La música brota de una improvisada vivienda donde el mozambiqueño Simiao Chicava* se gana la vida arreglando radios y vendiendo casetes de música.
El escenario de esta actividad es Ivory Park, un barrio pobre en el noreste de Johannesburgo, centro financiero de Sudáfrica y de África subsahariana. Un transeúnte casual podría confundirse y por un momento pensar que se encuentra en Maputo, la capital de Mozambique.
En Ivory Park se escuchan bromas en portugués, shangaan y otros idiomas mozambiqueños, mientras vendedores ambulantes ofrecen pescado seco y ahumado, igual que en las costas de Mozambique.
Carpinteros del país vecino oriental del Sudáfrica trabajan con diligencia sobre la acera, fabricando coloridos gabinetes de cocina. Otros inmigrantes sueldan caños de escape de automóviles o venden alimentos básicos en tiendas informales, llamadas "spaza".
Muchos, quizá la mayoría de estos inmigrantes, viven en Sudáfrica de manera ilegal, pero aun bajo la amenaza de arresto y deportación, muestran una impresionante capacidad para sobrevivir en un clima económico hostil.
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Durante la guerra civil de Mozambique (1976-1992), cientos de miles de mozambiqueños huyeron a Sudáfrica y se sumaron a los que buscaban trabajo en las minas de oro de este país.
Investigaciones del Programa de Estudios de Migración Forzada de la Universidad de Witwatersrand, Johannesburgo, indican que 240.000 de esos refugiados decidieron permanecer en Sudáfrica una vez terminada la guerra en su país, a lo que se sumó un continuo influjo de migrantes empujados por la pobreza.
El Departamento de Asuntos Internos no dispone de estimaciones sobre el número de mozambiqueños que viven en este país sin documentos.
Los que llegan hasta Ivory Park se eestablecen donde pueden.
"En Mozambique hay muy pocos empleos, entonces la gente aprende a comerciar a edad temprana", explicó Manuel Pedro, un vendedor ambulante de 26 años que viajó de su casa en una zona rural del noreste de Mozambique hasta Maputo antes de cruzar la frontera con Sudáfrica ilegalmente, en 2001. Ahora vive en Ivory Park, donde también está su tío.
El año pasado, Pedro fue arrestado y deportado a Mozambique. Pero se propuso volver, y dos meses estaba de regreso en Ivory Park, donde alquila una pequeña choza de lata por el equivalente a 23 dólares mensuales.
Cuando llegó a Sudáfrica, trabajó para una empresa de pavimentación durante un año. Actualmente, camina tres kilómetros cada mañana para trabajar como jardinero en Ebony Park, un barrio de clase media.
En un buen mes, llega a ganar casi 80 dólares, pero a veces se contenta con reunir lo suficiente para pagar su renta. La vida en Johannesburgo no resultó tan lucrativa como esperaba, y en algunos casos los clientes se niegan a pagarle, lamentó Pedro.
"A veces haces un trabajo y cuando llega la hora de cobrar, el cliente sale con algún cuento. Ellos saben que no podemos denunciarlos a la policía, porque no tenemos papeles", explicó.
Pero regresar a Mozambique está fuera de discusión. "Allá no hay nada. La gente trabaja la tierra o pesca, pero no hay dinero. No puedo volver a esa vida", dijo.
Pedro sueña con iniciar una empresa de construcción. El mes pasado tuvo en Ebony Park su primer cliente, que le pidió construir un muro de seguridad alrededor de su casa. Para hacer el trabajo, Pedro empleó a dos compatriotas que sabían de albañilería, a los que pagó cerca de 15 dólares por jornal.
De la choza de lata y madera de Simiao Chichava surge una historia similar.
Chichava, de 32 años, llegó a Sudáfrica en 2003 sólo con lo puesto. "Ahora hay paz en Maputo, pero no hay trabajo. Mis hermanos son pescadores, pero hay demasiada gente en esa actividad, y no da mucho dinero", explicó.
Con el arreglo de radios y la venta de casetes, hace unos 46 dólares al mes en Ivory Park.
Según el último Informe sobre Desarrollo Humano de las Naciones Unidas, 37,9 por ciento de los mozambiqueños viven en la pobreza extrema, con menos de un dólar al día.
Muchos inmigrantes se enfrentan, además de las dificultades económicas, con la xenofobia. El mes pasado, en un asentamiento informal cerca de Rustenburg, al noroeste de Johannesburgo, una turba prendió fuego a un pequeño almacén con su dueño dentro, con el argumento de que los mozambiqueños se apoderaban de los empleos y del comercio.
El incidente es sólo un ejemplo de una creciente ola de xenofobia en Sudáfrica estrechamente vinculada con el alto desempleo, que el gobierno sitúa en 26,5 por ciento, aunque fuentes no oficiales lo estiman en 40 por ciento.
La situación de muchos extranjeros se agrava por la hostilidad policial hacia los inmigrantes ilegales y legales. Los de algunos países en particular, como Nigeria, son casi siempre presentados en forma negativa por la prensa.
Pero para los habitantes de Ivory Park, volver a Mozambique no es una opción. Por el momento, se aferran a sus débiles raíces en su país adoptivo, a la espera de tiempos mejores.
* Los nombres han sido cambiados para proteger la identidad de los entrevistados.