– El legado del presidente de la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos William H. Rehnquist y el futuro del tribunal fueron objeto de intenso análisis este miércoles, cuando el cuerpo del magistrado era sepultado en el Cementerio Nacional de Arlington.
Rehnquist murió el 3 de septiembre a los 80 años, luego de luchar durante meses contra un cáncer de tiroides. Fue el principal responsable del viraje a la derecha más pronunciado en la historia de la Corte Suprema.
El magistrado integró el tribunal durante 19 años, cinco de ellos al frente del órgano. Fue uno de los jueces con mayor trayectoria —y más polémica— en la historia del tribunal.
Cuando el presidente Richard Nixon lo propuso para integrar la Corte Suprema en 1971, ya era conocido como un conservador, muy alejado de la corriente liberal entonces predominante en la magistratura.
Como fiscal general asistente en el Departamento (ministerio) de Justicia, fue elegido porque Nixon deseaba erradicar las inclinaciones liberales del tribunal, que se remontaban al periodo en que el juez Earl Warren ejerció su presidencia en los años 60.
Fue Warren quien decidió, por ejemplo, que la segregación racial en las escuelas era "inherentemente inequitativa", anulando así el precedente legal denominado "separados pero iguales" impuesto por la Corte Suprema en 1896.
Durante sus dos primeros años en el tribunal, la de Rehnquist fue una voz solitaria. Estaba rodeado por liberales como el entonces presidente de la Corte, Warren E. Burger, William O. Douglas, William J. Brennan Jr. y Thurgood Marshall.
Con mucha frecuencia, era la única voz disidente en las sentencias. Un caso notorio ocurrió en 1981, cuando el tribunal consideraba una condena a muerte.
"La existencia de la pena de muerte en este país es virtualmente una ilusión", ironizó en su escrito Rehnquist, quien se quejó de que en esas condenas "virtualmente no sucede nada, excepto interminables procedimientos legales".
El juez creía que había demasiados obstáculos procesales para que los estados ejecutaran sus condenas. Pero las opiniones de Rehnquist, al fin y al cabo, prevalecieron. Una combinación de leyes y fallos de la Corte Suprema aceitaron el camino al cadalso en los años 90.
El dominio de Rehnquist sobre la Corte se afianzó con la designación de otros jueces conservadores en el cuerpo durante los gobiernos de Ronald Reagan (1980-1989) y George Bush padre (1989-1993).
Rehnquist fue un incansable defensor de lo que denominó "pluralismo": el reconocimiento del derecho de los estados ante el poder federal y la dura defensa de un Poder Judicial independiente, pero con limitaciones a los tribunales de menor rango.
"No concentres todo el poder en un solo lugar", dijo en una ocasión.
Esta filosofía se tradujo en muchas decisiones que reafirmaron el derecho de los estados a legislar y adjudicarse poderes no reservados específica y explícitamente al gobierno federal.
Rehnquist se mostró favorable a la prestación de servicios del gobierno a congregaciones religiosas. Defendió la limitación del poder de agencias del gobierno a tomar en cuenta la raza al establecer políticas públicas.
Y su interpretación de la Constitución implicaba un gobierno con poderes limitados, no una carta de derechos amplios e implícitos.
La Corte de Rehnquist, por ejemplo, admitió la autoridad de la policía para realizar registros y presentar los resultados como evidencia, defendió la inmunidad de los agentes del orden ante querellas por violación de derechos constitucionales y redujo el rol de los tribunales federales en la revisión de condenas penales en la justicia estadual.
También tuvo una visión limitada sobre las garantías del debido proceso. En un caso, rechazó una demanda referida a leyes estaduales que prohibían el suicidio asistido por médicos. Y en otro, rechazó la confección de distritos electorales diseñados por legislaturas del sur para favorecer la elección de congresistas federales negros.
Pero Rehnquist no ganó todas sus batallas. Su mayor derrota fue la sentencia Roe versus Wade, de 1973, que reconoció el derecho al aborto. Su firma fue la única en disenso, junto con la del juez Byron R. White.
En 1992, volvió a votar en minoría en el caso Paternidad Planificada versus Casey, en que estaba en juego la vigencia del fallo Roe versus Wade.
Y en 1989, al fallar en el caso Texas versus Johnson, la Corte Suprema dispuso, con el único voto contrario de Rehnquist, que la quema de banderas estadounidenses era una forma de expresión política protegida por la Primera Enmienda constitucional.
Más controvertidas aún fueron sus posiciones sobre las garantías del debido proceso. En 1976, redactó la sentencia del caso Paul versus Davis, según la cual un hombre identificado erróneamente como atracador y detenido no podía demandar a la policía.
Otra de sus sentencias, la del caso Estados Unidos versus Lopez de 1995, determinó la inconstitucionalidad de la Ley de Zonas Escolares Libres de Armas, que había impuesto cinco años antes la prohibición del porte, con pena de cárcel, en un radio de 300 metros de una escuela.
Su decisión más controvertida fue, seguramente, la que resolvió por cinco votos contra cuatro el triunfo electoral del hoy presidente George Bush ante el demócrata Al Gore en las elecciones de 2000, luego de un impasse de 36 días en el escrutinio.
Ante la posibilidad de que el juez John G. Roberts sea confirmado por el Senado como sucesor de Rehnquist, y de que Bush logre la designación de otro conservador para cubrir la vacante por el retiro de la jueza Sandra Day O'Connor, lo seguro es que el viraje a la derecha abierto por Nixon con el nombramiento de Rehnquist no solo continuará, sino que recrudecerá. (