– Un atribulado Kofi Annan admitió errores, pero anunció que se mantendrá al frente de la ONU a pesar de la constatación de casos de corrupción, ineficiencia y mala administración en el programa humanitario para Iraq Petróleo por Alimentos.
"No preveo que nadie renuncie. Seguimos desempeñando nuestro trabajo", dijo el secretario general de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) este miércoles, un día después de conocido un nuevo informe de una comisión independiente sobre el escándalo.
Las acusaciones constan en el voluminoso y más reciente informe del Comité Independiente de Investigaciones que preside el ex presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos Paul Volcker.
El Comité criticó al Secretariado de la ONU que encabeza Annan y al Consejo de Seguridad por su fracaso en la supervisión del programa.
"Nuestra tarea fue buscar actos de mala administración en el programa Petróleo por Alimentos y evidencias de corrupción dentro de la ONU y por parte de los contratistas. Infelizmente, hemos hallado ambas cosas", dijo el martes Volcker al Consejo de Seguridad.
El Comité, designado en abril del año pasado por iniciativa de Annan y con el respaldo del Consejo, tuvo el cometido de investigar el trabajo interno del programa, cuyo objetivo era aliviar la situación de la población de Iraq, país sometido a embargo por disposición de la propia ONU.
"Resulta claro que la historia tiene otro lado, de éxitos positivos", pues el programa impidió "el peligro claro y real de desnutrición y colapso de los servicios médicos" de Iraq, según Volcker.
"No es un logro menor, en especial si se lo combina con el apoyo que el programa dio para mantener las sanciones básicas contra Iraq y su incapacidad de obtener armas de destrucción masiva", agregó.
De todos modos, las principales conclusiones del Comité son inequívocas, entre ellas que la ONU "requiere un fuerte liderazgo ejecutivo, a través de una reforma administrativa y controles y auditorías más confiables", consideró.
El Comité reafirmó que Annan no influyó ni intentó influir en el proceso de compras del multimillonario programa, una conclusión que satisfizo a Annan.
El jefe de la ONU admitió, no obstante, no haber sido "suficientemente diligente o efectivo" en lanzar una investigación cuando supo que la compañía suiza para la que trabajaba su hijo, Kojo Annan, había ganado un contrato en el marco del programa Petróleo por Alimentos.
"Lamento eso profundamente", declaró el funcionario.
De todos modos, Annan se negó a discutir otras críticas contra su hijo, quien, según una versión periodística, compró un vehículo de lujo apelando al nombre de su padre para gozar de exenciones fiscales diplomáticas. Luego, lo habría transferido libre de impuestos a un tercer país.
La eventual acusación por invocación falsa del estatus de diplomático "es algo que deben analizar nuestros funcionarios del área jurídica", dijo Annan.
El funcionario sostuvo que la evidencia de corrupción real entre una pequeña cantidad de empleados de la ONU es "profundamente desalentadora para los que trabajamos en la organización".
Volcker aseguró que había "una persistente ausencia de auditoría y control administrativo efectivos", determinada por una débil planificación, financiamiento inadecuado y falta de profesionales en esas áreas.
Como jefe de la administración de la ONU, Annan afirmó que debe asumir su responsabilidad "por las fallas constatadas, tanto en la implementación del programa y, más generalmente, en el funcionamiento del secretariado".
Annan no debería ser considerado como si fuera el gerente general de una corporación mundial, advirtió Phyllis Bennis, investigadora del Instituto para Estudios Políticos con sede en Washington.
"La ONU se basa sobre principios consagrados en su Carta, que requiere a sus líderes, en especial el secretario general, defenderlos contra aquellos que intentan forzar a la organización a participar en guerras ilegales, adherir a ocupaciones ilegítimas o ignorar genocidios", sostuvo Bennis.
La experta atribuyó los ataques contra Annan menos a "las reales (y limitadas) actividades corruptas en el secretariado" que a su "posición sobre la ilegalidad de la guerra en Iraq".
Volcker cuestionó en su informe al Consejo de Seguridad, que dejó demasiada iniciativa a Iraq dentro del programa Petróleo por Alimentos. "Fue un pacto con el diablo, y el diablo tiene medios para manipular el programa", dijo un representante en el Consejo.
El Consejo, según Volcker, no delimitó con claridad las tareas de control de su Comité 661, a cargo de supervisar la marcha del programa, y la del Secretariado. Como consecuencia, "nadie parecía claramente al mando. Los retrasos o la evasión en la toma de decisiones fueron crónicos", sostuvo.
Las lagunas del programa también permitieron al depuesto presidente iraquí Saddam Hussein embolsarse grandes cantidades de dinero por el contrabando de petróleo, hecho que el Consejo de Seguridad —del que Estados Unidos es miembro con poder de veto— prefirió ignorar.
El diplomático estadounidense James Cunningham fue quien más participó en nombre de su país en el Comité 661, según Bennis, pero su tarea se concentró en retrasar o cancelar contratos para la compra de artículos humanitarios que, según Washington, podían ser utilizados también con fines militares.
Ni Estados Unidos ni Gran Bretaña, otro país con poder de veto sobre las decisiones del Consejo, ni ninguna otra nación observó contrato alguno de venta de petróleo por la práctica de comisiones ilegales y sobrefacturación, generalizada en la industria petrolera, afirmó Bennis.
El programa Petróleo por Alimentos permitía a Iraq, sometido entre 1990 y 2003 a embargos comerciales por la invasión a Kuwait, la venta de crudo para la compra de alimentos y medicinas. Tanto las compras como las ventas eran canalizadas a través de los órganos instalados por la ONU a tales efectos. (
