El acceso a la educación no es un problema en Cuba para casi nadie. El obstáculo con que se tropieza es la caída de la calidad educativa, que ha llevado a muchas familias a pagar clases particulares.
Aitana Cabrera cumplirá cinco años en octubre y desde inicios de este mes acude todos los días a una clase preescolar en la escuela primaria más cercana a su casa, en la capital de Cuba.
El ingreso de esta niña cubana a la escuela fue algo tan natural para su familia como "verla crecer día tras día, aprender a hablar o enseñarle los primeros números", afirma su madre, Raquel Pérez, una profesional de 39 años.
A Pérez, como a otras madres cubanas, no le preocupa el acceso a las aulas sino la calidad de la educación. "Lo importante es qué maestro va a tener mi hija y si aprenderá en la escuela lo que tiene que aprender", comenta a IPS.
"El problema no es cuantitativo sino cualitativo. Muchas familias tienen que pagar clases privadas para garantizar que sus hijos aprendan. Eso no pasaba hace diez años", afirma Aurelio Castellanos, pedagogo de 43 años.
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Un mes de clases de español o matemáticas puede costar alrededor de 40 pesos cubanos o dos dólares, precio alto en un país donde el salario medio mensual ronda los 300 pesos y la educación es gratuita hace casi medio siglo.
Cerca de tres millones de niñas, niños y jóvenes estudian en el presente curso escolar en las enseñanzas primaria, secundaria, preuniversitaria y técnico-profesional, según datos del Ministerio de Educación.
Más de 99 por ciento de la población de entre 6 y 11 años asiste a la escuela, y casi la totalidad de las personas que ingresan en primer grado terminan la primaria y llegan a la secundaria, según un informe oficial presentado el 5 de este mes.
Lograr la enseñanza primaria universal y promover la igualdad de género en los tres niveles de la educación, son parte de los ocho Objetivos de Desarrollo para el Milenio acordados por los países miembros de la Organización de las Naciones Unidas en 2000.
En términos generales, América Latina y el Caribe no presentan desigualdad de género en la educación, afirma el estudio "Los Objetivos de desarrollo del Milenio: una mirada desde América Latina y Caribe", publicado en junio por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
La tasa de matriculación de la región en la enseñanza básica era de 95,7 por ciento en 2001. En nueve países analizados, hay más niñas que niños matriculados en la enseñanza media y en Argentina, Brasil, Costa Rica, Chile, El Salvador, Honduras, Jamaica, Venezuela, Trinidad y Tobago y Uruguay, hay más mujeres que hombres en la educación superior.
En ese contexto, Cuba cumplió hace décadas las metas del milenio en materia educativa: velar porque los niños y las niñas puedan terminar un ciclo completo de educación primaria en 2005 y eliminar las disparidades de géneros en todos los niveles educativos en 2015.
No importa el género, la raza, la procedencia social o si se vive en una urbe o en la más intrincada montaña, la enseñanza primaria y secundaria es un derecho de la población infantil y adolescente cubana que los padres están obligados a garantizar.
Pero la experiencia demuestra que una vez resuelto el acceso universal a la educación, los países enfrentan un reto igualmente complejo: garantizar la calidad del sistema, incluida la preparación del personal docente.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) afirma que la población infantil mundial escolarizada en primaria pasó de 596 millones en 1990 a 648 millones en 2000. Así y todo, unos 104 millones de niñas y niños no iban a la escuela ese año.
El capítulo latinoamericano del estudio de la Unesco "Educación para todos. El imperativo de la calidad- 2005" afirma que la proporción de escolares que llegan al quinto curso de primaria "se sitúa por debajo de 89 por ciento en la mitad de los países sobre los que se dispone de datos".
Pero el informe da cuenta de que la matriculación en educación secundaria subió en América Latina y el Caribe de 72 por ciento, en 1998, a 86 por ciento en 2001.
El problema mayor ahora no es el acceso a las aulas. Según el director general de la Unesco, Koichiro Matsuura, todavía es "demasiado común" encontrar aulas atestadas de alumnos, docentes poco calificados profesionalmente y escuelas con infraestructuras deficientes y escaso material pedagógico.
Un panorama similar se llegó a vivir en Cuba durante los peores años de la crisis económica de la pasada década, cuando cientos de personas abandonaron el sistema educacional en busca de mejores condiciones de trabajo y mayores ingresos.
Con la intención de mejorar la situación, el gobierno distribuyó en los últimos años decenas de miles de equipos de computación, televisión y video en los centros de enseñanza y disminuyó a 20 la cantidad de alumnos por aula en el nivel primario.
Para garantizar los nuevos programas fue necesario abrir cursos intensivos para la preparación de "maestros emergentes", muchachas y muchachos que se abocan al trabajo de enseñar siendo aún muy jóvenes y con poca experiencia.
El sistema educativo tiene 38.881 profesores, de los cuales 12.553 son "emergentes", según el Ministerio de Educación.
El presidente Fidel Castro reconoció el 24 de julio que, pese a los logros del sistema educativo, el país está "lejos todavía de alcanzar todos los resultados docentes" a que aspira.
Castro consideró necesario mejorar la atención diferenciada al estudiantado, la labor social con las familias y la preparación del profesorado.
Mientras el gobierno garantiza la electricidad en las escuelas rurales con paneles solares y les distribuye computadoras, muchas familias pagan a maestras y maestros retirados para garantizar que sus hijas e hijos aprendan.
Para Nadia Suárez, madre de una adolescente de 14 años, lo más importante es que su hija tenga buenos maestros. "Antes no había computadoras o televisores en las escuelas, pero los profesores eran más exigentes y había que estudiar duro", afirma.
En su opinión, los nuevos programas y el bajo nivel docente en algunos casos facilitan el paso de un grado a otro en la educación primaria y secundaria. "Si me conformo, comprometo el futuro de mi hija", afirma.