AMBIENTE: Vida de laboratorio puede ser cruel

La experimentación con animales en la investigación científica causa polémica en Italia, no sólo porque cada año se sacrifica a miles de seres vivos, sino también porque muchos la consideran inútil.

Los defensores de los animales demandan la prohibición de esos experimentos, pero muchos biólogos aseguran que las pruebas se realizan con procedimientos que evitan sufrimiento innecesario, y productores de fármacos alegan que sin ellas no se descubriría la cura de muchas enfermedades.

Según cálculos aproximados, cada año se experimenta en el mundo con unos 100 millones de animales, en Europa hay 50 millones en riesgo de que se les use de ese modo.

Los efectos biológicos de unas 30.000 sustancias químicas se estudian en ratas, ratones, monos, conejos, cobayas o perros, de acuerdo con un informe de la Liga Italiana contra la Vivisección de Animales (LAV son sus siglas en italiano).

Ese informe indica que en Italia se mata a 70.000 animales anualmente, y que 70 por ciento de ellos son ratas y ratones, por ser los más fáciles de manejar, los que ocupan menos espacio en los laboratorios y los que más se reproducen, con un número anual de crías que va de 50 a 100.

Los autores del estudio destacan la crueldad e inutilidad de las pruebas de toxicidad de medicamentos u otros productos, en las que se obliga a los animales a ingerir o respirar barniz, pesticidas, desinfectantes y pegamentos, entre otras sustancias, o se recubre con ellas su piel y ojos para verificar si causan corrosión o irritación.

Así se causa a los animales náuseas, diarrea, temblores, disturbios en el comportamiento, convulsiones y hasta la muerte, por exposición a benceno, amianto, metanol, gasolina o dioxinas.

”Los animales pagan el precio de los experimentos. Se los considera objetos, no sujetos de derechos. Sufren y terminan con anemia, convulsiones o hemorragias internas. Al final, mueren o los matan”, dijo a Tierramérica la responsable del sector Vivisección de la LAV, Roberta Bartocci.

Pero el director del Laboratorio de Biología del Desarrollo de la Universidad de Pavia, Carlo Alberto Redi, opina que han aumentado la sensibilidad de los investigadores y sus esfuerzos para evitar esos males, sobre todo en las jóvenes generaciones.

”Hoy hay más respeto por el mundo animal, aunque en algunas situaciones es imprescindible usar seres vivos para probar medicamentos que curen las enfermedades”, dijo a Tierramérica.

En su laboratorio, Redi trabaja con unos 3.000 ratones por año. Cada uno de ellos registrado y con una historia clínica. El laboratorio es inspeccionado con frecuencia y cada experimento debe ser autorizado por el Ministerio de Salud, explicó.

Los defensores de los animales alegan que la utilidad de muchos experimentos es nula, porque las sustancias no causan el mismo efecto en todas las especies. Por ejemplo, la aspirina provoca defectos congénitos en perros; la penicilina mata a las cobayas; y el flúor es cancerígeno en ratas.

A la inversa, muchos animales no desarrollan enfermedades que aquejan a los humanos.

La exposición prolongada al benceno puede provocar leucemia en seres humanos, pero en animales eso no ocurre.

El amianto causa en humanos, además de enfermedades respiratorias crónicas y graves, tumores malignos llamados mesoteliomas en pulmón y abdomen, pero los animales deben estar expuestos a una concentración de cien a mil veces superior para desarrollar ese tipo de cáncer del mesotelio (capa protectora de la mayoría de los órganos internos).

Además, la experimentación con animales ha traído consecuencias desastrosas para los seres humanos, según los activistas. La Talidomida se vendió como sedante y calmante de náuseas para embarazadas, tras ensayos con animales de los que se dedujo que era segura, pero produjo más de 12.000 casos de malformaciones de bebés.

Otros ejemplos, dicen los defensores de los derechos animales, son los del Opreno, usado contra la artritis, que mató a 61 personas y causó reacciones adversas graves a otras 3.500, y el Clioquinol, antidiarreico que provocó 30.000 casos de parálisis, ceguera o muerte en Japón.

Pero si estas experimentaciones no garantizan seguridad ni eficacia para los seres humanos, ¿por qué se hacen todos los días?

Según los defensores de los animales, la razón es comercial, y se relaciona en Italia, por ejemplo, con la existencia de 16 empresas acreditadas ante el Ministerio de Salud para realizar exámenes de toxicidad. Una de ellas es Italfarmaco, que trabaja para las industrias química y farmacéutica, tiene filiales en cinco países, da empleo a 1.400 personas y factura en promedio casi un millón de dólares por día.

Esa firma no quiso hacer comentarios a Tierramérica sobre la experimentación con animales.

La LAV pedirá al Parlamento Europeo la prohibición de esas pruebas, pero algunos especialistas consideran innecesaria esa medida. Luciano Caprino, profesor de farmacología de la Universidad de Roma Uno, dijo a Tierramérica que ”las leyes que regulan la experimentación con animales son precisas y bien desarrolladas, y si alguien no las respeta, el trabajo científico no se publica y las autoridades sanitarias no avalan el procedimiento”.

Actualmente el Parlamento Europeo estudia un proyecto de Registro, Evaluación y Autorización de Sustancias Químicas, elaborado en 2003 y más conocido por sus siglas en inglés, REACH.

La entrada en vigor de esa norma obligaría a los productores e importadores de sustancias químicas a registrar en una base de datos central información sobre su propiedad, modo de empleo y procedimientos de uso seguro.

El objetivo declarado de esa iniciativa es proteger la salud y el ambiente, pero también la competitividad de la industria química de la Unión Europea, que factura unos 607.000 millones de dólares anuales y da empleo a 1,7 millones de personas.

* La autora es colaboradora de Tierramérica. Publicado originalmente el 6 de agosto por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (

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