El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, debería presionar esta semana a sus delegados en el FMI para que el organismo deje de condicionar de modo tan estricto su ayuda a los países pobres.
Eso tendría que suceder si Bush practicara lo que predicó la semana pasada ante la Cumbre Mundial 2005, en el recinto de la Asamblea General de la ONU, ocasión en que se explayó sobre democracia y pobreza.
Al menos eso es lo que se desprende de los últimos informes de la organización no gubernamental ActionAid Internacional (AAI).
Para AAI, las políticas antiinflacionarias dictadas a los países por el FMI y el Banco Mundial obstaculizan el cumplimiento de los Objetivos de las Naciones Unidas para el Desarrollo del Milenio y la promoción de las instituciones democráticas.
Los Objetivos incluyen la reducción a la mitad de la proporción de la población mundial hambrienta y pobre para 2015, así como la reducción drástica de la mortalidad infantil y materna.
"Lo que el FMI (Fondo Monetario Internacional) y el Banco Mundial están haciendo es, en efecto, destrozando el corazón de la democracia", dijo el principal analista político de AAI, Rick Rowden.
"Celebrar elecciones periódicas no significa mucho cuando la dirección económica de una nación es tan discutida entre el FMI, los bancos centrales y los ministerios de finanzas a puertas cerradas a los votantes", sostuvo Rowden.
Los dos informes, basados sobre la situación de 13 países en desarrollo, concluyen que el control indirecto ejercido por el FMI sobre la política macroeconómica de los receptores de crédito es una camisa de fuerza que amarra la capacidad de atacar problemas sociales, de salud y económicos urgentes, como la pandemia de sida.
Además, ese control conspira contra la capacidad del electorado de esos países para influir sobre esas mismas políticas, según los expertos de AAI.
Los votantes en la mayoría de los países con gobiernos democráticos o en transición, según la institución, respaldan los esfuerzos por mejorar la salud y el bienestar de la población pobre, que, de hecho, constituye la vasta mayoría en África, Asia meridional y buena parte de América Latina.
Pero así como los gobiernos elegidos democráticamente luchan para responder a esas demandas, son incapaces de lograr el éxito a causa de las políticas del FMI.
"Estamos entre Guatemala y guatepeor cuando se trata de manejar los requerimientos del FMI y los del electorado", dijo el año pasado el presidente de Tanzania, Benjamin Mkapa.
Los informes de AAI también citan a un funcionario del sector educativo de Kenia, según el cual "el sentimiento general entre la ciudadanía es que las decisiones del gobierno están subordinadas a las reglas y lineamientos del FMI, y que el país está cautivo de esas decisiones sin muchas alternativas".
El primero de los informes, "Clavos cuadrados, orificios redondos", observa una "contradicción fundamental entre la necesidad de elevar los gastos sociales para combatir el sida y lo que realmente puede gastarse en el marco de la actual política del FMI de reducción de la inflación" a menos de cinco por ciento anual.
"¿Cómo puede gastarse significativamente más dinero en esas economías sin elevar la inflación más allá de lo que admite la política del FMI?", inquiere el estudio.
Como los gobiernos donantes y otras agencias financieras, incluido el Banco Mundial, consideran el cumplimiento de las metas del FMI como un sello de calidad, las omisiones elevan un riesgo de recorte del crédito externo.
"El FMI puede efectivamente desactivar el flujo de asistencia externa a cualquier país que no adhiera satisfactoriamente al marco macroeconómico acordado", según AAI, en cuyo informe se citan en ese sentido la situación de Honduras y Zambia.
El segundo informe indica que los requisitos del FMI ponen en peligro la posibilidad de lograr que todos los niños y niñas concluyan el ciclo de educación básica para 2015, uno de los Objetivos de las Naciones Unidas para el Desarrollo del Milenio.
"Compromisos contradictorios: Cómo el logro de la educación universal es socavada por el FMI", indica que, para alcanzar esa meta, los países deben aumentar radicalmente su inversión en la construcción de escuelas, el entrenamiento de profesores y eliminación del cobro de aranceles.
Pero en la mayoría de los casos eso no puede lograrse sin exceder el límite de gastos impuesto por el FMI, lo cual les impide cumplir con las metas asumidas ante la comunidad internacional y con las demandas del electorado.
Los problemas que afrontan los gobiernos dependientes del FMI se han vuelto aun más evidentes desde que la Cumbre del Milenio adoptó los ocho Objetivos en septiembre de 2000. Esas metas fueron reafirmadas la semana pasada en la Cumbre Mundial celebrada en Nueva York.
Incluso el Banco Mundial, institución hermana del FMI, advirtió que muchos países están quedando atrás en el proceso hacia las metas del milenio.
La insistencia del FMI en restringir el gasto público parece cada vez más una anomalía, en particular luego de que el Grupo de los Ocho (G-8) países más poderosos del mundo acordaron en julio una iniciativa para condonar la deuda de los 18 países más pobres ante las instituciones financieras internacionales.
Esa iniciativa, que cuenta a Bush entre sus defensores, será considerada este viernes y el sábado en la reunión anual conjunta del FMI y el Banco Mundial en Nueva York.
AAI y otras organizaciones consideran que existe escaso consenso entre los economistas respecto de los efectos sobre el crecimiento económico del techo de cinco por ciento de inflación anual, que suele imponer el FMI a los países que reciben sus créditos de estabilización.
"Tal vez las actuales políticas monetarias del FMI eran apropiadas para combatir la crisis de hiperinflación en muchos países en desarrollo a fines de los años 70 y principios de los 80", indica el primer informe de AAI.
"Pero la táctica de restringir estrictamente el gasto público para mantener la inflación baja se da de bruces con lo que se requiere hoy: nuevas políticas económicas que admitan un gran incremento del gasto público", agrega el estudio.
En ese sentido, el informe recuerda que América Latina en los años 50 y 60 y Asia oriental en los 60 y 70 alcanzaron un muy elevado crecimiento económico a pesar de que la inflación tuvo un promedio de 20 por ciento anual.