La ampliación de la Unión Europea (UE) en mayo de 2004 no provocó la temida inundación de mano de obra barata de los nuevos países miembros a los más antiguos, pero sí un persistente goteo, concluyó una organización de derechos civiles.
El influjo de trabajadores de nuevos miembros, como Polonia, es manejable y ha producido beneficios económicos en los países que los recibieron, dice el informe ¿Quién le teme a una Unión Europea ampliada?, publicado el miércoles por el Servicio de Acción Ciudadana Europea (ECAS, por sus siglas en inglés).
ECAS ofrece servicios sobre cabildeo, recaudación de fondos y defensa de los derechos cuidadanos dentro del bloque regional europeo.
En mayo del año pasado, se incorporaron a la UE 10 nuevos miembros de Europa central y oriental, pertenecientes al antiguo bloque comunista: Chipre, República Checa, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Malta, Eslovaquia, Eslovenia y Polonia. La unión regional pasó a tener entonces 25 miembros.
La amplicación generó una gran alarma sobre la llegada de trabajadores a los antiguos miembros occidentales y la posibilidad de que desplazaran de los empleos a ciudadanos de esos países.
Los alarmistas que predijeron un gran influjo de mano de obra barata desde Europa central y oriental resultaron equivocados, dijo el miércoles a la prensa el director de ECAS, Tony Venables. Todavía hay una enorme brecha entre la percepción pública sobre la ampliación y lo que ocurre realmente, dijo.
La causa de la alarma fue el miedo a lo desconocido, sostiene el informe, y agrega que los nuevos países miembros todavía deben combatir los estereotipos.
El estudio, que analiza datos oficiales de 20 de 25 países europeos, muestra que el nivel de migración de los nuevos estados miembros a los antiguos no llega a representar uno por ciento de la fuerza de trabajo.
Irlanda, Suecia y Gran Bretaña fueron los únicos tres países que abrieron sus mercados de trabajo totalmente a inmigrantes de los 10 nuevos estados miembros. Otros países, como Francia y Alemania, con altos índices de desempleo, impusieron restricciones al derecho al trabajo en sus territorios por varios años.
Polonia, el nuevo país miembro con mayor población, es el que tiene más ciudadanos en otros países de la UE, observó ECAS. Los polacos representan el mayor número de trabajadores de Europa oriental en Gran Bretaña (casi 100.000) y en Irlanda (40.000).
Según las normas de la UE, los ciudadanos de sus estados miembros pueden establecerse y trabajar en cualquier país del bloque, pero los recién llegados se vieron obligados a aceptar restricciones al movimiento laboral hasta por siete años.
La Comisión Europea, brazo ejecutivo de la UE, recomendará el próximo año si acortar o no ese período, pero la decisión de abrir los mercados dependerá de cada gobierno.
Aunque no se ha producido la temida inundación de mano de obra barata, ECAS reconoció que la falta de restricciones en Gran Bretaña, Suecia e Irlanda provocó un gran incremento en el influjo de trabajadores a esos países.
Después de la ampliación del bloque, se registraron en Gran Bretaña unos 175.000 trabajadores, y en Irlanda, 85.000.
El estudio advierte que los antiguos miembros que impusieron restricciones corren riesgo de un crecimiento del mercado negro de trabajo.
Es difícil estimar la dimensión del mercado negro, señaló Julianna Traser, autora del informe. Testimonios informales sugieren que las restricciones del mercado laboral no impiden el ingreso de personas en busca de trabajo, añadió.
ECAS advirtió que muchos nuevos países miembros sufren una fuga de jóvenes calificados que se van a buscar empleo a Europa occidental.
Entre tres y cinco por ciento de los ciudadanos de los nuevos estados miembros con educación universitaria completa tienden a dejar su país natal en busca de mejores perspectivas laborales. Esos países no sólo experimentan una 'fuga de cerebros', sino una 'fuga de jóvenes', dice el informe.