Si Argentina y Brasil siguen compitiendo por el comercio en lugar de crear una zona de industrialización conjunta, el fracaso de su asociación como ejemplo de integración sudamericana podría desviar el interés de los demás países de la región hacia Estados Unidos.
Así lo advirtió a IPS el experto Marcelo Gullo, autor del libro Argentina-Brasil: la gran oportunidad, que acaba de publicarse en este país, politólogo de la Universidad de Rosario (noreste), y especializado en relaciones internacionales en España, Francia, Suiza y Perú.
Su libro aparece en momentos en que la relación entre los dos socios mayores del Mercado Común del Sur (Mercosur) está estancada y se ve matizada por periódicos conflictos sectoriales. La pasividad frustra expectativas surgidas a raíz de lo que parecía una fuerte sintonía política entre los actuales gobiernos del bloque (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay).
El proyecto integrador impulsado por Brasil desde el Mercosur y plasmado, al menos en el nombre, en la Comunidad Sudamericana de Naciones, podría convertirse en una nueva frustración regional.
El presidente argentino Néstor Kirchner protesta desde hace un año a su par brasileño Luiz Inácio Lula da Silva por la invasión de bienes fabricados en ese país y reclama mecanismos institucionales que fomenten una radicación de inversiones más equitativa dentro del bloque.
La inquietud no es ajena a los socios menores.
Hemos retrocedido en zona de libre comercio, el aspecto más elemental de la integración, hemos retrocedido en unión aduanera, que parece un queso gruyere por todos los agujeros que tiene, no tenemos coordinación de políticas macroeconómicas, no hay supranacionalidad en el Mercosur casi en absoluto, sentenció el ministro de Economía del gobierno izquierdista uruguayo, Danilo Astori, poco después de la última cumbre del bloque.
A pesar de las coincidencias ideológicas, no hay voluntad política para resolver los problemas comerciales a través de una mayor institucionalización del bloque, dijo a IPS el argentino Juan Tokatlián, director de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad de San Andrés.
Con Kirchner y Lula llegaron a los gobiernos de Argentina y Brasil dos versiones de partidos políticos con gran pulsión nacionalista, por eso muchas veces sus decisiones como gobernantes tienen más relación con la política doméstica que con la dinámica del Mercosur, señaló.
Gullo recordó que los líderes históricos de la integración europea debieron bregar —y no siempre con éxito— para convencer a sus electores de la importancia estratégica de la integración. Los gobernantes tienen que ganar elecciones, y a veces dejan estos temas de lado, sostuvo.
Pero el proyecto de integración es clave para el desarrollo nacional y su fracaso conlleva el aislamiento de los países y su alineación sin escalas con Estados Unidos como líder hemisférico.
El Mercosur así como está no le sirve a Argentina, porque la industria brasileña destruye a su industria, y Argentina no puede darse ese lujo porque la mitad de su población es pobre, definió Gullo.
Una serie de ventajas estructurales e históricas de Brasil respecto de Argentina explica la brecha entre ambos, sostuvo.
Mientras la última dictadura militar argentina (1976-1983) puso en marcha el desmantelamiento industrial, el régimen brasileño (1964-1985) siguió un programa de industrialización acelerada que le permite a Brasil contar con una industria de bases sólidas.
Esta tendencia se mantuvo en los años 90. La ola neoliberal, que también llegó a Brasil, se expresó durante el gobierno de Fernando Henrique Cardoso (1995-2003) de manera moderada y respetando la producción, opinó Gullo.
En cambio en Argentina, con Carlos Menem en el gobierno (1989-1999), el modelo fue extremista e irracional y supuso la remoción de toda política de subsidios o fomento a la actividad industrial, entre otras medidas.
Frente a estas diferencias, Gullo no cree necesario abandonar la alianza estratégica, sino volver al proyecto inicial, que fue pensado como una zona de desarrollo conjunto.
La relación bilateral fue infectada en los años 90 por el virus del neoliberalismo. Ahora hay que volver a la sustancia de la alianza y planificar el desarrollo conjunto de ambos países, como hicieron en su momento los europeos, remarcó.
Esta visión es compartida por unos y resistida por otros en ambas naciones.
El gobierno argentino dice creer en esta alternativa, pero sectores con influencia en la opinión pública preferirían impulsar las estancadas negociaciones para establecer el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) que promueve Washington, advirtió Gullo.
En Brasil, hay miembros de la cancillería e intelectuales que defienden el fortalecimiento de ocios regionales estratégicos como Argentina, a fin de que Brasil pueda ser un actor de mayor peso en el plano internacional frente a Estados Unidos.
Gullo mencionó en ese grupo, entre otros, al asesor presidencial en política internacional Marco Aurelio García, al vicecanciller Samuel Pinheiro Guimaraes, al sociólogo Helio Jaguaribe (quien asistió a la presentación de su libro) y al ex canciller Celso Lafer.
En cambio, a sectores de la gran industria brasileña concentrada en el meridional estado de Sao Paulo, les preocupa su crecimiento a corto y mediano plazo y no las esperanzas de una alianza estratégica hacia el futuro, sostuvo el experto.
Esta posición de la industria, que suele ser destacada como la mayor traba para un avance de la integración, es de pura lógica empresarial, pero no debería regir las decisiones de los gobiernos que deben pensar a largo plazo, estimó Gullo.
Si Argentina reclama con firmeza una política de industrialización conjunta, y Brasil actúa en consecuencia, se podría crear un fondo para el desarrollo, sostuvo. De lo contrario, Brasil podría quedar rodeado de países que no le serán hostiles, pero sí poco favorables, advirtió.