La comunidad internacional debe ejercer más presión al reino de Swazilandia para que introduzca reformas democráticas y así evitar que se desate una ola de violencia, como ocurrió en otras naciones de África.
No queremos que Swazilandia explote como Ruanda, Burundi o Sierra Leona, afirmó Gabriel Mkhumane, fundador del proscrito partido opositor swazi Movimiento Unido Democrático del Pueblo.
El pueblo de Swazilandia no debe levantarse y tomar las armas. Eso está fuera de cuestión. Lo único que necesitamos es presión internacional para que haya reformas políticas, dijo a IPS.
Mkhumane, exiliado en la vecina Sudáfrica, rechaza la violencia, pero advierte que podría haber un estallido social si no se producen avances democráticos en Swazilandia.
La semana pasada, el Grupo Internacional de Crisis (ICG), instituto académico con sede en Bruselas, exhortó a la comunidad internacional a impedir que se desate la violencia en este meridional país africano de apenas 948.000 habitantes.
Se necesita mayor presión extranjera para ayudar a que los elementos reformistas dentro del país impulsen una monarquía constitucional y una democracia genuina, pues es la mejor garantía de que la volatilidad swazi no infecte toda la región, señaló el ICG en un informe titulado Swazilandia: el reloj avanza.
Las acciones de oposición a la monarquía absolutista han incluido en los últimos años huelgas y manifestaciones de sindicatos, estudiantes, grupos religiosos y otros movimientos juveniles, con incendios y atentados con bombas contra edificios gubernamentales, subrayó.
El informe también cita a Peter Kagwanja, director del proyecto de ICG para África Austral.
Las instituciones africanas, la Unión Europea y países clave como Sudáfrica y Estados Unidos han tolerado tanto a la monarquía que cualquier cambio va a ser muy lento, sostuvo.
Pero, cuanto más tarde Swazilandia en regresar a una monarquía constitucional, mayor es el riesgo de la inestabilidad, añadió.
Sin embargo, activistas swazis ven muy difícil que la comunidad internacional promueva un cambio democrático ya que, a pesar de sus problemas, el país es considerado en general un lugar estable.
La única cosa que escuchas cada tanto sobre Swazilandia es que el rey está construyendo alguna otra mansión, dijo a IPS Claude Kabemba, investigador del Instituto Electoral de África Austral, con sede en Johannesburgo.
Ubicada entre Sudáfrica y Mozambique, Swazilandia se independizó de Gran Bretaña en 1968. Se trata de la última monarquía absolutista del continente.
En 1973, el rey Sobhuza declaró estado de emergencia, prohibió los partidos políticos y suspendió la constitución del país. Un nuevo texto, rechazado por los activistas democráticos, fue aprobado recientemente por el nuevo parlamento.
Sobhuza fue sucedido por su hijo, Mswati III. Este monarca, de 37 años, es famoso por su afición a los coches lujosos, algunos de los cuales ha regalado a sus esposas. El rey se casó 12 veces.
Su pomposo estado de vida contrasta con la pobreza que caracteriza a todo este pequeño país. El desempleo en Swazilandia afecta a 40 por ciento de la población económicamente activa, y casi 70 por ciento de los swazis viven por debajo de la línea de pobreza de menos de un dólar diario.
La prevalencia del sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) en Swazilandia es de 40 por ciento, según el Programa Conjunto de las Naciones Unidas contra el VIH/Sida.
Activistas señalan que la falta de financiación externa ha socavado los intentos de restaurar la democracia en Swazilandia.
El financiamiento internacional para la lucha política se agotó luego de finalizada la guerra fría, dijo Bongani Masuku, secretario general de la Red de Solidaridad con Swazilandia, una alianza de grupos democráticos con sede en Sudáfrica.
Los movimientos de liberación en África austral que pelearon por la independencia de Angola, Mozambique, Namibia y Sudáfrica recibieron siempre respaldo financiero internacional, sobre todo de países escandinavos.
Ahora los donantes sólo apoyan las organizaciones de la sociedad civil que, lamentablemente, no tienen la capacidad de impulsar reformas en Swazilandia, opinó Mkhumane.
Sin apoyo internacional no se puede hacer mucho, pues combatimos a un régimen militar, económica y políticamente poderoso, dijo a IPS.
Las comparaciones son inevitables con la situación de Zimbabwe, donde años de inestabilidad política y económica y de restricciones a las libertades civiles causan un creciente descontento popular e internacional.
Consideramos hipócrita que se le permita a Mswati viajar por toda Europa, donde se le tiene prohibido el ingreso al presidente (de Zimbabwe, Robert) Mugabe. Esto muestra que Europa tiene dos caras, dijo Masuku.
El gobierno de Swazilandia asegura que está haciendo grandes esfuerzos para promover cambios y rechazó cualquier presión internacional.
El director del programa del ICG para África, Suliman Baldo, señaló que esos esfuerzos no son suficientes.
La monarquía aún podría salvarse si pusiera ciertos límites a sus poderes. Pero tanto la familia real como la comunidad internacional deben darse cuenta de que los días del absolutismo en Swazilandia están contados, señaló.