La caída récord de la natalidad de Japón en los últimos cuatro años llevó al gobierno a impulsar cambios radicales en la sociedad para modificar la tendencia, pero el proceso podría ser más largo de lo esperado.
El aumento de la natalidad es la preocupación más importante del gobierno japonés. Nos proponemos llevar el equilibrio de género al lugar de trabajo y enseñar valores familiares a los jóvenes para aumentar la población, explicó Katsuya Saito, un funcionario del Ministerio de Salud, Bienestar Social y Trabajo.
El gobierno anunció en mayo un plan quinquenal para detener la caída de la natalidad, actualmente en un mínimo histórico de 1,29 hijos por mujer, en una sociedad que ya tiene graves problemas para hacer frente al envejecimiento de su población.
Las autoridades prometieron promover un ambiente de trabajo que respete la vida familiar, una sociedad con lugar para los niños y facilidad de empleo constante para los jóvenes.
Las nuevas medidas marcan un alejamiento del Japón que renació de sus cenizas después de su derrota en la segunda guerra mundial. Para lograr el llamado milagro económico, los hombres trabajaban extenuantes jornadas mientras las mujeres permanecían en el hogar para cuidar de la familia.
Durante una década, hasta el pasado abril, el gobierno impulsó reformas centradas en la creación de nuevas guarderías infantiles para madres y padres trabajadores, en un intento por promover un baby boom, como se llamó a la explosión de natalidad registrada en Estados Unidos y otros países después de la segunda guerra mundial.
Pero las reformas tuvieron un resultado muy limitado, y así quedó demostrado que sólo con infraestructura no se puede revertir una tendencia de la población.
La caída de la población se relaciona con problemas más profundos de la sociedad que aún no se han tratado, reconoció Saito en una entrevista.
Según estudios gubernamentales, el matrimonio tardío y la inestabilidad laboral entre los jóvenes son los principales motivos para la reducción de la natalidad.
La edad promedio para el matrimonio se sitúa en 27,8 años para la mujer y 29 para el hombre. Según estadísticas oficiales, 720.429 parejas se casaron el año pasado, 19.762 menos que en 2003.
Más de 520.000 jóvenes de 15 a 34 años no estudian ni trabajan, y 4,17 millones, llamados freeters, carecen de empleo (e ingreso) estable, por lo tanto no pueden formar una familia.
Muchos y muchas jóvenes no quieren casarse actualmente, y si lo hacen, prefieren no tener hijos. Están preocupados por la estabilidad económica y desean estar libres de responsabilidades familiares, comentó Yoshio Higuchi, experto en trabajo de la Universidad de Keio.
La investigación que Higuchi realizó sobre los freeters reveló que la tendencia comenzó en los años 80, cuando más jóvenes comenzaron a eludir la rígida estructura laboral para optar por un estilo de vida que ponía énfasis en el disfrute personal sobre las obligaciones familiares.
Esa tendencia se fortaleció en los años 90, cuando la recesión económica llevó a una profunda reestructuración empresarial y más jóvenes fueron contratados como trabajadores temporales para reducir costos.
Esta situación contribuyó enormemente al envejecimiento de la población. En 2004, sólo nacieron 1,11 millones de bebés, frente a 1,23 millones en 2003.
Ahora, el gobierno lanzó una campaña para que las empresas otorguen licencia para el cuidado de hijos, contraten trabajadores de tiempo completo y, en particular, no discriminen a las mujeres que quieren iniciar una familia.
Los gobiernos locales también comenzaron a lanzar programas para aumentar la natalidad. La prefectura de Nara, 200 kilómetros al oeste de Tokio, donde nacen 1,16 niños por mujer, decidió invertir en la formación de parejas con miras a lograr un casamiento a edad más temprana.
Encontramos en nuestros sondeos que los jóvenes postergan el matrimonio porque no encuentran la pareja adecuada. Por lo tanto, apoyamos financieramente programas que reúnen a jóvenes con fines matrimoniales, explicó Atsuhiro Goto, funcionario de la prefectura de Nara.
Pero las declaraciones de algunos jóvenes que optan por demorar el inicio de una familia sugieren que al gobierno no le será nada fácil aumentar la natalidad.
No tengo apuro por casarme. La vida de soltero me da la libertad para hacer lo que quiera, dijo Ichiro Yoshida, de 36 años, un programador de computadoras que se divorció hace tres años.
Keiko Muto, de 34 años, expresó un sentimiento similar. Muto es soltera, trabaja en un banco y acaba de comprarse una vivienda, y dice que el matrimonio no es una obligación sino una elección.
Disfruto de mi trabajo, que me insume mucho tiempo. Cambiar esta vida para iniciar una familia dependerá de si encuentro a la persona correcta, dijo. (