El gobierno de Brasil no se decide a aplicar la licencia compulsiva a la patente del medicamento Kaletra, decepcionando a los responsables, auspiciantes y beneficiarios del programa de tratamiento del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida).
La amenaza de imponer la licencia compulsiva para forzar a la industria farmacéutica a bajar los precios ya no funciona, está desacreditada, porque el gobierno la esgrimió varias veces sin hacerla efectiva, dijo a IPS la asesora de proyectos de la Asociación Brasileña Interdisciplinaria de Sida (ABIA), Renata Reis.
Organizaciones no gubernamentales y redes de personas viviendo con el virus de inmunodeficiencia humana (VIH, causante del sida), presionan al gobierno brasileño para que adopte finalmente la medida, que permitirá la producción nacional del Kaletra y asegurará la continuidad de la distribución gratuita y universal de medicamentos antirretrovirales.
Brasil distribuye esos medicamentos —que reducen la cantidad de virus en el organismo y alargan la vida— a las personas con sida desde 1996, a través del Programa Nacional de Enfermedades Transmisibles Sexualmente y Sida, reconocido internacionalmente como ejemplar y decisivo en el control de la epidemia en este país de 182 millones de habitantes.
Pero sus costos se elevan continuamente por la mayor cantidad de usuarios y la adopción de nuevos medicamentos, cuyos precios son muy elevados a causa de los derechos de patentes. Actualmente, cerca de 160.000 personas reciben el tratamiento, y se prevé que serán 180.000 al final del año.
Los gastos del año pasado ascendieron a 621 millones de reales (260 millones de dólares), cuatro veces el total de lo que el programa costaba en 1997. Este año el Ministerio de Salud prevé un aumento de 52 por ciento, que amenaza la sustentabilidad financiera del plan.
Del total de esos gastos, 65 por ciento se destina a la adquisición de sólo tres de los 16 antirretrovirales distribuidos a quienes demandan tratamiento. El Kaletra es uno de ellos, y cuesta en Brasil 2.628 dólares anuales por paciente, cinco veces más que en África, según el Ministerio.
Por eso, el Ministerio de Salud amenazó en junio con aplicar la licencia compulsiva sobre la patente del laboratorio Abbott, empresa estadounidense que produce el Kaletra, ante el fracaso de negociaciones que se prolongaban por más de tres meses.
La medida, prevista en la legislación brasileña, permite la producción del fármaco por otros laboratorios instalados en el país, incluso estatales, estableciendo una remuneración fija de los derechos de patente a la compañía dueña de la misma. Eso permitiría ahorrar 130 millones de reales (54 millones de dólares) anuales, 13,8 por ciento de los gastos totales previstos para este año.
Esa intervención, que suspende el monopolio de la patente, es permitida a los países por la Organización Mundial de Comercio en casos de emergencia sanitaria, según el principio de que la salud pública prevalece sobre el interés privado. Se trata de una medida legal, frecuentemente empleada incluso por los países industrializados que más defienden la inviolabilidad de las patentes.
Estados Unidos la aplicó recientemente en medicamentos contra el ántrax, cuando se temió una ola de terrorismo químico en ese país a raíz de ataques utilizando ese bacilo, recordó Reis, abogada de formación.
La disposición brasileña de romper la patente del Kaletra y producir su genérico fue saludada como una buena noticia por la organización Médicos Sin Fronteras (MSF), con sede en Francia, cuyos equipos asisten a 35.000 personas con sida en varios países.
Los medicamentos antirretrovirales de segunda generación, como el Kaletra, encarecen demasiado el tratamiento, y una producción genérica en Brasil abriría nuevas perspectivas a los países pobres, observó Karim Laoabdia, de la Campaña de Acceso a Medicamentos Esenciales de MSF.
Pero el Ministerio de Salud brasileño frustró las expectativas de organizaciones no gubernamentales y de portadores de VIH, anunciando el 8 de julio un acuerdo con Abbott para reducir los precios del Kaletra en Brasil, evitando la licencia compulsiva.
El anuncio provocó protestas generalizadas. No se definió un precio unitario del medicamento, sino su reducción proporcional, considerando que de los 23.400 usuarios actuales se pasaría a 60.000 dentro de seis años.
No fue transparente, la negociación fue secreta, sin oír a las personas directamente afectadas, y se mantiene el programa bajo amenaza financiera, lamentó Reis, quien representa a la ABIA en un Grupo de Trabajo sobre Propiedad Intelectual de una red de 40 organizaciones no gubernamentales.
Pero el nuevo ministro de Salud, José Saraiva Felipe, investido el mismo 8 de julio, no formalizó el acuerdo anunciado por su antecesor. Tanto su cartera como Abbott informan que las negociaciones prosiguen, sin aclarar cuáles son las discrepancias ni si hay un plazo para su conclusión.
El movimiento social seguirá presionando por la quiebra de patente que beneficiaría a las personas que viven con el VIH en todo el mundo, sostuvo Reis.
El Kaletra es una combinación de dos antirretrovirales ya usados separadamente, Lopinavir y Ritonavir. La combinación potencia los dos principios activos, mejorando los beneficios y reduciendo los efectos colaterales indeseables, como diarreas, dijo a IPS Juan Carlos Raxach, médico y asesor de proyectos de ABIA.
En su opinión, una publicidad excesiva acompañó el lanzamiento del nuevo medicamento, elevando sus costos y difundiendo su uso quizás más allá de lo adecuado, según el médico.
Modificar precozmente la terapia, adhiriendo a nuevas medicinas, tiene sus riesgos, como la resistencia cruzada del virus, que se produce cuando un medicamento impide el uso de otros, señaló Raxach.