AMBIENTE-PERÚ: Cordillera Blanca pierde su color

”Antes, el nevado llegaba hasta abajo, ahora está más chico, se está yendo cada vez más”, dice en quechua, su idioma nativo, Karina, una campesina de 20 años. Estamos a más de 4.000 metros de altura y atrás parece escucharnos, silencioso, el nevado Huarapasca, uno de los hermosos macizos de la cordillera Blanca.

El testimonio de Karina es preocupante, pues a sus breves años y desde su imaginario andino, ya percibe el crujiente problema del retroceso glaciar, un drama que se acelera en estas alturas, donde se encuentran las montañas más altas del Perú, vestidas de nieve y hielo.

A eso debe su nombre la cordillera Blanca, parte de la sierra cercana a la costa del océano Pacífico y unos 450 kilómetros al norte de Lima. Esta cadena montañosa es la sierra nevada más alta del mundo en zona tropical y alberga todavía 611 kilómetros cuadrados de glaciares, alojados en imponentes cumbres que van desde 5.000 hasta 6.768 metros de altura sobre el nivel del mar.

El monte más alto de esta zona y del país es el nevado Huascarán, que el 31 de mayo de 1970 provocó una espantosa tragedia en la ciudad de Yungay, al desprenderse sobre ella millones de metros cúbicos de hielo por un terremoto. El aluvión causó por lo menos 20.000 muertes y la bella ciudad desapareció.

La preocupación actual de la población local no es, sin embargo, la posibilidad de ese tipo de desastres sino la inexorable desaparición de los glaciares. En diálogo con IPS, Marco Zapata, jefe de la Unidad de Glaciología del Instituto Nacional de Recursos Naturales (Inrena) afirmó que ”es un proceso que se ha acelerado y es de carácter irreversible”.

Las observaciones de los glaciólogos confirman esta sentencia. ”De 1948 a 1976, el promedio de retroceso en la Cordillera Blanca era 12 metros por año, pero a partir de 1977 y hasta el año pasado ya llega 20 metros por año”, explicó el experto, y una simple mirada a los alrededores de Huaraz, capital del departamento de Ancash, corrobora esta afirmación.

Frente a esa hermosa ciudad se divisan todavía varios nevados, como el Ranrapalca, el Vallunaraju (”raju” quiere decir ”hielo” en quechua) y el Chinchay. Pero como advierte Porfiriro Cacha Macedo, un experimentado guía de alta montaña, otros nevados como el Cárhuac y el Rima Rima, que antes tenían glaciares, hoy sólo muestran una ”superficie pelada”.

”Antes yo venía contento de escalar, pero ahora a veces me deprimo. Es imperdonable lo que le estamos haciendo a la naturaleza”, comentó.

César Portocarrero, ingeniero civil que también ha realizado mediciones en los glaciares de la cordillera Blanca, habló a IPS de la incidencia en este fenómeno del recalentamiento global, asociado a su vez con el aumento de la emisión de gases que retienen calor en la atmósfera (efecto invernadero), entre ellos el dióxido de carbono por quema de combustibles fósiles.

En el siglo XX la temperatura del planeta se elevó 0,6 grados centígrados, y ”si aumenta todavía más, de uno a cuatro grados como está previsto, el retroceso de los glaciares andinos ocurrirá muy rápidamente”, alertó.

Pierre Soler, representante en Perú del Instituto de Investigación para el Desarrollo de Francia, que colabora con el Estado peruano en la observación sistemática de glaciares, dijo a IPS que ”hay consenso científico en que la acción del hombre ha agravado el problema del recalentamiento global y eso afecta a los glaciares tropicales”.

Soler, que lleva adelante un convenio con Inrena para hacer un nuevo inventario de glaciares en el Perú, coincidió con Zapata en que la consecuencia mayor de la pérdida de los glaciares andinos es el agotamiento del recurso hídrico en la costa y la sierra. ”Inicialmente habrá una mayor oferta de agua, pero luego se irá agotando”, explicó.

En Ancash, al menos 90 por ciento del caudal del río Santa, que también abastece a regiones vecinas, proviene, en la época seca, de los deshielos de la cordillera Blanca. El agua del Santa también hace funcionar la vecina central hidroeléctrica del cañón del Pato y llega hasta Chavimochic, una gigantesca obra de ingeniería hidráulica e hidroenergética que para transformar áreas desérticas en terrenos productivos.

Incluso el agua que consume la ciudad de Lima tiene, en importante medida, origen glaciar. Si se tiene en cuenta que en las 18 cordilleras nevadas de Perú se han perdido 446 kilómetros cuadrados de hielo en los últimos 30 años, puede verse la gravedad del problema y las malas perspectivas que abre en materia de abastecimiento de agua.

Según Julio García, funcionario del Consejo Nacional del Ambiente, la pérdida de glaciares en Perú ya equivale a 10 años de consumo de agua en Lima. ”Se necesita impulsar, pronto, una política de gestión del desarrollo, para neutralizar nuestra vulnerabilidad al cambio climático, que ya está con nosotros”, dijo a IPS.

El problema es mundial, pero en esta hermosa región peruana está alcanzando proporciones alarmantes. Igualmente triste es la situación en la cordillera Real de Bolivia, en el volcán Cotopaxi de Ecuador o en el nevado colombiano de Tolima.

Una antigua leyenda ancashina señala que la laguna de Orconcocha se formó con las lágrimas del Huascarán, que ahora pueden correr hasta agotarse.

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