La sorpresiva victoria electoral en Irán del ultraconservador Mahmoud Ahmadinedjad hace temer a sus detractores el fin del esbozo de libertad social surgido en los últimos ocho años, bajo la presidencia del reformista Mohamad Jatami.
Tras su triunfo el viernes con casi 62 por ciento de los votos, muchos advirtieron que Ahmadinedjad, un ingeniero laico de 49 años desconocido para el público hasta que llegó a la alcaldía de Teherán en 2003, llevará a la República Islámica a la radicalización, con su prédica de estricto respeto a los valores islámicos y sus manifestaciones de intransigencia hacia Occidente.
Hijo de un herrero y ex miembro de la Guardia Revolucionaria (el ejército ideológico de los ayatolás que tomaron el poder en la Revolución Islámica de 1979), Ahmadinedjad asombró a Irán y al mundo al derrotar al moderado Akbar Hashemi Rafsanjani, una figura del establishment respaldada por Estados Unidos, para transformarse en el nuevo presidente de este país de 68 millones de habitantes.
Con la promesa de combatir la corrupción, la pobreza y la discriminación, Ahmadinedjad atrajo a millones de jóvenes desempleados y trabajadores mal remunerados, aunque algunos analistas advirtieron que sus consignas encubrían la intención de los radicales islámicos de recuperar la presidencia y consolidar el control de todas las instituciones electivas y no electivas del país.
De todos modos, Ahmadinedjad derrotó al pragmático Rafsanjani, de 72 años, un firme candidato que había triunfado en la primera vuelta por un estrecho margen y pretendía recuperar el cargo que ocupó entre 1989 y 1997 presentándose como un liberal, promoviendo un nuevo capítulo en las relaciones con Estados Unidos y prometiendo más libertades políticas y sociales.
La campaña Rafsanjani, versión 2005 tenía el estilo colorido de las campañas presidenciales estadounidenses. Sus educados partidarios variaban de la clase media baja hasta la alta y pretendían mayor libertad cultural y vínculos más fuertes con Occidente.
Rafsanjani puso énfasis en la reanudación de los vínculos con Washington (rotos tras la Revolución Islámica de 1979), en particular para resolver la disputa por el programa nuclear iraní, y en los códigos de vestimenta y la permisividad en la sociedad en general.
En contraste, la campaña de Adhmadinedjad fue manejada por voluntarios, incluso milicias basij, maestros de escuela y funcionarios públicos. Sus consignas manuscritas dominaban los barrios pobres del centro y el sur de Teherán.
Tras la primera ronda, Rafsanjani atacó a su oponente conservador calificándolo de fanático, atrasado y hostil a Occidente, y acusándolo de manipular la mente de los pobres.
El bando de Adhmadinedjad replicaba que Rafsanjani se valía de actores e intelectuales para lograr su objetivo y prometía combatir la mafia arraigada en la elite gobernante.
En su primera declaración pública, Ahmadinedjad dijo el domingo que su país será un ejemplo para el mundo islámico y buscará establecer un modelo "moderno, avanzado e islámico" en relación con el mundo.
Por otra parte, declaró que Irán no necesita realmente establecer relaciones con Estados Unidos y reivindicó el derecho de su país a desarrollar energía nuclear con fines pacíficos.
Irán va por el camino del progreso y del desarrollo y no necesita realmente a Estados Unidos, expresó en una conferencia de prensa.
El secretario de Defensa estadounidense, Donald Rumsfeld, replicó que el presidente electo de Irán no es amigo de la democracia y las libertades.
No sé mucho de este hombre… Ciertamente no es un amigo de la democracia y la libertad. Apoya con fuerza a los ayatolás y le dice a la gente cómo tiene que vivir, opinó Rumsfeld del mandatario electo.
Intelectuales laicos y activistas políticos prooccidentales creen que el talón de Aquiles del presidente electo es su versión radical del Islam.
Pero Shirin Ebadi, activista de los derechos humanos y ganadora del premio Nobel de la Paz en 2003, y Shahla Lahiji, editora de libros sobre las mujeres iraníes, afirmaron en entrevistas con medios británicos y japoneses que el pueblo iraní no permitirá la reversión de las libertades adquiridas, sin importar quién ocupe la presidencia.
Un grupo de mujeres anunció hace 10 días en una manifestación frente a la Universidad de Teherán… que mantendría su lucha por sus derechos, sin importar quién fuera el presidente. Después de todo, según la Constitución, el presidente no es un tomador de decisiones con poder, recordó Ebadi.
Otros críticos advierten que ya no será válida la imagen de reformistas versus conservadores de la sociedad iraní, y que surgirán nuevas facciones. (FIN/IPS/traen-mlm/sp/ml/ip/05)