El fuego es el mensaje. Presentadores de los tres canales de televisión portugueses abren los noticieros con devastadores incendios como telón de fondo, pasando la palabra en directo a un reportero que transmite en medio de las llamas.
La dramatización alcanza el extremo de incluir entrevistas en vivo a personas que acaban de perder todos sus bienes. La lucha por las audiencias es literalmente incendiaria, según Eduardo Cintra Torres, el principal crítico de televisión del país.
En lo que va de 2005, Portugal reafirmó más de una vez su condición de campeón europeo de los incendios forestales, superándose a sí mismo al sobrepasar la cuota de 2004, cuando ardieron 129.529 hectáreas, aunque sin alcanzar todavía la cifra de 2003, el año más negro de este país (y de Europa) en el último medio siglo, con 425.000 hectáreas consumidas por el fuego.
Los números de la tragedia indican que desde el 1 de enero hasta el 30 de agosto ardieron 240.000 hectáreas verdes, mucho si se considera la modesta dimensión de Portugal, de 89.000 kilómetros cuadrados de superficie continental y 3.000 hectáreas de territorio insular de los archipiélagos atlánticos de Azores y Madeira.
En ocho meses, perdieron la vida 15 personas, 11 bomberos y cuatro civiles, ardieron 151 casas rurales, 882 anexos agrícolas, 9.000 postes y 1.000 kilómetros de cables telefónicos de la compañía Portugal Telecom.
En el mismo período, la policía arrestó a 118 presuntos incendiarios, frente a 67 detenidos en 2004 y 62 en 2003. Un preocupante aumento, que abrió un debate sobre el peligro de fomentar la piromanía por el supuesto "estímulo" que constituyen las imágenes audiovisuales en individuos casi siempre con perturbaciones mentales.
En un artículo de opinión escrito el 13 de junio, al inicio de la temporada de los incendios más devastadores, Cintra Torres propuso que los canales de televisión "disminuyesen su demencial cobertura de los incendios", porque "mientras más pantallas en llamas, más fuegos en los bosques", opinó.
Pasados casi tres meses, "los canales muestran cuantas imágenes de incendios quieren mostrar, incluso contra el interés de la mayoría de los portugueses", añade el crítico citando una encuesta de opinión realizada el 18 de agosto.
La estatal Radio Televisión Portuguesa (RTP) recogió esta opinión y el reto de sociólogos y académicos, proponiendo a las estaciones privadas una suerte de autorregulación.
Sin embargo, hasta ahora no ha sido posible llegar a un acuerdo, porque en un país que vivió el siglo pasado una dictadura corporativista de 48 años (1926-1974) el fantasma de la censura es siempre el argumento recurrido por los medios de comunicación, aunque a veces el propósito sólo sea explotar el sensacionalismo para captar más televidentes.
Los defensores de esta autorregulación esgrimen antecedentes históricos en Europa y en Portugal. En efecto, los europeos del siglo XIX fueron muy proclives a imitar actos individuales divulgados por la prensa de la época, tales como el "suicidio por sugestión".
Los ejemplos más frecuentes citados por las crónicas de la época son los de un "lord" inglés que se lanzó en el cráter de un volcán en Italia, tras lo cual más de 20 británicos lo imitaron, y la de un hogar de inválidos en Francia, donde 15 ancianos siguieron los pasos de un suicida, un caso casi calcado en un hospicio portugués a inicios del siglo XX.
Cintra Torres apunta que hace más de un siglo la mayor parte de la prensa adoptó una especie de concordato para callar las noticias sobre suicidios y evitar el presunto efecto imitación. "Es lo que hoy se propone (respecto de los incendios) para la televisión, pero es claro el rechazo", apuntó.
La RTP, preocupada con su imagen objetiva, se limita a proponer una reflexión sobre la emisión de imágenes de incendios a los directores de las privadas Televisión Independiente (TVI) y Sociedad Independiente de Comunicaciones (SIC).
La iniciativa nació del diputado y líder del Bloque de Izquierda (BI), Francisco Louçã, quien citó en un debate parlamentario a fines de agosto, los casos de Estados Unidos y de "varios países europeos" en los que las televisoras no muestran las llamas en primer plano, sino solo en imágenes aéreas, mientras informan lo que ocurre.
Las imágenes en primer plano "son un incentivo a los pirómanos", apuntó el coordinador del BI y candidato a presidente de la República en los comicios de enero de 2006.
El ministro de Interior, Antonio Costa, respondió a Louçã opinando que "sería un error que los dirigentes políticos se pronunciaran sobre este asunto", pero reconoció que en otros países europeos "se cubre de manera diferente los incendios".
En la vecina España "existe un acuerdo establecido, según el cual no se exhiben llamas y, menos aun, un presentador de un telediario aparece con llamas como telón de fondo", agregó Costa.
José Luis García, investigador del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa, opina que las imágenes de los fuegos en televisión "son ancestralmente poderosas". para los incendiarios.
Pero todo el debate puede ser enterrado fácilmente por los poderes centrales que dominan las sociedades modernas, a los que designa como "los dos ídolos de nuestro tiempo": la tecnología y el mercado.
"La tecnología y el mercado no están al servicio de las necesidades humanas, son nuestras necesidades las que son dictadas o muy condicionadas por la tecnología y el mercado", y los criterios de los canales de televisión "están subyugados al mercado por medio de la publicidad", afirma el catedrático e investigador.
Ante el dilema sobre cómo informar de los incendios sin incentivar a los pirómanos, García sostiene que no es esencial la coordinación con la SIC y la TVI y "sería bueno que la RTP lleve adelante esta propuesta (de autorregulación), porque es fundamental comenzar a dar el ejemplo de contención, evidentemente basado en el imperativo moral del servicio público".
Debería existir un acuerdo entre los canales de TV "para no exceder ciertos límites", pero las imágenes no deben ser totalmente prohibidas "porque las llamas existen y es preciso mostrarlas, y no emitirlas también acaba por transformarse en una manipulación", dijo a IPS al sociólogo y ex corresponsal del periódico francés Le Monde, José Rebelo, profesor de sociología de los medios
Los límites "no son determinables científicamente, sino que deben resultar del sentido común" y son los responsables de los canales quienes deben hacer esa distinción, sostuvo
Lo que está en cuestión "es si se pretende dar una información o crear efectos de espectáculo que en el fondo son una puesta en escena 'realista' de un acontecer", apunta Rebelo, haciendo hincapié en que "en TV, el espectáculo acaba por ser fundamental en términos de audiencias".
Hans Hübner, reportero de la televisión pública alemana invitado tras la caída de la dictadura para asesorar en la "reconversión" de la RTP a un sistema democrático, se declara frustrado respecto del resultado de aquella tarea que desarrolló entre 1975 y 1980.
"Pasados 25 años, la RTP es una televisión de pésima calidad informativa, con noticieros que llegan a tener más de una hora, rellenados con dramas irrelevantes, jugando con las emociones de la gente, que más que a un telediario recuerdan a los culebrones brasileños", dijo a IPS, tras asistir en directo a los incendios entre fines de agosto y comienzos de septiembre.
Esta opinión es compartida por su colega portugués Luciano Alvarez, quien sostuvo el lunes de esta semana en una columna en el diario Público, de Lisboa, que las televisoras portuguesas están "teatralizando la calamidad, usando a las personas que están sufriendo, filmándolas en momentos de desesperación, mientras el periodista las entrevista con un mar de llamas a sus espaldas".
¿Emitir o no esas imágenes? "Todo esto es tan obvio que es casi ridículo estar discutiéndolo", expresa Alvarez. No debe ser el gobierno, sino "los canales de TV entre sí los que encuentren la vía del sentido común", concluye.