Dos mil monitores se capacitan en Chile en el Programa Quijotes de la Lectura, cuyo objetivo es motivar a los habitantes del país a familiarizarse con las letras y aumentar así las tasas de acceso a los libros como vehículos de esparcimiento, cultura y educación.
El rescate de la figura del ingenioso hidalgo de La Mancha cuando se cumplen cuatro siglos de la publicación de la obra de Miguel de Cervantes, se inscribe en la campaña Chile quiere leer en el Año Iberoamericano de la Lectura.
Fuentes del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes explicaron que el propósito es dotar a quijotes y dulcineas de herramientas para que la lectura sea aplicada con métodos simples y entusiasmar así a coger un libro a gente que jamás lo ha hecho o que se ha alejado casi definitivamente del hábito de leer.
Aramis Quintero, un profesor que trabajó los días 12 y 13 de este mes con 26 voluntarios en el municipio de Puente Alto, del sector sur-oriente de Santiago, conversó con los alumnos sobre el sentido del lenguaje como transmisor de ideas y emociones, y también en su acepción más básica de reproductor de sonidos.
Los sonidos remiten al plano sensorial, a la imaginación, y en ese sentido las posibilidades del sonido llegan hasta el infinito, señaló Quintero, quien hizo que sus alumnos crearan un poema a partir de una palabra desconocida, imitando así al poeta cubano Nicolás Guillén (1902-1989), autor de un texto sobre Chile que tituló Panimávida.
El nombre, de origen indígena, quiere decir montaña del león y corresponde a una localidad de aguas termales situada unos 300 kilómetros al sur de Santiago. Guillén ignoraba eso, así como el significado de la palabra, pero su sonoridad lo inspiró para escribir una composición poética.
El de Puente Alto es uno de los tantos talleres de capacitación de quijotes y dulcineas que se están dictando en varias comunas (municipios) de la región Metropolitana (Santiago), con un total de 600 voluntarios, que trabajan en su mayoría en entidades del sector cultural o en organismos de asistencia social.
En Chile, como en casi todo el mundo, se manifiesta en las últimas décadas una caída en los hábitos de lectura, que responde a múltiples factores, entre los cuales se citan como principales la creciente influencia de la televisión y el alto precio de los libros.
Arturo Navarro, director del Centro Cultural Estación Mapocho, donde se realiza cada año la feria Internacional del Libro de Santiago, discrepa con quienes hablan de una crisis de lectores en Chile y sostiene que, en general, el interés por la lectura de libros es alto en este país.
En un artículo publicado el día 14 por el diario local El Mercurio, Navarro destacó que, según la Encuesta de Intereses Culturales realizada en junio por la consultora Adimark, 64 por ciento de los consultados en Santiago ha leído al menos un libro en el último año.
El mayor indicador, de 80 por ciento, está entre los jóvenes de 15 a 24 años, lo cual puede atribuirse a su condición de estudiantes, pero también en el segmento inmediatamente mayor, de 25 a 39 años, los que han leído al menos un libro en los últimos 12 meses representan 71 por ciento, destacó Navarro.
Adimark realizó una encuesta similar sobre intereses culturales en octubre de 1995. Si se comparan ambos sondeos, en la capital chilena se mantiene estable el interés por la lectura de libros, diarios y revistas, lo cual lleva a los más optimistas a desmentir la existencia de una crisis.
Yo estoy entre los pesimistas. Puede ser un logro que en 10 años no haya caído más el porcentaje de lectores, pero que 26 por ciento de los habitantes de Santiago no lean ningún libro en un año es un índice bajísimo para un país que se considera culto, dijo a IPS Juan Villouta, profesor de Lenguaje y Comunicación de enseñanza media.
Es por eso que son importantes iniciativas como el programa Quijotes de la Lectura, ya que se requiere de activistas capaces de motivar el gusto por las buenas letras desde temprano y contrarrestar al menos en parte la influencia excesiva de la televisión, agregó Villouta.
Silvia Sotelo acudió al taller del profesor Quintero, precisamente con la intención de contar con mayores recursos con que promover el interés de las niñas y niños por los libros en la biblioteca escolar a su cargo en Casas Viejas, una localidad semirrural de Puente Alto.
Hay que incentivar a los pequeños para que aprendan a amar la lectura y que no sea para ellos una obligación, apuntó a su vez el profesor Jaime Cabello, de la escuela primaria de Villa Independencia, un conjunto habitacional de Puente Alto.
Al otro extremo de Santiago, en el sector norponiente, 20 voluntarios trabajaron en el Programa Quijotes de la Lectura en la Casa de la Cultura del municipio de Lo Prado los días 12 y 13.
Hay que explicar que esta capacitación no es un estudio acabado de la alfabetización ni de la creación literaria, sino un incentivo para que la lectura sea aplicada con métodos simples para que llegue a todos los rincones del país, explicó Andrea Vilena, una de las monitoras de la capacitación en Lo Prado.
El organismo ejecutor del Programa Quijotes de la Lectura es el Consejo Nacional del Libro y la Cultura, una de las principales dependencias del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, creado hace un año con rango de ministerio por el gobierno de Ricardo Lagos.