Una oferta no solicitada de la empresa china de petróleo Chinese National Offshore Oil Co. (CNOOC) para comprar Unocal, una importante firma petrolera de Estados Unidos, puso a prueba el discurso de Washington sobre libre mercado.
Las normas económicas internacionales que impusieron los vencedores de la segunda guerra mundial estimulan a los inversores, típicamente de naciones industrializadas, a presentar ofertas para adquirir empresas en otros países ricos o en países pobres, en nombre de la apertura de los mercados y el crecimiento económico.
Pero la resistencia estadounidense a la oferta de CNOOC demostró que, en las raras ocasiones en que una firma de un país del Sur ofrece comprar una del Norte, esas normas no se aplican.
Las adquisiciones estadounidenses de empresas en el exterior sumaron 855.500 millones en 2004, frente a 328.400 millones en 2003. Los activos estadounidenses en el extranjero sumaban nueve billones de dólares a fines de 2004, según la Oficina de Análisis Económicos.
Aunque la empresa china ofertante actuó de acuerdo con las normas fijadas por Wall Street, el Congreso legislativo estadounidense se puso rápidamente a la defensiva, consideró la oferta una amenaza a la seguridad nacional y urgió al gobierno de George W. Bush a rechazarla.
Desde el punto de vista de las políticas públicas, esta oferta plantea graves asuntos de seguridad nacional, dado que la energía es un asunto de seguridad nacional, advirtió Michael Wessel, miembro de la Comisión Chino-Estadounidense de Seguridad Económica y Comercio, un grupo asesor del Congreso sobre las relaciones con China.
La CNOOOC es una empresa controlada por el Estado. No es una empresa del libre mercado, arguyó.
Wessel dijo a IPS que existen grandes probabilidades de que, en momentos de creciente demanda y escasa oferta de energía, una entidad controlada por el Estado pueda adquirir una empresa y luego restringir el acceso de otros países y otros consumidores a ese activo.
La administración Bush, que tendrá la palabra final sobre el asunto, ha permanecido en silencio hasta ahora.
A fines de junio, miembros del Congreso enviaron una carta al Departamento del Tesoro solicitándole una revisión de la propuesta de CNOOC, que ofreció 18.500 millones de dólares por Unocal, por encima de la oferta de la petrolera estadounidense Chevron, de 16.500 millones.
El grupo de congresistas, encabezado por representantes de los estados de Texas y Louisiana (dos importantes productores de petróleo), advirtió que la agresiva estrategia de China para aumentar sus fuentes de energía podrían perjudicar a Estados Unidos, porque el gobierno chino posee 70 por ciento de las acciones de CNOOC.
Beijing respondió exhortando al Congreso estadounidense a dejar de politizar cuestiones económicas y comerciales.
El presidente CNOOOC, Fu Chengyu, señaló que Unocal representa apenas uno por ciento de la producción total de gas y petróleo en Estados Unidos, por lo que de ningún modo su compra constituiría una amenaza a la seguridad nacional.
La empresa china también prometió vender el petróleo producido por Unocal dentro de Estados Unidos.
Pero esto no apaciguó a los críticos del acuerdo. China ya celebró acuerdos especiales con Sudán, con Irán y con otros países, recordó Wessel.
El voraz apetito de energía de China está impulsado por su impresionante crecimiento económico, que alcanzó un promedio de nueve por ciento al año desde 1978.
China no busca competir a largo plazo en el libre mercado por empresas de energía, como Estados Unidos y otros países, observó Wessel.
Pero Todd Malan, director ejecutivo de la Organización para la Inversión Internacional, que representa a inversionistas extranjeros en Estados Unidos, advirtió que un bloqueo del acuerdo por parte del Congreso indicaría que el discurso de Washington sobre las normas abiertas de inversión es una calle flechada.
Aun el Banco Mundial, considerado por los países en desarrollo como un instrumento de la política económica estadounidense, consideró natural que China procure adquirir activos en el extranjero, incluso en Estados Unidos.
China ha alcanzado una fase de desarrollo en la que tiene sentido que algunas de sus empresas salgan a invertir en el mundo, declaró David Dollar, director del Banco Mundial en China, en una entrevista concedida a IPS por correo electrónico.
Como ciudadano estadounidense, me parece bien que empresas chinas inviertan en Estados Unidos, así como empresas estadounidenses lo han hecho en China durante décadas, agregó.
Las inversiones cruzadas, dijo, hacen que cada país tenga mayor interés en el buen funcionamiento de la economía del otro, y esto alienta a los gobiernos a trabajar juntos para mantener un sistema de comercio abierto y coordinar sus políticas macroeconómicas.
La integración entre China y Estados Unidos requiere ciertos ajustes dolorosos de cada lado, pero esta integración beneficiaría los intereses políticos y económicos a largo plazo de cada país, concluyó.