Contener el daño político causado al presidente estadounidense George W. Bush por lo que él mismo reconoció como «inaceptable» respuesta del gobierno al huracán Katrina es la misión a la que se lanzan con pasión los asesores del partido gobernante.
Decenas de revelaciones sorprendentes se han sucedido tras la tormenta y las inundaciones que afectaron a tres estados del sudeste del país, dejaron sin vivienda a un millón de personas y provocaron la muerte de unas 10.000, según las primeras estimaciones.
Max Mayfield, director del Centro Nacional de Huracanes, dijo al periódico Times-Picayune, de la sureña y sumergida ciudad de Nueva Orleans, que jerarcas federales recibieron información de su equipo mucho antes de que Katrina golpeara a Louisiana y Mississippi, y que fueron advertidos sobre los efectos potencialmente mortales de la tormenta.
Entre el 23 y el 30 de agosto, el Centro emitió más de 30 informes sobre Katrina y otras tantas alertas, incluyendo estimaciones detalladas de ciudades y zonas a ser afectadas. El huracán ingresó a los estados de Louisiana y Mississippi el 29 de agosto.
"Mayfield dijo que la fuerza de la tormenta y el desastre que podía acarrear fueron explicitados en esos informes electrónicos y en alertas formales, que advertían de un foco de tormenta capaz de sobrepasar los diques de Nueva Orleans y de vientos suficientemente fuertes como para romper ventanas de edificios altos", dijo el diario.
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"Los informes incluían datos sobre la velocidad esperada de los vientos, el avance de la tormenta, la caída de lluvias y el potencial de los tornados que acompañarían el fenómeno cuando llegara a la costa", agregó.
Mayfield destacó que esos informes se produjeron mucho antes de que el huracán azotara territorio estadounidense. "No es como si esto fuera una sorpresa. Dijimos que los diques podían ser sobrepasados", dijo.
La administración puede haberse sentido reconfortada con la encuesta publicada el lunes por la cadena ABC y el diario The Washington Post. Los entrevistados fueron muy críticos ante la escasa previsión del gobierno antes del desastres, pero fueron muchos menos los que culparon directamente a Bush.
Según la encuesta, 46 por ciento aprobaba el manejo presidencial de la crisis, casi la mitad del 91 por ciento de apoyo que registró tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001.
Dos tercios opinaron que el gobierno federal debió haberse preparado mejor para afrontar una tormenta de esas dimensiones, mientras que tres cuartos dijeron que tanto los gobiernos estaduales como las alcaldías de las áreas afectadas habían estado insuficientemente preparados.
Considerando la hostilidad de los medios de comunicación hacia Bush en este tema, los resultados de la encuesta pudieron haber sido mucho peores. La popularidad del presidente ha ido en caída libre en los últimos meses a causa de la guerra en Iraq y el aumento del precio de la gasolina.
Pero todavía no comienza seriamente el conteo de víctimas en Nueva Orleans, y en los condados de Jackson y Biloxi, Mississippi. Cuando la cantidad de muertos comience a crecer, es probable que el gobierno enfrente otra ola de amargas críticas.
La estrategia de control del daño implementada por la Casa Blanca incluyó dos viajes del presidente y de sus principales asesores a las áreas del desastre, para sacarse fotos en escenarios cuidadosamente elegidos con sobrevivientes y funcionarios estatales y locales.
El propósito fue demostrar que el presidente estaba al frente de la situación y que realmente se preocupaba por la gente, así como neutralizar en algo la crítica punzante hacia el gobierno federal del alcalde de Nueva Orleans, C. Ray Nagin, y de la gobernadora de Louisiana, Kathleen Blanco, ambos del opositor Partido Demócrata.
El presidente se reunió con la gobernadora durante una hora y media el lunes, y los dos salieron de esa reunión luciendo como si finalmente estuvieran en la misma sintonía.
El líder de la mayoría del gobernante Partido Republicano en el Senado, Bill Frist, de Tennessee, apareció en la conferencia de prensa celebrada en Washington el lunes por la noche para anunciar que las dos cámaras del Congreso legislativo modificarían su agenda luego del receso parlamentario para considerar leyes y mantener audiencias específicamente centradas en asistencia a las comunidades víctimas del huracán.
Frist anunció que el Comité de Seguridad Nacional del Senado, presidido por la republicana Susan Collins, de Maine, y Joe Lieberman, de Connecticut, celebrarían audiencias especiales sobre el desastre del Katrina, aunque no proporcionó ninguna fecha.
En Capitol Hill, la sede parlamentaria, el gobierno soporta críticas generalizadas de los demócratas, y también, aunque asordinadas, de su propio partido.
La línea republicana, expresada por Frist y muchos otros, fue reconocer los errores cometidos en la semana que medió entre la notificación de la calamidad inminente y el momento en que se desencadenó la tormenta.
Algunos funcionarios federales dijeron no saber si las demoras en la ayuda y la imposición del orden se agravaron por una mala conducción, mientras funcionarios de Louisiana se quejaron de que los responsables en Washington habían bloqueado algunos intentos de asistencia
Los recursos estaduales y locales fueron tan pobres que, en el futuro, las autoridades federales deberán adoptar "antes un papel más activo ante estas verdaderas 'ultra-catástrofes'", dijo el secretario (ministro) de Seguridad Interna, Michael Chertoff.
Pero funcionarios federales, estaduales y locales insisten en que el problema real fue de la Agencia Federal para la Administración de la Emergencia, bajo la órbita del ministerio de Chertoff , que fracasó en brindar ayuda urgente e impuso una incomprensible e inútil burocracia que desbarató otros esfuerzos de asistencia.
El gobierno de Bush redujo en el presupuesto de este año los fondos para el control de inundaciones en los estados sobre el Golfo de México en casi 50 por ciento. Aun sin los recortes, esos fondos no hubieran alcanzado para hacer frente a Katrina.
El Cuerpo de Ingenieros del Ejército sabe desde hace décadas que un huracán de categoría cuatro o cinco acompañado de un foco de tormentas destruiría las frágiles defensas de Nueva Orleáns, erigida en terrenos bajos y pantanosos sobre el río Mississippi.
Dirigentes demócratas expresaron abiertamente su indignación.
La senadora demócrata Mary Landrieu, de Louisiana, dijo el martes que estaba furiosa con las fallas federales y advirtió que, si oía a cualquiera criticando los esfuerzos locales le daría un "puñetazo", incluido el presidente.
En una conferencia de prensa el lunes, el senador demócrata Patrick Leahy, de Vermont, se mostró visiblemente conmocionado. Señaló que el Departamento de Seguridad Interna "fue creado para protegernos, tanto ante un ataque terrorista como ante un desastre natural. Las tácticas son diferentes, pero el resultado de ambos es el mismo".
Muchos se han hecho eco de este sentimiento, pues, cuatro años después del 11 de septiembre de 2001, el país todavía está poco preparado para soportar organizadamente una calamidad.
El ex presidente Bill Clinton (1993-2001) dijo que el gobierno le "falló" a miles de personas que vivían en las comunidades costeras devastadas por el huracán, y también que a su debido tiempo habrá una investigación federal.
"Nuestro gobierno le falló a esa gente desde el comienzo, y digo ahora que no hay disputa sobre eso. Todo el mundo reconoce que fue un fracaso", dijo Clinton a la cadena de noticias CNN.
Clinton y el también ex presidente George Bush padre (1989-1993) iniciaron el Fondo Bush-Clinton Katrina para recaudar dinero destinado a quienes se quedaron sin vivienda.
Su esposa, la senadora demócrata Hillary Rodham Clinton, de Nueva York, solicitó al presidente Bush el domingo que designara una comisión nacional independiente para examinar las medidas de auxilio.
También dijo que presentará un proyecto para quitar la Agencia Federal para la Administración de la Emergencia de la órbita del Departamento de Seguridad Interna y restaurarle su condición de entidad independiente con estatus ministerial que tuvo hasta 2003, cuando fue fagocitada por el gigantesco nuevo ministerio de Chertoff.
El alcalde de Nueva Orleans, Nagin, fue de los que más vociferaron su frustración. "Todavía nos estamos disputando la autoridad", dijo a los periodistas. "Hay un montón de gente que dice que ser el jefe", agregó.
Chertoff trató de desviar las críticas sobre su ministerio, alegando que más tarde habría tiempo para decidir qué salió mal. Pero admitió que la capacidad del gobierno local para responder al desastre fue severamente comprometida por el huracán y las inundaciones.
"Lo que ocurrió aquí fue esencialmente la demolición de la infraestructura estadual y local", manifestó. "Y creo que realmente causó una serie de destrozos en cascada".