LÍBANO: Destruyendo las huellas de la destrucción

La capital de Líbano conserva de la guerra civil (1975-1990) algunas huellas físicas y divisiones que marcaron para siempre su trama social. Mucho se ha hecho por reparar la infraestructura, pero más aún para encubrir los problemas que dieron origen al conflicto.

Los libaneses se aferran a su imagen de comerciantes libres y amantes de la buena vida, y Beirut es su vidriera.

Donde volaban las balas, surgieron modernos centros de compra. El centro de la ciudad está ahora dominado por tiendas de marcas exclusivas, no por edificios en ruinas rodeados de sacos de arena.

Y la buena comida, no los secuestros ni los bombardeos, comenzó otra vez a asociarse con la capital libanesa en la mente de quienes la conocen.

Cerca de 1,4 millones de personas viven en Beirut y sus cercanías. Si se cuentan también los barrios periféricos un poco más alejados, la ciudad tiene más de dos millones de habitantes, en una población nacional de poco más de cuatro millones.
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Gran parte del renacimiento de Beirut se atribuye al asesinado ex primer ministro Rafiq Hariri, asesinado el pasado 14 de febrero.

Hariri dirigió la vida política y comercial de Líbano tras la guerra civil, y fue para muchos la clave de la reconstrucción y modernización del país, y en especial de su capital.

Paradójicamente, fue asesinado en frente a uno de los pocos edificios que no llegó a remodelar: el exclusivo hotel St. George.

Hariri y su empresa Solidère levantaron un nuevo aeropuerto, construyeron autopistas a través de barrios precarios que surgieron durante la guerra, y le devolvieron su centro a Beirut.

Pero el proyecto del centro tuvo muchos críticos desde un principio. La principal objeción fue que, con la lujosa renovación de antiguos edificios, el alma del lugar se perdió y sus habitantes originales no pudieron regresar.

Los alquileres de oficinas y espacios comerciales eran al principio tan altos que pocos podían pagarlos, y a fines de los años 90 el centro de la capital parecía un museo al aire libre.

Michael Stanton, director del departamento de arquitectura de la Universidad Americana en Beirut, reconoció que el concepto original fue equivocado, pero señaló que se ha aprendido de los errores.

”El potencial es enorme, y parece que se ha desarrollado un plan para la zona”, dijo.

La universidad es una de las principales características de la ciudad. Su campus ocupa terrenos de alto valor en una zona costera del oeste de Beirut y es la única área verde en la parte central de la ciudad.

En la década de 1990, surgieron varios distritos a ambos lados de la ”línea verde” que separaba a cristianos y musulmanes durante la guerra civil. Esos barrios todavía atraen a oficinas, tiendas y actividades nocturnas antes ubicados en el centro.

La gente cruza la línea verde con facilidad, pero la línea todavía existe. A medida que uno se aproxima a ella, aumenta el número de agujeros de balas en los muros de los edificios que aún no han sido renovados.

En general, las divisiones urbanas de la preguerra por grupos religiosos todavía se conservan. Puede que los cristianos hagan compras en el oeste de Beirut, en especial en el barrio Verdún, pero pocos se mudan allí. Los musulmanes disfrutan de la vida nocturna sobre la calle Monot, en el barrio cristiano Ashrafiye, pero viven en otro lado.

Las divisiones son todavía más evidentes más al sur y al norte, sobre la costa. El barrio chiita del sur de Beirut goza prácticamente de autonomía, dado que el grupo extremista islámico Hizbolá reemplaza de hecho la autoridad del gobierno central.

También el norte de la capital, cerca de la ciudad portuaria de Jounieh, tiene un carácter propio. Allí, todavía dominan las fuerzas cristianas libanesas y la Falange, un grupo paramilitar cristiano.

Muchas dificultades con los servicios básicos persisten 15 años después de la guerra.

La mayoría de los edificios de Beirut tienen generadores de electricidad, porque los cortes de energía son frecuentes y duran más de una hora. Además, las tarifas son muy altas.

El agua es otro problema. En verano el suministro disminuye, y la presión en general no es suficiente para hacerla llegar hasta los pisos superiores de los edificios.

Una empresa manejada por una firma perteneciente a Hariri opera la red telefónica, pero las tarifas, en especial para llamadas internacionales, son tan altas que colocan a Beirut fuera del mercado mundial.

Internet sólo está disponible a través de líneas exclusivas y no por las líneas telefónicas regulares, y funciona con imperfecciones. Muchos sospechan que los servicios de seguridad controlan el tráfico de Internet.

A todo esto se agrega la contaminación, el tránsito caótico y el aumento de la violencia.

Por otra parte, la ciudad está rodeada de montañas y centros de ski. Esto sumado a la buena comida, la música, los centros de compra y una población dinámica hacen que Beirut siga siendo una de las ciudades más atractivas que Medio Oriente puede ofrecer.

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