TERRORISMO: Aunque se extreme la seguridad, será insuficiente

Todas las medidas de seguridad que se adopten serán insuficientes para impedir actos terroristas si, además de ello, no se atacan las causas o pretextos que se encuentran detrás de los mismos.

Sorprendentemente, así lo señaló el primer ministro de Gran Bretaña, Tony Blair, en su primera entrevista periodística tras los atentados del 7 de este mes contra el sistema de transporte público de Londres.

”Toda la vigilancia del mundo no puede impedir que alguien se suba a un autobús para causar una explosión que mate a gente inocente”, afirmó el gobernante en esa oportunidad.

Los antecedentes comprueban esa afirmación. En primer lugar, la existencia de cuerpos de seguridad entrenados y con experiencia, derivada en primer lugar de los actos terroristas cometidos en suelo inglés por independentistas irlandeses durante décadas.

En segundo término, la participación británica en actividades internacionales, entre otras la invasión y ocupación de Iraq lideradas por Estados Unidos, con su secuela de la aparición de una insurgencia local que no vacila en atentar contra civiles, sean nacionales o extranjeros, además de tener a los ocupantes como enemigos declarados.

La certeza policial británica de que sufrirían atentados ya se había expuesto en una reunión de la policía europea (Europol), realizada el 4 de junio de 2002 en Bruselas, donde en un informe confidencial señalaron que ”la principal pregunta no es si habrá otro ataque, sino quién lo hará, cuándo, cómo y contra qué objetivo”.

En ese mismo sentido y días después de los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid, el entonces jefe de la policía londinense John Stevens afirmó que un atentado en la capital de su país era inevitable.

”Toda la ciudad es un objetivo: no me refiero sólo al metro (tren subterráneo) y a los trenes, hablo también de autobuses, clubes de noche, pubs (tabernas) y carreteras”.

Por otro lado, el comité de exteriores del parlamento británico admitió formalmente que la participación en la invasión de Iraq ”es la causa que más ha aumentado el riesgo de atentados en Gran Bretaña”.

Tan claro se tenía lo inevitable de acciones terroristas que el gobierno británico contrató 500 nuevos agentes para su servicio secreto, el M15, después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Washington y Nueva York.

Además, tanto después del ataque terrorista contra Estados Unidos como posteriormente a los atentados en Madrid, en Gran Bretaña fueron detenidos gran cantidad de sospechosos, aunque no se presentaron acusaciones contra los mismos.

Si en países con larga experiencia y a la vez con fuertes mecanismos de seguridad no se pueden evitar atentados, aunque después se detenga a los implicados, la pregunta clave es ¿Qué hay que hacer, además de desplegar medidas de seguridad, para acabar con el terrorismo?

Una primera respuesta puede ser lo indicado por el ex presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso (1995-2003) tras presidir el 11 de marzo de este año en Madrid una reunión mundial sobre el tema: ”El terrorismo no será vencido si la cooperación internacional no extingue los focos que permiten al terror encenderse”.

Esos focos son la pobreza extrema de la población de muchos países ricos en recursos y la existencia de regímenes dictatoriales y corruptos en países considerados aliados de Estados Unidos y de la Unión Europea, en los que se violan los derechos humanos una vez y otra también.

Nawal el Saadawi, feminista y candidata a la presidencia de Egipto, aboga porque se cambien los sistemas políticos en los países islámicos y en el mundo árabe.

En ese sentido señala, en una entrevista publicada el día 9 en el diario madrileño El País, que fue el presidente de su país, Anwar el Sadat, quien ”impulsó a los fundamentalistas islámicos con el visto bueno de la administración norteamericana (estadounidense)”.

Asimismo, recordó que ”hay una conexión entre los gobiernos y los grupos religiosos fanáticos, también en el caso de los cristianos en Estados Unidos que apoyan a (presidente) George W. Bush y los fanáticos judíos que apoyan a (Ariel) Sharon”, primer ministro de Israel.

En el mismo sentido se pregunta el escritor mexicano Carlos Fuentes: ”¿Cuánto durarían varios gobiernos del Cercano y Medio Oriente sin la complicidad europea y norteamericana?”.

Cabe recordar también que Estados Unidos tuvo a sus órdenes al saudita Osama bin Laden cuando éste creó en los años 80 las guerrillas multinacionales en Afganistán para luchar contra la invasión de la hoy desaparecida Unión Soviética.

Además, Washington apoyó al entonces presidente de Iraq, Saddam Hussein, en la guerra de su país contra Irán de 1980 a 1988, y que en la actualidad sigue haciéndolo con Israel, que ocupa los territorios palestinos, posee armas de destrucción masiva y cuyo gobierno es acusado de violar los derechos humanos.

Frente a estas opiniones se alzan otras en contra. El filósofo y escritor francés Bernard-Henri Lévy acaba de declarar que el pacifismo no es la respuesta al terrorismo y que lo que corresponde es que las policías y los servicios secretos hagan ”todo lo necesario”.

Una experiencia digna de ser estudiada es la española. En este país a partir de 1986 se combate al terrorismo respetando la ley y los derechos humanos, a la vez que se ha quitado base política y social al mismo.

El grupo terrorista ETA (Euskadi ta Askatasuna, Patria Vasca y Libertad en vascuence) deriva de la organización creada en la década del 60, bajo la dictadura de Francisco Franco (1939-1975) con un programa independentista y socialista.

Pero desde que se inició la democratización de España, tras la muerte del dictador en 1975, el idioma vascuence ûque era perseguido bajo el franquismo- se convirtió en lengua co-oficial con el castellano y es de enseñanza obligatoria en todos los institutos de enseñanza del País Vasco.

Además, el País Vasco se convirtió en una de las 17 comunidades autónomas que constituyen hoy España, posee policía propia, parlamento autónomo y un gobierno de igual cartacterística designado por los legisladores que se eligen en las urnas de modo libre.

Esas dos realidades: la eliminación o disminución radical de las bases políticas o argumentales del terrorismo y su combate respetando la ley y los derechos humanos han puesto a ETA en su momento de mayor debilidad, tanto organizativa como política.

Otro ejemplo, pero en sentido contrario y que pone de manifiesto también la responsabilidad de Estados Unidos y Europa, es el caso de Colombia, donde, según coinciden analistas de diversos sectores, en los últimos años las organizaciones irregulares que perpetran actos terroristas, tanto los paramilitares derechistas como las guerrillas de izquierda, están sustentadas en gran medida por el narcotráfico.

Un narcotráfico que se mantiene activo pese a la represión en Colombia y otros países de la región anida de América del Sur, gracias a la potencia de los mercados de consumo de la cocaína.

El economista franco-egipcio Pierre Salana señaló, en un riguroso estudio, que por cada kilogramo de cocaína los productores perciben 1.850 dólares en Bolivia, 880 en Colombia y 546 en Perú. A continuación consignó que el precio de venta en Estados Unidos es de 61.000 dólares ese mismo kilogramo y en Europa de 92.000 dólares.

Si ese mercado desapareciera o se restringiera radicalmente, también influiría en la pacificación de Colombia, pero es poco lo que se hace para ello en los países industrializados.

Es de público conocimiento que la mayor parte de la droga que se comercia en Estados Unidos llega en avionetas, pero ese país casi nunca las detecta pese a disponer del mejor servicio de observación por satélites del mundo.

Además, por su precio minorista, las multimillonarias sumas de dólares que mueve el narcotráfico nace en Europa y Estados Unidos. ¿No es más fácil controlarlo en sus bancos y paraísos financieros que en la selva amazónica?

En la entrevista citada, Blair afirmó que el peligro del nuevo terrorismo internacional no puede ser combatido sólo con medidas de seguridad, sino que ”sus causas deben ser arrancadas de raíz”.

Una cooperación al desarrollo efectivo, cuyos fondos no estén ligados a los negocios del Norte, la liberalización del comercio que permita a los países del Sur competir con sus productos y una política de relaciones que pase por encima de los fundamentalismos, sin oponer unos a otros, pueden ayudar eficazmente a eliminar o debilitar radicalmente la violencia.

En esa línea se ubica la propuesta que impulsa el jefe del gobierno español, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, para constituir una ”alianza de civilizaciones”, que involucre a los países y movimientos por encima de sus concepciones religiosas o políticas.

Una alianza que debería lograr mayor equidad social y una democracia participativa y a la que difícilmente apoye Blair, ya que éste se pronunció por una defensa de la que denomina ”civilización occidental”.

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