Las explosiones de este jueves contra civiles que usaban el transporte público londinense coinciden con un creciente escepticismo en Estados Unidos acerca de la efectividad de la guerra contra el terror del presidente George W. Bush.
La iniciativa de combatir el terrorismo a escala global, el caballito de batalla que le granjeó a Bush sus altos índices de popularidad desde los ataques de septiembre de 2001, está devaluándose ante los ojos de muchos estadounidenses.
Un estudio publicado dos días atrás por la empresa encuestadora Gallup indica que 41 por ciento de las personas consultadas creen que nadie está ganando la guerra contra el terrorismo, ni Bush y sus aliados, ni los terroristas.
Otro 20 por ciento del público consultado cree que los que ganan son los terroristas.
Apenas 36 por ciento de los entrevistados (casi dos tercios de los que se identificaron como republicanos) estiman que el triunfo corresponde a Washington.
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Sesenta y seis por ciento de encuestados opinaban lo mismo cuando fuerzas estadounidenses pusieron en fuga al movimiento islámico afgano Talibán, en enero de 2002, y 65 por ciento sostenía esa visión luego de que tropas de Estados Unidos tomaron Bagdad, en abril de 2003.
La encuesta revela una creciente frustración pública por la guerra en Iraq, pero también que no hay tanta confianza en que Estados Unidos y sus aliados están prevaleciendo en la guerra contra el terrorismo, dijo el editor de política y gobierno de Gallup, Darren Carlson.
Aún queda por verse cuánto sumarán las explosiones londinenses a este escepticismo y a la erosión del respaldo público a Bush, pero el pesimismo sobre una rápida conclusión de la guerra en Iraq vuelven al mandatario más vulnerable que nunca desde que se inició la invasión a ese país, en marzo de 2003, señaló Carlson.
Ataques terroristas anteriores proporcionan pocas pistas. Según un sondeo efectuado por la revista Newsweek una semana después del sangriento atentado contra trenes de Madrid, en marzo del año pasado, una pequeña mayoría de encuestados no les atribuyó ningún efecto sobre la confianza en la estrategia de Bush.
Pero en octubre de 2002, días después de una explosión en un centro turístico de Bali, Indonesia, que mató a más de 200 personas, el respaldo público a Bush cayó al punto más bajo: sólo 32 por ciento de entrevistados consideraron que Washington tenía éxito en la guerra.
La vulnerabilidad presidencial se ve agudizada pues la mayoría de los legisladores del opositor Partido Demócrata llevan más de un año argumentando que la invasión a Iraq desvió la atención gubernamental y recursos clave que debieron destinarse a combatir a grupos terroristas como Al Qaeda (la base), la red extremista islámica a la que Washington culpa de los ataques del 11 de septiembre de 2001.
Varios analistas creen que Al Qaeda o alguna de sus ramas fue responsable de las bombas de Londres. El acto tiene todas las marcas de Al Qaeda, subrayó el director del Washington Institute on Near East Policy (Instituto de Washington sobre Política de Oriente Próximo), Dennis Ross, y negociador para Medio Oriente en gobiernos anteriores.
Ross y otros analistas indican la bien planificada naturaleza de las explosiones, su simultaneidad y su oportunidad, coincidiendo con la cumbre del Grupo de los Ocho (G-8) países más poderosos que se reúnen desde el miércoles hasta este viernes en el centro turístico escocés de Gleneagles, el acontecimiento informativo más importante de la semana.
Un comunicado publicado en un sitio web islamista atribuyó los ataques a una desconocida Organización Secreta de Al Qaeda de la Jihad (guerra santa) en Europa, y advirtió a Italia y Dinamarca que sufrirían acciones similares.
Algunos observadores señalan un mensaje atribuido al propio Bin Laden el 20 de junio, en el cual afirmaba estar preparándose para la próxima ronda de la jihad.
Queremos dar la buena nueva a la comunidad musulmana, con la bendición del todopoderoso Alá hemos logrado reorganizarnos exitosamente y estamos por lanzar un programa jihadí absolutamente acorde con la nueva situación, habría dicho Bin Laden.
En el mismo comunicado, el saudita advertía a los gobiernos de los países musulmanes que cooperan con los enemigos que serían blanco de represalias.
La semana pasada, fueron atacados por insurgentes iraquíes altos diplomáticos enviados a Bagdad por Egipto, Bahrein y Pakistán, tres países presionados por Washington para que restablecieran relaciones con Iraq.
Este jueves, la célula iraquí de Al Qaeda, presuntamente liderada por Abu Mus'ab al-Zarqawi, anunció que había ejecutado al diplomático egipcio Ihab al-Sherif, secuestrado esta semana cerca de su casa.
El secretario de Seguridad Interior de Estados Unidos, Michael Chertoff, también indicó a Al Qaeda como responsable del ataque en Londres, pero subrayó que Washington no tenía información específica y confiable sobre una acción inminente aquí. Sin embargo, su departamento elevó el grado de alarma a naranja y dispuso precauciones en el transporte público, en especial en los trenes.
Bush, que había llegado a Gleneagles el miércoles, expresó su solidaridad con los británicos y repitió la muletilla de que la ideología de la esperanza triunfará sobre la ideología del odio. También dijo que las bombas probaban que la guerra contra el terrorismo continúa.
Mientras la última observación es incuestionablemente exacta, eludió la enorme cuestión de cómo se define y se lleva a cabo dicha guerra.
Tras varios sondeos de los últimos dos meses, que indicaron una caída de su popularidad, Bush intentó levantar los ánimos con un discurso la semana pasada, colocando la ocupación de Iraq como factor central de la guerra contra el terror.
Poco antes del discurso, una encuesta conjunta de la cadena de noticias CNN y del diario The New York Times arrojó una aprobación pública por el manejo de la crisis iraquí de 37 por ciento, mientras la referida a la campaña contra el terrorismo fue de 52 por ciento.
Pero los intentos de unir ambas cuestiones no parecen ya tan efectivos como en el pasado. De hecho, un sondeo divulgado la última semana por el diario USA Today, CNN y Gallup indicó que entre 47 y 50 por ciento de consultados veían la campaña contra Iraq como un asunto separado de la guerra contra el terrorismo, y 53 por ciento consideraban un error haber invadido ese país.
El hecho de que Al Qaeda o alguno de sus socios haya golpeado el corazón de otra nación occidental (la principal aliada de Washington) podría intensificar la sensación de que la guerra contra Iraq fue y sigue siendo una desviación del combate prioritario a la organización de Bin Laden, pese a la creciente participación de islamistas radicales en la resistencia iraquí.
Según Steven Kull, director del programa de actitudes ante la política internacional de la Universidad de Maryland, los ataques de este jueves podrían favorecer a Bush, al menos a corto plazo.
Siempre que hay explosiones cerca de casa se genera miedo, y el miedo intensifica la preocupación sobre el terrorismo y hace a la gente más receptiva al tipo de esquemas que Bush ha utilizado, arguyó.