El mercado internacional del café muestra los precios en alza tras cinco años de depresión, aunque aún no llegan al nivel ideal y no disponen de mecanismos de defensa contra las oscilaciones provocadas por la especulación.
La recuperación se debe a la gran reducción de la oferta, principalmente por las bajas cosechas en Brasil en los dos últimos años, acompañadas de pérdidas también en Vietnam, África y América Central, explicó el director ejecutivo de la Organización Internacional del Café (OIC), el colombiano Néstor Osorio, ante corresponsales extranjeros este viernes en Río de Janeiro.
Osorio señaló que los valores del café se acercan hoy a un dólar la libra (0,454 kilogramos), cuando en los momentos más críticos habían caído hasta los 40 centavos de dólar, pero aclaró que el promedio satisfactorio sería que treparan hasta 1,20 o 1,40 dólares por libra.
Es difícil, casi imposible restablecer algún mecanismo de regulación del mercado, con intervenciones como las cuotas, que estuvieron vigentes hasta 1989, y la retención de existencias como se intentó años atrás, opinó.
Fracasamos en los varios intentos de retención, la larga maduración de los cafetales, que llevan cuatro años para la primera cosecha, sus altos costos fijos y el hecho de hay 50 países productores en distintas realidades dificultan esa forma de sostener los precios, admitió Osorio.
El dirigente colombiano está en Brasil para preparar la segunda Conferencia Mundial de Café, que tendrá lugar del 23 al 25 de septiembre en Salvador, capital del nororiental estado brasileño de Bahía.
La ciudad turística de 2,6 millones de habitantes fue elegida porque el oeste de Bahía es una nueva frontera del café en Brasil, como una experiencia interesante, según Osorio.
Es una referencia en productividad cafetera, con un promedio de 55 sacos de 60 kilogramos por hectárea, el triple del promedio nacional, explicó Humberto Santa Cruz Filho, caficultor local y presidente de la Asociación de Agricultores y Irrigadores de Bahía (AIBA).
El oeste bahiano forma parte de un extenso ecosistema del centro de Brasil, el Cerrado, una especie de sabana que se incorporó a la caficultura en las dos últimas décadas, con productos de buena calidad, debido a la buena y estable distribución de las lluvias. La baja fertilidad se corrige con fertilizantes y la irrigación favorece la elevada productividad en Bahia.
Brasil, el mayor productor y exportador mundial de café, responde casi siempre como gran factor de las variaciones de precios. Las heladas que destruyeron muchos de sus cafetales a mediados de los años 90 favorecieron una recuperación de los precios deprimidos desde el fin de las cuotas de exportación fijadas por un Acuerdo Internacional del Café hasta 1989.
Luego, el fracaso de los planes de almacenamiento del grano y la vuelta de las grandes cosechas en Brasil, más el gran aumento de la producción especialmente en Vietnam, hicieron retornar la crisis, que ya se había extendido por cinco años.
La caficultura brasileña no sintió tanto la caída de los precios porque la gran devaluación cambiaria iniciada en 1999 permitió mantener un buen nivel de remuneración de los productores, porque las exportaciones rendían pocos dólares, pero cambiados por más reales, la moneda local.
Eso permitió a Brasil sostener su producción en un volumen de casi 50 millones de sacos en el año cafetero 2002-2003, contribuyendo a una nueva caída de los precios por el exceso de oferta y sufriendo entonces el impacto de la crisis, explicó Osorio.
El rendimiento de las cosechas de este país bajó entonces a 38 millones de sacos en el año siguiente y a los actuales 32 millones, contribuyendo así, junto con las pérdidas de producción en otras regiones, a equilibrar la oferta y demanda mundiales y la actual recuperación de precios.
En los dos últimos años, Brasil necesitaba cerca de 80 millones de sacos para cubrir sus exportaciones y el consumo interno de unos 15 millones de sacos, pero cosechó menos de 70 millones, observó el director de OIC.
Antes de estos sucesos, la producción mundial crecía entre tres y cuatro por ciento al año, mientras el consumo aumenta sólo uno por ciento y actualmente alcanza a cerca de 115 millones de sacos anuales. La meta es elevarlo a 140 o 145 millones para 2015, apuntó Osorio.
Fenómenos nuevos, como la expansión de las cafeterías en el estilo de vida urbano, favorecen ese crecimiento del consumo. En países sin tradición de consumo de esta infusión, como China, Japón y otras naciones asiáticas, el café soluble se abre camino creando hábitos nuevos, señaló el dirigente.
Pero los precios se hicieron más volátiles por la especulación, especialmente de los fondos de inversión que a veces deciden aplicar sus abultados recursos en café, para luego transferirlos a petróleo u otros negocios que parecen más tentadores. No hay como controlar eso, son agentes externos al mundo cafetero, lamentó Osorio.
Además, el mercado de este grano es controlado por cuatro o cinco grandes transnacionales que tienen gran influencia en los precios. Grandes cooperativas de productores, con capacidad para retener millones de sacos, tienen mejores condiciones de resistir a las oscilaciones de precios, pero no los millones de pequeños productores, observó.
La crisis de la caficultura se refleja en la caída de los ingresos mundiales por exportación, que sumaban entre 10.000 millones y 12.000 millones de dólares anuales en la década del 80 y primeros años 90 y luego bajaron a 5.500 millones de dólares desde 2000, según el Ministerio de Agricultura de Brasil.
Mientras, las ventas minoristas en los países consumidores aumentaron en total de 30.000 millones a 80.000 millones al año.
El café simboliza bien al desequilibrio Norte-Sur, ya que países en desarrollo responden por toda la producción, mientras el consumo se concentra en los países industrializados.