés", sostuvo Henmi.
Estudios realizados por organizaciones conservacionistas indican que la pesca de delfines son un negocio muy lucrativo. Un espécimen de tamaño promedio se cotiza a entre 6.000 y 25.000 dólares.
Cuando las capturas disminuyen, los pescadores pueden vender los delfines a acuarios por el doble del precio que recibirían por uno faenado. La carne de delfín también se procesa como fertilizante y alimento de mascotas.
Con cada vez más países prohibiendo la captura de delfines, los precios se elevan en el mercado internacional, según varios informes de prensa.
Las investigaciones científicas han demostrado que estos animales cuentan con una elevada inteligencia y tienen complejos hábitos sociales que convierten el cautiverio en una experiencia extremadamente estresante.
Estas graciosas criaturas son grandes atracciones en acuarios, donde se los entrena en duras condiciones, con métodos que incluyen la negativa de alimento hasta que adquieren una destreza determinada.
Conservacionistas aseguran que la presión de activistas y público permitió aliviar esta situación.
La esperanza de vida de un delfín en cautiverio es de unos siete años, un tercio de la que disfrutan en estado natural.
El zoólogo Toshio Kasuya, de la Universidad Científica Tekyo, afirmó que el debate entre activistas y funcionarios gubernamentales refleja el predominio que desde hace mucho tiempo tiene en Tokio el interés comercial por sobre la protección de los animales.
"Esta posición debe cambiar. Las decisiones deben tomarse con mayor consideración al ambiente y a la conservación de animales", sostuvo.
"La evidencia recogida hasta ahora demuestra que ciertas especies de cetáceos deben ser respetados por su inteligencia. Pero contamos con información limitada, y necesitamos más investigación", explicó Kasuya.
Mientras, activistas han tenido éxito en sus apelaciones públicas por la protección de los delfines y otros cetáceos, como las ballenas, así como de las tortugas.
Cada vez más personas participan en actividades marinas para observar los hábitos de esos animales y reclaman su liberación en un hábitat natural si quedan atrapados en redes de pesca. Además, se popularizan las terapias con delfines para niños discapacitados.
Pero estos avances se registran en una atmósfera saturada de comercialismo.
La captura de ballenas "con fines científicos" en Japón permite la venta anual de más de 4.000 toneladas de su carne en este país.
Los delfines capturados en Japón también se venden en parques marinos en China y Estados Unidos.
La temporada de captura comienza en septiembre y concluye el 31 de marzo. Serán tiempos de intenso trabajo para los activistas, que se dedicarán a recolectar evidencias para detener la matanza. (