SOMALIA: País sin gobierno, gobierno sin país

El retorno no fue tal. El presidente de Somalia, Abdullahi Yusuf, viajó de Kenia a su país el lunes para instalar su gobierno de transición. Su avión no pudo aterrizar y el jefe de Estado terminó en Djibouti.

Según los informes oficiales, eso se debió a la mala iluminación en la pista del poblado somalí de Jowhar. Pero el episodio es atribuido a la inseguridad en Somalia, país que carece de gobierno desde 1991, cuando el dictador Mohamed Siad Barre fue depuesto por milicias tribales.

La actual administración interina se estableció en 2004, tras dos años de arduas negociaciones auspiciadas por la Autoridad Intergubernamental de Desarrollo (IGAD) que integran Djibuti, Eritrea, Etiopía, Kenia, Somalia, Sudán y Uganda.

La inestabilidad de Somalia, dividida en feudos comandados por señores de la guerra que mantienen sus rivalidades, sus milicias y sus armas, impidió que el nuevo parlamento se instalara en el país tras la elección de Yusuf en octubre.

El gobierno ha funcionado desde el exilio, en Nairobi, mientras crece la presión regional e internacional para que el parlamento, el presidente Yusuf y el primer ministro Alí Mohammed Gedi asuman el desafío de instalarse en su propia tierra.

”Puedo informarles con confianza que el Gobierno Federal Transicional se reinstala en Somalia hoy”, había dicho Yusuf el lunes poco antes de partir de Nairobi, rodeado de funcionarios keniatas, diplomáticos y representantes de los países de la IGAD.

Poco después, Yusuf y siete colaboradores se dirigieron al aeropuerto, acompañados por el presidente keniata Mwai Kibaki.

”El resto de los ministros viajarán mañana (por este martes), y todos habrán partido para este viernes”, dijo Yusuf Baribari, portavoz de Yusuf. ”Es un gran sentimiento… Por fin regresaremos a nuestro país para cumplir con nuestra tarea.”

Al margen del optimismo, el gobierno somalí está dividido en torno a su futura sede.

Yusuf y sus aliados, que cuentan con escaso apoyo en la capital de Mogadiscio, insisten en que el gobierno se instale en Baidoa, también en el sur del país, y en Jowhar. El traslado a la capital histórica se registraría solo cuando se la considere segura.

La mayoría de los 275 legisladores adhieren a esa posición, mientras una minoría —integrada por miembros de facciones que controlan vastas zonas de la capital— reclaman el inmediato regreso a Mogadiscio.

La situación se complica aun más por la negativa del parlamentario Mohamed Ibrahim Habsade, quien domina Baidoa, se niega a instalar el gobierno en esa ciudad, al parecer porque implicaría una pérdida de poder en favor del gobierno central.

El mes pasado, 13 personas murieron en los combates que estallaron en Baidoa entre las fuerzas leales a dos ministros, el jeque Aden Madobe y Hassan Mohammed Nur Shatigadud, y las de Habsade. Madobe y Shatigadud apoyan la instalación del gobierno en Baidoa.

Habsade también teme que la cercanía de la ciudad con Etiopía fortalezca a Yusuf, acusado de aliado de Adis Abeba.

El vínculo entre los dos países es conflcitivo. Somalia invadió la región etiope de Ogaden en los años 70. Etiopía, por su parte, apoyó a diversos grupos armados somalíes.

El parlamento somalí en el exilio se opuso en marzo al despliegue de 10.000 soldados de mantenimiento de la paz de la IGAD, pues incluiría tropas etiopes.

El conflicto sobre la sede del gobierno debe resolverse lo más rápidamente posible, sostuvo el analista Matt Bryden, del Grupo Internacional de Crisis (ICG), organización académica dedicada a la paz en el Cuerno de África.

”Necesitamos que las dos partes se pongan de acuerdo, que hablen y encuentren una base común. Con dos grupos en disenso sobre la capital, no tendremos un gobierno en Somalia”, dijo Bryden.

Los acuerdos de paz indican que Yusuf presidirá Somalia durante cinco años, cuando se celebrarán elecciones nacionales.

Las negociaciones em Lemoa culminaron con la elección de un parlamento de 275 miembros el 22 de agosto. Algunos de ellos son señores de la guerra que controlan poderosas facciones y que están involucrados en combates.

Somalia, antigua colonia italiana, está en guerra civil desde 1991, cuando distintas facciones derrocaron al dictador Mohammed Siad Barre para luego enfrascarse en luchas intestinas.

Desde entonces, el país ha estado en poder de señores de la guerra, que combaten por el control de vastos territorios.

La provincia noroccidental de Puntland, declaró su autonomía en 1998, y la septentrional Somalilandia, ex colonia británica anexada por Mogadiscio en 1960, declaró su independencia en 1991, aunque no fue reconocida por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Los clanes Hawiye, Digle-Mirifle, Dir y Darod luchan entre sí, y hay un quinto clan formado por 14 grupos minoritarios.

La guerra civil dejó una cifra indeterminada de muertos, entre 300.000 y dos millones, según agencias humanitarias. La intervención de la ONU se produjo entre 1992 y 1995.

Entre 1991 y 1992, mientras la nación se desintegraba, el líder de la red terrorista Al Qaeda, Osama Bin Laden, envió ”misioneros” islámicos desde Sudán, y tuvieron gran influencia en el caos actual y en la desestabilización de países de la región, según observadores.

Una fuerza de mantenimiento de la paz que la ONU envió al país en 1993 para controlar la violencia y asistir a la población abandonó el territorio en 1994, con un saldo desastroso.

La decisión fue tomada porque 18 soldados estadounidenses y 24 pakistaníes fueron muertos en 1993 en Mogadiscio por las milicias de Mohammed Farah Aidid, un señor de la guerra que había impuesto su poder en la capital. Cientos de somalíes fallecieron en los choques

El episodio determinó a Washington y a la ONU a retirar en 1994 las fuerzas que habían enviado al país para acabar con la anarquía. En total, un centenar de miembros de la fuerza de paz habían muerto.

El foro mundial calculó que se requerirán 5.000 millones de dólares para reconstruir Somalia.

El estado de caos ha permitido el movimiento de organizaciones terroristas internacionales y la planificación de atentados, como los perpetrados por Al Qaeda contra las embajadas de Estados Unidos en Kenia y Tanzania, en 1998, y contra un hotel israelí en la costera localidad keniata de Mombasa, en 2002. (

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