Mas de dos semanas después de las primeras elecciones presidenciales con varios candidatos en la historia de Egipto, a la gente le resulta difícil darse cuenta de lo que esa competencia implicó para el paisaje político a largo plazo.
Mientras la mayoría de analistas afirman que nunca estuvo en duda la victoria del presidente Hosni Mubarak (en el poder desde octubre de 1981), también señalan que, pese a contadas excepciones, los comicios se realizaron de un modo mucho más limpio que anteriores consultas populares concebidas para favorecer al gobernante Partido Nacional Democrático.
"Las elecciones fueron un paso adelante, especialmente si la tendencia hacia una mayor transparencia electoral continúa", opinó Simon Kitchen, analista en asuntos de Medio Oriente en el Eurasia Group, una consultoría de riesgo político con sede en Nueva York.
Mubarak arrasó con 88,5 por ciento de los votos, aunque sólo 23 por ciento de los electores concurrieron a las urnas. Tenía 10 competidores, incluyendo a Ayman Nour, del promocionado partido Al-Ghad, que obtuvo 7,3 por ciento, y Nomaan Gomaa, del histórico partido Al-Wafd, que recibió menos de tres por ciento de los sufragios.
Lo que posibilitó la postulación de múltiples candidatos fue una enmienda constitucional que modificó el sistema de referéndum previo, según el cual los ciudadanos sólo podían votar "sí" o "no" a un candidato único respaldado por el parlamento. El propio Mubarak había sido autor de esta iniciativa, que presentó al Poder Legislativo en febrero.
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Los críticos opinaron que la reforma no fue demasiado lejos y fue todavía más severa en materia de requisitos para postularse: sólo se permitió presentar candidatos a los partidos políticos oficialmente reconocidos, y cada uno debía obtener un apoyo previo avalado por las firmas de al menos 250 funcionarios o miembros del parlamento.
Estos procedimientos fueron suficientes para alienar a dos de las fuerzas políticas más tradicionales. Tanto el Partido Nasserista como el izquierdista Tagammu se negaron a postular candidatos en señal de protesta.
Las restricciones impidieron que la islamista Hermandad Musulmana —que carece de reconocimiento oficial como partido— presentara un candidato, neutralizando al bloque de oposición más formidable de Egipto.
Pese a los esfuerzos del gobierno por alentar a los ciudadanos a votar, al concluir la jornada electoral del 7 de septiembre, sólo 23 por ciento de los habilitados habían comparecido ante las urnas. Aunque fue una concurrencia mucho más baja que la esperada, superó la proporción de votantes de consultas anteriores, estimada en menos de 15 por ciento.
Luego del acto electoral, tanto Nour como Gomaa denunciaron fraude. "Los resultados no tienen relación con la realidad", dijo Nour, citado por la revista semanal independiente Cairo.
Pero pese a las restricciones obvias y a las acusaciones de fraude, muchos egipcios dijeron que la mecánica de las elecciones fue considerablemente más limpia que en el pasado. Un informe de la Organización Egipcia para los Derechos Humanos indicó que los pocos votos que Mubarak pudo haber conseguido en algunos episodios fraudulentos aislados no eran suficientes para alterar el resultado.
"Uno puede decir con certeza que las elecciones fueron celebradas más limpiamente que actos electorales previos", dijo a IPS Hafez Abu Saada, presidente de la Organización Egipcia para los Derechos Humanos. "No hubo la intimidación sistemática que se había visto antes", agregó. Estos comicios merecerían ser calificados como "buenos, no excelentes" por su transparencia.
Muchos egipcios vieron con poco entusiasmo la consulta, convencidos de que ninguno de los recién llegados podía desafiar a Mubarak. A los candidatos sólo se les dio tres semanas para presentar sus ideas al público.
Amr Abdel Motaal, socio de un despacho de abogados, no votó. "Después de la aplicación de todos los prerrequisitos, Mubarak era la única opción. Los demás simplemente no eran viables", explicó.
Muchos dirigen la mirada a la próxima carrera presidencial, prevista para 2011, cuando la noción de elecciones multipartidarias habrá tenido tiempo para arraigarse.
Pero se necesita una reforma considerable para lograr elecciones presidenciales limpias y transparentes.
"El Partido Nacional Democrático todavía tiene enormes ventajas estructurales", señaló Kitchen, citando el fácil acceso de la fuerza gobernante a fondos para la campaña, a su vasta red de oficinas partidarias locales y a su influencia sobre el sistema judicial y los medios de comunicación. "Si estas ventajas no son eliminadas, la emergencia de una oposición creíble seguirá siendo imposible", indicó.
El activista Abu Saada señaló la necesidad de más reformas de la Constitución para lograr comicios completamente limpios en 2011. "Todavía hay problemas cruciales con el artículo 76 (que establece las reglas para elecciones multipartidarias)", afirmó, por ejemplo, el requisito de las 250 firmas, que frustra una competencia genuina.
"Todavía falta un largo trecho hasta 2011, y es difícil formular preguntas puramente hipotéticas", opinó el abogado Abdel Motaal. Las fuerzas externas, tanto regionales como internacionales, afectarán seguramente el rumbo de cualquier reforma política, añadió.