BOLIVIA: Techo para eludir la muerte invernal

Las noches y madrugadas frías pueden convertir en muerte el sueño de las personas sin techo en las calles de La Paz, pero un programa del gobierno municipal sale en su busca y les ofrece hospedaje temporal y comida hasta que pase el invierno.

Durante la primera quincena del mes de junio, la policía reportó al menos dos casos de muertes por las bajas temperaturas en la ciudad de La Paz y su vecina El Alto, donde se registran hasta cinco grados bajo cero en el invierno austral.

Los lacónicos reportes policiales señalan apenas la causa de muerte ”por enfriamiento”. Pero este año, la Oficialía Mayor de Desarrollo Humano del gobierno municipal rompió la pasividad y creó cinco refugios temporales para indigentes, alcohólicos y menores de edad sin hogar.

Al caer la noche, debajo de los arcos de edificios públicos, en plazas, alguna esquina cobijada por un techo y hasta en cabinas telefónicas, hombres, mujeres, niñas y niños se instalan para transcurrir las horas nocturnas, y reanudar al amanecer sus actividades de supervivencia.

A veces están solas, otras en grupos de dos o tres para buscar un poco de cobijo y calor. Se les suman, compañeros de la noche, los perros callejeros, y juntos emprenden el profundo sueño del que algunos no despiertan. Llegan así a los registros policiales sin identidad, apenas como un ”NN” de sexo masculino o femenino.
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Entre 1999 y 2002, la población boliviana en extrema pobreza se mantuvo constante en 1,7 millones, 36 por ciento de los 8,5 millones de habitantes registrados en el censo de ese último año por el gubernamental Instituto Nacional de Estadística (INE).

Lilian Torrico es encargada de uno de los albergues y espera a sus huéspedes ocasionales desde la hora 20.00 todos los días, en un centro de atención de emergencia a niños y adolescentes.

En un edificio del gobierno municipal, la profesional, apoyada por un policía, entrega una frazada y una colchoneta a cada uno de los visitantes.

”Hasta acá llegan niños de la calle, inhaladores de clefa (pegamento que se aspira como droga) y personas adultas”, dijo Torrico a IPS cerca de la medianoche del sábado.

Antes de franquear el acceso a un ambiente cerrado, el policía revisa las pertenencias de los visitantes, que dejan bajo su custodia herramientas de trabajo, como las de los lustrabotas: una cajita de madera con escobillas, trapos y crema de calzado.

”Esperamos que lleguen sin haber consumido bebidas alcohólicas y sin 'vuelitos'”, efecto de drogas o inhalantes, explica Torrico.

Afuera, el viento barre la calle en penumbras, dentro, en una sala grande, los huéspedes disfrutan de un ambiente más o menos tibio.

La presencia del periodista de IPS no es ignorada por el pequeño grupo inicial de 10 hombres. Sólo uno está profundamente dormido. ”Está durito” de ebrio, afirma el guardia.

A su lado en la colchoneta, un hombre joven vistiendo una polera clara lleva el pelo bien recortado y muestra buenos modales.

Con alguna dificultad al hablar, por efecto del alcohol, sostiene que el albergue ”es bueno”, pues permite esperanzas de que al terminar el programa, en agosto, él pueda conseguir un empleo y alquilar una habitación.

”Hermano, yo era un chef de cocina, pero por motivos familiares y una deuda que desconoció mi familia, me echaron a la calle. Dormía cerca del cementerio”, relató.

Hace con las manos un signo de aprobación y luego la señal de la cruz, que besa repetidamente como agradecimiento a los responsables del hogar.

Antes de contar con el albergue, todos eran huéspedes de la calle.

”Cartoneábamos en la Tumusla”, dice Dany, de 25 años, describiendo el trabajo de rescatar cartones de envases de leche de la basura, desarmarlos y colocarlos en el piso a manera de colchón.

Dany es lustrabotas, pero al caer la noche consume alcohol medicinal con un poco de agua o un refresco. Sus amigos lo apodan ”Balucito”, diminutivo del ”oso Baloo”, personaje de dibujos animados. La bebida ha cambiado su apariencia y le hace perder el hilo de la conversación.

Su testimonio termina con un ruego: ”Una peguita (empleo) por favor, papito”.

Cansado de la jornada laboral, otro lustrabotas, Freddy, de 18 años, relata que en los días más fríos formaba con otros un grupo, disponían cartones en el suelo y se abrazaban para darse calor.

Hasta 50 personas llenan finalmente la sala del hogar dirigido por Torrico. Cuando la despensa está abastecida gracias a donaciones, se ofrece una cena de ”arroz a la valeriana”, condimentado y con papas picadas, en otras oportunidades el plato es una ”chorrellana”, con cebollas cocidas en aceite con ají colorado, acompañado de arroz.

Por las mañanas, después del aseo obligatorio de los ambientes, los visitantes reciben una ración de arroz o avena con leche o chocolate, y un trozo de pan con mantequilla.

La iniciativa sigue a otras adoptadas por gobiernos municipales, como el de la capital de Uruguay, que aplica desde 2000 un Plan Invierno para dar cama, cena, aseo personal y un desayuno a cientos de montevideanos sin techo.

La Organización de las Naciones Unidas estima que en el mundo hay casi mil millones de personas viviendo en tugurios, y unos 128 millones corresponden a América Latina. Entre sus Objetivos de Desarrollo del Milenio establece la mejora sustancial de las condiciones de vida para unos 100 millones de esos habitantes, con plazo en 2020.

Pero las metas del milenio nada dicen de los que ni siquiera tienen un techo precario.

Los responsables de los hogares de La Paz se esfuerzan por reunir a la mayor cantidad posible de personas sin techo, pero algunas prefieren la calle, por temor a perder su libertad y ser internadas en alguna institución.

Envueltos en plástico o alguna frazada y con un bulto a manera de almohada, son muchos quienes siguen desafiando el frío.

Es el caso de los campesinos pobres del norte del departamento de Potosí, en el sur de Bolivia, que se agrupan cerca de la terminal de autobuses y comparten un espacio todas las noches.

Ellos prefieren la calle a los albergues, exhibiendo una desconfianza propia de su cultura, pero aceptan un poco de comida y bebidas calientes que ofrecen los encargados de los hogares.

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