El destino de unas 1.600 casas en tierras palestinas que cerca de 7.500 colonos judíos deberán desalojar a mediados de agosto se ha transformado en una papa caliente, tanto para Israel como para la Autoridad Nacional Palestina (ANP).
Era de esperar que Israel, cuyo primer ministro Ariel Sharon promovió el desmantelamiento unilateral de asentamientos judíos en territorios palestinos ocupados, tratase de evitar la difusión de imágenes de palestinos entrando triunfalmente en las viviendas evacuadas.
Por otra parte, era previsible que los palestinos, ansiosos por entrar en las casas de los ocupadores en retirada, quisieran mantener las edificaciones intactas.
Pero nada está resuelto aún. Tras sugerir inicialmente que las viviendas de los colonos serían demolidas para ahorrarles a sus ex ocupantes el disgusto de ver cómo eran ocupadas por palestinos, Sharon aclaró que el asunto no está decidido todavía.
La razón es que el ejército israelí se opone a la demolición porque esta tarea demoraría en forma significativa la retirada de la franja de Gaza y expondría a los soldados a un mayor riesgo de ataques de grupos radicales palestinos.
Si las viviendas fueran demolidas, deberíamos mantener fuerzas militares, guardias de seguridad y personal para destruir las casas en medio de territorio enemigo, y nadie asegura que no habrá ataques terroristas, advirtió el ministro de Defensa, Shaul Mofaz.
Agregó que, en su calidad de ministro de Defensa, no está preparado para poner en peligro a soldados israelíes para destruir las viviendas de colonos.
Sería muy difícil para mí mirar a los ojos a las madres de soldados israelíes… y explicarles que sus hijos murieron porque insistimos en demoler esas casas, declaró Mofaz a Israel Television.
Por ahora, Sharon demora la decisión, atrapado entre la presión del ejército por un lado y las voces de su partido Likud y de los colonos por otro, que le reclaman la demolición de las viviendas.
El principal rival de Sharon dentro del Likud, el ministro de Finanzas y ex primer ministro Benjamin Netanyahu, advirtió que dejar en pie las viviendas de los colonos sería para los palestinos una gran victoria moral.
Debemos impedir que asesinos palestinos hereden las casas de sus víctimas y bailen sobre sus azoteas ondeando banderas de (los grupos extremistas islámicos) Hamas y Jihad Islámica, exhortó Netanyahu, el principal opositor del gobierno al plan de retirada unilateral.
La cuestión de las viviendas es también un dolor de cabeza para las autoridades palestinas. Primero trascendió que la ANP pretendía que quedaran intactas para poder usarlas a fin de albergar refugiados, pero varios funcionarios reclamaron posteriormente la demolición.
Según el ministro y negociador palestino Saeb Erekat, las casas no se adecuan a las necesidades de los palestinos.
Algunos líderes palestinos también expresaron en privado temor a saqueos y a disputas por las viviendas una vez que se retiren los colonos. Además, si Israel destruye las casas, la ANP se ahorrará el problema de decidir quiénes deben heredarlas.
Mohammad Shtayyeh, ministro palestino de Vivienda y Obras Públicas, dijo este mes que, si Israel no demuele las casas, la ANP lo hará, y las sustituirá por bloques de apartamentos, más adecuados a las necesidades de la densa población de la franja de Gaza que las casas enjardinadas de los colonos.
Si Israel no destruye las viviendas de los colonos, nosotros lo haremos, advirtió.
Según Shtayyeth, la mayoría de los miembros del gabinete palestino están a favor de la demolición, para hacer un uso más eficiente del escaso territorio de Gaza. El escombro de las demoliciones, dijo, se usaría para construir un puerto en la franja de Gaza sobre el mar Mediterráneo.
La primera vez que el gobierno israelí evacuó a colonos judíos fue a principios de los años 80, cuando Israel se retiró del desierto del Sinaí como parte del acuerdo de paz con Egipto.
El hombre a cargo de esa operación, hace 23 años, fue el propio Ariel Sharon, quien supervisó la demolición de todas las casas construidas en ese territorio.
Ahora, quizá deba realizar la misma tarea. El mandatario debe decidirse pronto, porque sólo faltan dos meses para la retirada.
Mientras tanto, escucha las voces del ejército que le advierten de los riesgos para los soldados, a las de Washington que lo exhortan a no demoler las casas, y a la derecha política que lo urge a hacerlo.
Con su plan de retirada de Gaza, Sharon enojó a un gran sector de su base electoral, al que necesitará en 2006, año de elecciones. (