El espectro de una guerra civil en Iraq y la creciente convicción de que la presencia de Estados Unidos en ese país estimula la insurgencia iraquí y el extremismo islámico en todo el mundo provocaron una lluvia de reclamos de repliegue militar.
Aunque las propuestas de establecimiento de un cronograma para el repliegue de los de los 140.000 soldados estadounidenses estacionados en Iraq sólo obstuvieron hasta ahora el apoyo de un cuarto de los miembros del Congreso, la situación parece a punto de cambiar.
La falta de avances tangibles en el combate a la insurgencia iraquí está convenciendo a muchos legisladores de que las esperanzas del gobierno de estabilizar la situación, mucho menos de establecer una democracia pro-occidental en el corazón del mundo árabe, son vanas.
En enero, el Congreso se lanzó sobre nosotros cuando sugerimos que Estados Unidos debía cambiar su política de más armas y más tropas por la del repliegue. Ahora, quieren hablar sobre eso, señaló Jim Cason, director de comunicaciones de la Comisión de Amigos sobre Legislación Nacional, un grupo de presión.
Aunque el gobierno de George W. Bush insiste en que no habrá guerra civil y que las negociaciones para producir una nueva Constitución iraquí para mediados del mes próximo siguen en camino, el creciente nivel de violencia y la sofisticación de los insurgentes iraquíes y extranjeros tienen su efecto en Washington.
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Ese efecto se reflejó en dos artículos publicados el domingo por el diario The New York Times, uno de ellos titulado Guerrilleros en Iraq se fortalecen, pese a esfuerzos de EEUU, y otro, por John Burns, llamado ¿Sabremos si hay guerra civil?.
La última nota describió la reciente intensificación de la violencia de los musulmanes sunitas contra la mayoritaria comunidad chiita, que llevó al líder religioso chiita Alí Sistani a exhortar al gobierno a defender al país de la aniquilación masiva.
Desde el momento en que los soldados estadounidenses cruzaron la frontera, hace 18 meses… quedó claro que la libertad de la tiranía de Saddam Hussein sería tan fracturada… que podría desembocar en una guerra civil, escribió Burns.
Los últimos acontecimientos sugieren que esa pesadilla puede convertirse en realidad, afirmó el autor, y agregó que milicias chiitas y unidades policiales militares chiitas y kurdas adoptan cada vez más represalias que incluyen secuestros, torturas y ejecuciones de presuntos insurgentes y sus simpatizantes.
El segundo artículo, escrito por otros dos corresponsales del New York Times en Bagdad, citaron a altos oficiales militares estadounidenses que expresaron dos grandes frustaciones, escuchadas desde julio de 2003: que la insurgencia es cada vez más violenta, fuerte y sofisticada y que el esfuerzo de la guerra es como el de llenar un tonel agujereado.
Capturamos o matamos muchos insurgentes, pero son reemplazados con mucha más rapidez… Siempre hay un insurgente listo para ocupar el lugar de otro, dijo un alto oficial al Times.
Este tipo de conclusiones alientan los reclamos de repliegue de los soldados, en especial dentro del opositor Partido Demócrata. Los reclamos también fueron estimulados por la filtración este mes de un plan de Gran Bretaña para reducir a la mitad el número de tropas en Iraq para el segundo semestre de 2006.
Así, el 15 de julio, John Deutch, ex director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), publicó una columna en el Times en la que pidió un pronto plan de retiro a iniciar junto con las elecciones iraquíes previstas para el 15 de diciembre.
Deutch propuso un cronograma para reducir las operaciones militares y mantener una fuerza regional de reacción rápida en reserva, así como programas de inteligencia y entrenamiento.
Días después surgió un plan más detallado del gabinete de expertos Proyecto sobre Alternativas de Defensa, con sede en Boston, que preveía una retirada completa, salvo por un contingente multinacional de monitoreo y entrenamiento, de menos de 10.000 integrantes (hasta 2.000 de ellos estadounidenses), antes de septiembre de 2006.
La claveà es alcanzar un acuerdo político con líderes sunitas a todo nivel y con los vecinos de Iraq, en especial Siria e Irán, sugirió Carl Conetta, autor del informe.
Mientras, Helena Cobban, analista de Medio Oriente, coincidió en que la presencia militar estadounidense en Iraq es contraproducente para los intereses de Washington a largo plazo.
Pero Cobban fue más allá que los otros autores y reclamó una estrategia de repliegue total, rápida y generosa para el pueblo iraquí, basada en el modelo de la retirada israelí del sur de Líbano en 2000.