Al acercarse el fin del Festival del Medio Otoño en muchos países asiáticos todo el mundo compra pasteles de la luna. Los tradicionales llevan pasta de judías o relleno de semillas de loto, pero los elaborados en un remoto rincón de Singapur son diferentes: están hechos de puro chocolate.
Estas tortas de chocolate se venden como pan caliente, para deleite de su creador, el repostero y chocolatero belga Geert Renmans. Bélgica, por supuesto, es famosa por su chocolate, y hace dos años Renmans decidió aplicar esta habilidad ancestral a las tortas de la luna asiáticas.
"Todo comenzó con un cliente chino que quería algo especial para hacer regalos empresariales", recordó Renmans.
En 2003, Renmans hizo unos pocos miles de pasteles para este cliente y algunos amigos. Pero los comentarios sobre esta delicia corrieron de boca en boca, y este año fue inundado con pedidos. Algunas de estas tortas se venden en el restaurante francés Vis-à-Vis, en Singapur y, según su copropietaria Vivian Won, la clientela está complacida.
Estas golosinas han recorrido un largo camino. Una leyenda cuenta que fueron creadas durante la dinastía Yuan (1279-1368 después de Cristo), cuando China era gobernada por los mongoles. Los ciudadanos infelices bajo la dominación extranjera, elaboraron un plan para rebelarse. El plan de ataque fue anotado en el dorso de unos pasteles especiales, y distribuido así entre los insurgentes, que lograron vencer a los mongoles.
Hoy los pasteles de la luna se consumen durante el Festival de Medio Otoño (también llamado "de los pasteles de luna"), en parte para conmemorar este acontecimiento. El festival tiene lugar entre la segunda semana de septiembre y la segunda de octubre y celebra la luna llena más brillante del año o la cosecha.
Al exuberante Renmans, de 34 años, le gusta la leyenda y la utiliza para promocionar sus tortas, que son más pequeñas y delgadas que las tradicionales.
El belga formó su propia empresa de fabricación de chocolate el año pasado y la llamó "Maison Gerard" (o "casa de Gerard", la versión francesa de su nombre de pila, originario de Flandes) para fabricar los pasteles y otros dulces.
La compañía está ubicada cerca de la frontera con Malasia. Para llegar hasta ella hay que pasar por astilleros, depósitos y una variedad de fábricas que venden todo tipo de mercaderías.
Maison Gerard está en un edificio en el que, irónicamente, algunos de los otros inquilinos producen pasta de judías, un relleno de las tortas tradicionales y otros postres. Quien ingresa a la fábrica de chocolate es sorprendido por las bajas temperaturas: está muy frío, en marcado contraste con el calor y la humedad propios de Singapur.
"Sí, mis facturas de electricidad están por las nubes a causa del aire acondicionado, pero no queremos que el chocolate se derrita", dijo Renmans entre risas.
El personal está formado por tres empleadas malasias que se ocupan de diferentes tareas. Una vierte chocolate derretido sobre trozos de almendras asadas, mientras otra bate chocolate amargo. La tercera está preparando un molde. Todas utilizan gorros, tapabocas y guantes, pues tanto Renmans como el Ministerio de Salud de Singapur se toman en serio la higiene alimentaria.
Sobre una mesa de metal cercana hay varias cajas de alimentos prontas para ser distribuidas. Algunas tortas están hechas de chocolate negro, relleno de chocolate semiamargo, otras son de chocolate con leche y otras de chocolate blanco. Sólo el aroma basta para que a uno se la haga agua la boca.
Al llevar a un visitante a conocer la fábrica, Renmans usa guantes y, dado que está involucrado en cada etapa de la elaboración, prueba sus propios productos.
"Me tienen que sacar la vesícula biliar la semana próxima porque mi médico dice que he comido demasiado chocolate", contó. Pero no tiene intenciones de detenerse.
"Crecí con esto. Yo solía comer pan y chocolate cuando era un niño", agregó.
Nacido en la ciudad universitaria de Lovaina, cerca de Bruselas, Renmans siempre supo que quería fabricar golosinas. Después de la escuela secundaria estudió repostería, primero en Bélgica y luego en Suiza, y también hizo prácticas de pastelería en Estados Unidos y Francia.
En cierto momento, sin embargo, decidió ser monje y pasó cuatro años en un monasterio, pero el chocolate fue más fuerte que la religión.
Llegó a Singapur en 2001 y rápidamente obtuvo un trabajo como repostero en el restaurante Vi s-à-Vis, trabajando luego en una fábrica de chocolate local, antes de iniciar su propia empresa, para la cual invirtió 100.000 dólares de sus ahorros.
Renmans dijo usar sólo ingredientes frescos y, para probarlo, señaló una planta de menta en el local. También se niega a emplear saborizantes artificiales o conservantes.
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