Un animal tan feo como el babirusa (jabalí enano) es una hermosa muestra de la rica y única biodiversidad de la isla indonesia de Célebes, amenazada por leñadores, cazadores, turistas y agricultores.
Para muchos, la salvación de algunas de las especies de flora y fauna más extrañas del mundo dependerá de la concesión a instituciones privadas del manejo de las reservas de Célebes, isla del extremo oriental del archipiélago indonesio conocida aquí como Sulawesi.
La existencia en Célebes de especies animales y vegetales únicas responde al origen de la isla, hace 15 millones de años, cuando parte de la placa tectónica australiana chocó con la asiática. Por lo tanto, vegetales y animales de ambos mundos confluyeron en el territorio.
En la isla conviven el babirusa o cerdo de Sulawesi (Babyrousa babyrussa), de un metro de longitud, 100 kilogramos de peso, piel gruesa sin pelos y tres grandes colmillos en el hocico, con el anoa de llanura (Bubalus depressicornis), búfalo de cuernos rectos no más grande que una cabra.
También residen aquí especies de marsupiales, macacos, reptiles y aves que tienen en Célebes su único hábitat, según la Convención sobre el Tráfico Internacional de Especies en Peligro (CITES).
Solo la provincia de Gorontalo, el norte de la isla, tiene cinco reservas naturales, un parque nacional y otras áreas de conservación. Pero todas esas zonas son vigiladas por apenas tres guardabosques y dos empleados administrativos de la Oficina de Conservación provincial.
En Gorontalo también viven cerca de 900.000 personas alrededor de las reservas naturales de Banua, Tanjung Payung, Tanggaleh, Pulomas Popaya Raya y Nantu, que cubren 50.000 hectáreas aunque sus confines no están bien definidos.
El Parque Nacional Bogani Nani Watabone tien 40.000 hectáreas.
En todas estas áreas, las especies animales y vegetales han sufrido la fuerte presión de los reasentamientos de población, la explotación agrícola y las iniciativas turísticas.
La espesa selva de Célebes es objeto de sobreexplotación maderera a manos de concesionarios, con el apoyo encubierto de las poderosas fuerzas armadas de Indonesia.
Aunque los terrenos talados pertenecen al Estado, los militares han atraído colonos que construyeron viviendas y cultivan la tierra sin ser descubiertos por los funcionarios a cargo de vigilar las reservas, que son pocos y mal pagados.
Si no se mejora la capacidad administrativa, la pérdida de esta riqueza única es sólo cuestión de tiempo, dijo Arie Budiman, investigador del Instituto Indonesio de Ciencia.
La Reserva de Naturaleza Nantu es un ejemplo de la incapacidad del gobierno local. Hoy, la administración del área está a cargo de la Iniciativa Darwin, institución conservacionista con sede en Londres, y la indonesia Fundación Internacional Adudu Nantu.
Nantu es el hábitat principal del babirusa y del anoa. Si destruyen el lugar, no quedará nada en Célebes. Y la pérdida no será solo para la isla o para Indonesia: el mundo entero perderá un precioso legado, dijo la científica británica Lynn Clayton, presidenta de la Iniciativa Darwin.
La construcción de complejos de viviendas es otro motivo de frustración para Clayton. Atraerán a muchos que querrán ganarse la vida aquí y que para eso aprovecharán la selva, explicó.
Ni un funcionario de la Oficina de Conservación provincial está asignado a Nantu, que carece de control estatal efectivo a pesar de que el gobierno indonesio restauró su estatuto de reserva natural en 1999.
No tenemos gente aquí. Nuestro trabajo cubre el territorio de una provincia, pero solo tenemos cinco personas: tres guardabosques y dos administrativos, dijo Syamsuddin Lanu, de la Oficina de Conservación.
El organismo carece, además, de presupuesto para el control, rehabilitación y protección de estas áreas, lamentó Lanu.
Más allá de Célebes, el Parque Nacional Tanjung Puting, en Kalimantán Central, es manejado por la Fundación Orangután, con sede en Estados Unidos. Allí no trabaja ningún funcionario de la Oficina Forestal ni de Conservación, a pesar de las frecuentes denuncias de tala ilegal.
Ambientalistas han reclamado la asignación del manejo de las reservas a instituciones conservacionistas extranjeras e internacionales, dada la incapacidad del gobierno para hacerse cargo de la tarea.
Las compañías extranjeras que operan en esas áreas —la mayoría británicas, sudcoreanas, finlandesas y malasias—, que deben asociarse con firmas indonesias para poder funcionar, tienen intereses en el cultivo de palma aceitera y otras actividades agropecuarias.
Después de que las compañías extranjeras terminaron de explotar las selvas indonesias, es el turno de que se hagan cargo organizaciones internacionales en nombre de la conservación, dijo Ani.
Pero esa posición no es unánime entre los expertos. Si manos privadas se adueñan de la isla, la salud de la naturaleza estará en peligro, dijo a IPS Ani Kartika Sari, consultora internacional sobre biodiversidad de la neocelandesa Universidad Lincoln.
Aunque el manejo privado de las reservas no es garantía de sustentabilidad y mejor protección, la experta advirtió que eso es mejor a la ausencia del gobierno.
En Nantu hay cuatro policías o militares asignados a tareas de vigilancia, pero el sueldo corre por cuenta de la Iniciativa Darwin. La fundación pide a nuestra fuerza que custodie el área, y por eso nos pagan, dijo el policía Uten Ibrahim, de 27 años.
La presencia de los uniformados es efectiva, según este oficial. La gente no se mete en la selva si nos ven. No dañan los bosques después de que les pedimos que no lo hagan, aseguró.
Pero la presencia militar es una alternativa que está lejos de ser lo ideal, según Ani. Se supone que la gente debe abstenerse de dañar la selva porque la valora, y no porque tenga miedo, afirmó.
Lo que se requiere para lograr que la población tome conciencia de la necesidad de conservar la biodiversidad es una mejora en el ingreso de las familias. Quienes viven alrededor de la selva de Nantu aseguran contar apenas con el dinero para sobrevivir, y lo obtienen de la caza furtiva y de la tala ilegal.
Sí, cultivo café y arroz, pero pasan meses hasta que pueda cosechar. Necesito dinero ahora para mentener a la familia. Así que me meto en la selva para cortar árboles y cazar babirusas, dijo Kadua Lakea, del pueblo de Sari Tani, cerca de la Reserva Natural Nantu.
Muchos entran en la selva para cortar árboles o cazar animales porque no tienen otra fuente de ingreso. Eso les permite obtener dinero con rapidez, agregó.
El investigador Budiman coincidió en que no se puede esperar que los pobladores piensen en la conservación de las especies a menos que se cubran sus necesidades básicas. Ellos piensan: si el babirusa o el anoa de llanura se extinguen, ¿qué?, dijo.
Habrá cada vez más iniciativas de conservación dirigidas por fundaciones extranjeras si el gobierno no procura mejorar el ingreso de su propio pueblo y fortalecer el compromiso con el desarrollo sustentable, concluyó Budiman.