Sin subvención estatal, el poder creativo de la danza en Chile seguirá desangrándose, dijo a IPS la coreógrafa Karen Connolly, testigo de la fuga de talentos porque «no se vislumbra un panorama decente» para los artistas.
Programas de televisión que buscan talentos y un aumento de las academias o escuelas de baile parecen mostrar un renacimiento del interés por apreciar y ejercitar esta disciplina artística, pero la precariedad persigue a los bailarines.
La falta de financiamiento e infraestructura para la danza clásica contrasta con la irrupción de academias dirigidas por quienes bailan en programas de televisión, advierten profesionales vinculados al mundo académico.
Chile cuenta con tres compañías oficiales con infraestructura para la danza y que pagan sueldos por ensayos y no solamente por funciones. Son el Ballet Nacional Chileno, creado en 1945, el Ballet de Santiago, que existe desde 1959, y el Ballet Folklórico Nacional (Bafona), fundado en 1965.
Al margen de estos cuerpos, "los bailarines independientes tienen que correr los muebles en sus casas para poder practicar, lo que no me parece digno para una profesión tan difícil", dijo Connolly, representante de esta disciplina en el gubernamental Consejo de la Cultura y las Artes.
A su juicio, "99,9 por ciento de la creatividad está en las compañías independientes", las que deben optar por autofinanciarse, realidad que contrasta con la del Ballet de Santiago del Teatro Municipal.
Esa compañía "recibe una subvención (anual) de 1.500 millones de pesos (unos tres millones de dólares), siendo que las obras, los coreógrafos, la directora y el 85 por ciento del ballet es extranjero", dijo.
Si bien existen otras compañías estables vinculadas sobre todo a proyectos académicos, los expertos advierten que en este país no hay espacios para la danza a través de subvenciones a largo plazo, educación, ni tampoco una literatura que registre su historia y expresiones.
Connolly, el director y actor teatral Héctor Noguera, y Vicente Ruiz, bailarín y actual director de la Escuela de Danza de la privada Universidad Mayor, concordaron en un foro en que el Estado tiene que asegurar un teatro exclusivo para la danza y que la subvención es el único camino para que las compañías independientes tengan cuerpos permanentes.
Para Noguera, se trata de una "falta conciencia de responsabilidad (del Estado), por lo tanto es un problema ético. Al no hacerse cargo de la creatividad, se botan vidas, almas, no solamente dinero sino también una sociedad", dijo.
Magali Rivano, intérprete, coreógrafa y jurado en el programa busca talentos de la estatal Televisión Nacional "Rojito", dijo a IPS que "el hecho que la danza haya aparecido, aunque sea a través de un concurso, ha sido muy importante porque se ha perdido el estigma de que es sólo para las niñas".
"La gente ha visto que la danza es una posibilidad de desarrollo y que se puede encauzar al niño talentoso para que pueda dedicarse a ser un excelente bailarín profesional", agregó.
La bailarina enfatizó que la falta de recursos "no es un lamento, sino una realidad". La danza es una "carrera larga y difícil, que la gente no la sigue mucho porque sabe que tampoco le dará una gran rentabilidad económica".
Con mayor ayuda del Estado, "tendríamos mayor representatividad y posibilidades de desarrollarnos mejor", opinó.
Ruiz recordó que, según estadísticas del Consejo de la Cultura y las Artes, sólo tres por ciento de la población asiste a un espectáculo de danza al año.
Rivano atribuye esa escasa convocatoria a la ausencia de la danza en el sistema escolar, a diferencia de países en que ésta se incluye en los programas de las escuelas.
Allí "te encuentras tremendos grupos dentro de la educación secundaria, de tipos que son prácticamente profesionales de la danza y están recién saliendo de los colegios", señaló.
Además, "Chile es un país sedentario donde se baila poco, la gente se mueve y gesticula poco. Nuestra corporalidad parca hay que cambiarla ya", especialmente cuando se sabe que 36.000 niñas y niños, 17 por ciento del total, que cursan el primer año de enseñanza básica son obesos, subrayó la bailarina.
En opinión de Rivano, la danza no solo implica "un desarrollo físico, sino también una corporalidad a partir de lo interno, con todo un trabajo de la sensibilidad y lo emocional".
Jennifer Mc Coll, estudiante de quinto año de la carrera de danza en la privada Universidad Arcis y ayudante de la asignatura historia de la danza, hizo una distinción entre el espectáculo que realizan los programas de televisión, y la danza artística de las universidades.
Las tres escuelas nacionales son la de la Universidad de Chile, más clásica, la de la privada Universidad Academia de Humanismo Cristiano, con una tendencia expresionista o moderna, y la de Arcis, que se acerca más al baile contemporáneo, dijo Mc Coll a IPS.
Además, están las academias formadas por los propios bailarines de televisión, con otras cualidades y referencias que responden al formato del entretenimiento.
Mc Coll estima que, "en materia de creación coreográfica, no sólo la danza sino el ámbito artístico en general están bastante delimitados por políticas culturales nacionales, como por ejemplo los proyectos que financia el Fondo Nacional de la Cultura y las Artes (Fondart)".
Los pocos especialistas en danza contemporánea determinan una pobre creación. "Hay muy poca propuesta, porque con seis o siete coreógrafos relevantes con obras cada año, las que remiten a un mismo referente, hay poca salida para los nuevos", señaló la estudiante.
Si bien el financiamiento estatal ha permitido la supervivencia y la producción, el problema es "que todo está cortado por una sola tijera, ya que quienes evalúan los proyectos de Fondart son los mismos que presentan proyectos al año siguiente", agregó.
Mc Coll coincide con Rivano sobre la causa de la baja convocatoria. "En Chile hay una escasa educación del público hacia un arte como la danza" en su expresión clásica, a diferencia de "la danza espectáculo que sí tiene un rating de popularidad mucho más alto".
Pese a todo, se multiplican los concursos, festivales, talleres y clases de clásico, flamenco y folclore. Y en las escuelas, la cueca, danza nacional chilena, se evalúa como unidad en la asignatura de educación física.
Karen Connolly espera que el talento nazca donde "tiene que nacer, no importa si lo hace en una familia pobre donde no hay medios" y confía en la irrupción de una generación que rescate la creatividad, agotada en Chile en el siglo XX. (